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sábado, 6 de septiembre de 2025

MEMORIAL DE LA SHOAH, PARÍS


 #descubriendoFrancia

El Memorial de la Shoah se inauguró en París en 1956. Bueno, para ser exacto aquel año se levantó el Monumento al Mártir Judío Desconocido que es el que posteriormente dio lugar a este impresionante memorial.

Shoah en hebreo significa catástrofe. Para los europeos es sinónimo de holocausto, que es el término que utilizamos para referirnos al genocidio que llevó a cabo el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial. 

El Memorial de la Shoah se abre con varios muros donde figuran escritos los nombres de las víctimas judías. Causa mareo y horror ver escritos uno tras otro 76000 nombres. Son los nombres de las personas que fueron deportadas desde Francia hasta los campos de exterminio nazi.

Después de los muros con nombres vienen muchas salas con multitud de documentos de todo tipo. 

2ª fila, primera de la izquierda: Hannah Arendt, una de las impulsoras del Memorial
  
Cripta. La Estrella de David de mármol negro es la tumba simbólica de los seis millones de judíos que murieron sin ser enterrados. Contiene las cenizas de las víctimas recogidas de Auschwitz-Birkenau, Belzec, Chelmno, Maidanek, Sobibor, Treblinka, así como de Mauthausen y el gueto de Varsovia. Estas cenizas fueron enterradas el 24 de febrero de 1957 en suelo israelí. Una llama arde en el centro de la estrella de mármol, perpetuando la memoria de los desaparecidos.    

Abeldadora. Como parte de la Operación 1005, cuyo objetivo era destruir las huellas de los crímenes cometidos por los nazis, estos requisaron maquinaria agrícola a los agricultores que vivían cerca de los centros de exterminio. Los restos de los cuerpos quemados se pasaban por los tamices de estas máquinas para recuperar los huesos, que posteriormente serían molidos.

Puerta del barracón de Beaune.la-Rolande
 
Pero esto no es un muestrario de lo que el Memorial ofrece, es una reflexión dolorida hasta el extremo. El Memorial me parece un elemento necesario. Recoger la memoria del sufrimiento absurdo y absolutamente inhumano que ha padecido una parte de la población es un ejercicio que debemos hacer siempre. 

Sin embargo, (ahora viene mi pesimismo y mi desencanto), ¿cómo es posible que el pueblo que sufrió tanto y tanto hace relativamente poco tiempo sea capaz de organizar un sufrimiento similar a otro grupo humano en la actualidad? Se suele decir, y queremos creer que es verdad, que el estudio de la historia, tener presentes los hechos del pasado, nos libra de repetir los mismos errores. Una vez más queda probado que no es así. 

No es pesimismo, es la brutal realidad de nuestra bestialidad como especie. Solamente hace falta que se den las condiciones (unas pocas) para que pongamos en marcha toda la maquinaria del odio, la violencia y la destrucción. 

Desolado, estoy absolutamente desolado. Habrá que redoblar los esfuerzos para que el significado de palabras como humanidad, convivencia, colaboración, respeto o vida en común tengan sentido y puedan hacerse realidad. Habrá que continuar pidiendo a los gobernantes de todo el mundo que practiquen más el diálogo para resolver los conflictos. 

Si quieres la paz, no hables con tus amigos, habla con tus enemigos.

*** 



Fuente: Wikipedia
Mapa de los conflictos armados en curso (número de muertes violentas en el año actual o anterior):      Guerras mayores (10 000 o más). Palestina, Ucrania, Sudán, Etiopía, Myanmar (Birmania).      Guerras menores (1 000–9 999).      Conflictos (100–999).     Escaramuzas y enfrentamientos (1–99).

sábado, 21 de junio de 2025

EL RINCÓN DE LA ILUSTRACIÓN

El rincón de la Ilustración. Joseba Baramendi.

 

Esta será la última vez que dé noticia de las entrañables microexposiciones del Rincón de la Ilustración

Acudía para devolver un par de libros que tenía en préstamo a la más glamurosa de las bibliotecas donostiarras.

El centro cultural, que incluye la biblioteca, es todo el espacio que se encuentra detrás de la cristalera de colores.

Siempre que voy, aprovecho para ver si han renovado ya las exposiciones, la dedicada a la ilustración y la otra, la grande. Si es así, saco el teléfono del bolsillo y realizo algunas fotos para acompañar el comentario. Ayer, mientras realizaba la misma acción que he realizado desde que vivo en la ciudad y soy una asiduo de sus bibliotecas, un amable empleado me advirtió que estaba prohibido. Sorprendido y perplejo, pregunté si era nuevo (el hecho de que estuviera prohibido hacer fotografías, no el empleado). Él entendió por nuevo la exposición, y me dijo que sí. Respondí que eso ya lo sabía, que me refería al hecho de la prohibición. Y, entonces, se dirigió a una hoja colocada en un lateral del espacio dedicado al mostrador, detrás del cual trabaja el personal que diariamente se ocupa de informar al público sobre la casa de cultura. 

Tengo toda la confianza en que esa hoja llena de un texto que me resultó imposible leer diga efectivamente lo que el amable responsable me señalaba con el dedo. Sin gafas, cualquier texto que no esté profusamente iluminado por luz diurna o tenga un tamaño muy superior al que habitualmente se suele utilizar en una hoja din A4 es inaccesible para mí. Y cuando salgo a la calle no suelo llevar encima las gafas para la presbicia. Tal vez debería empezar a hacerlo.

Salí del centro y mientras volvía de regreso a casa iba pensando en qué puede perjudicar los derechos de autoría unas imágenes obtenidas con iluminación deficiente, detrás de un cristal y cuya única finalidad es dar publicidad de la noble actividad expositiva del centro cultural y de la obra de un artista. Y si resulta tan lesivo para los derechos de quienes se dedican a la ilustración, ¿por qué en algunas ocasiones me han dado las gracias cuando han visto la entrada en la que doy noticia de que tal ilustradora o tal ilustrador expone en Aiete? O ¿por qué en salas de exposiciones y museos, cuando llevo no el teléfono, sino la cámara, y pregunto sobre la posibilidad de hacer fotografías nadie me dice que está prohibido y se limitan a recordarme que lo que no puedo realizar son fotos con flash?

Incapaz de encontrar respuestas, me asaltaron un par de dudas de categoría casi metafísica. Si realmente se quiere hacer pública la prohibición, ¿por qué no se pone un símbolo o un letrero al lado de aquello que no se permite fotografiar y, en cambio, se esconde en un rincón, donde, pondría la mano en el fuego, nadie sabe que existe, excepto quien lo ha colocado allí y quienes atienden al público? Y si la prohibición no es nueva, ¿por qué nadie me ha llamado hasta ahora la atención en todos los años que llevo haciéndolo?

Han pasado dos días y sigo sin encontrar respuestas.

No quiero despedirme sin antes invitar a quien esto lea a que se acerque al centro cultural y, haga uso o no de su biblioteca, no deje de visitar este tan pequeño como atractivo rincón dedicado a la ilustración, los trabajos de Joseba Baramendi le esperan.

Hasta el 7 de septiembre

De martes a viernes: 16:00 - 20:30
Sábado: 10:00 - 14:00 / 16:30 - 20:00
Domingo: 10:00 - 14:00
Lunes y festivos: cerrado


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lunes, 9 de junio de 2025

SOBRE NIETZSCHE, EL ARTE Y LA CIENCIA

En el parágrafo 25 del tercer tratado del libro De la genealogía de la moral podemos leer lo siguiente:

¡No! No se me venga con la ciencia cuando lo que estoy buscando es el opuesto natural del ideal ascético, cuando lo que pregunto es: «¿dónde está la voluntad opuesta, en la que un ideal opuesto vendría a expresarse?» La ciencia no se apoya en sí misma, ni mucho menos, para poder serlo; se mire por donde se mire, antes necesita un ideal del valor, un poder creador de valores, a cuyo servicio pueda creer cuyo servicio pueda creer en sí misma, — ella misma jamás crea valores. Su relación con el ideal ascético no es en absoluto de oposición; es más, viene incluso a representar en su configuración interna la fuerza impulsora. Examinándolo con cuidado, vemos que su conflicto, su lucha no concierne para nada al propio ideal, sino sólo a lo que es su defensa exterior, su disfraz, su teatro de máscaras, a lo que con el tiempo queda endurecido, significado, hecho dogma — negando lo exotérico del ideal, la ciencia le devuelve la libertad a la vida que hay en él. Ambos, ciencia e ideal ascético, están plantados, desde luego, en el mismo suelo — esto ya lo he apuntado antes —: a saber, la misma sobrevaloración de la verdad (más exactamente: la misma fe en que la verdad no es ni valorable ni criticable), razón por la cual son necesariamente cómplices, — de tal modo que, en el supuesto de que se los combata, no se les puede combatir y poner en cuestión si no es siempre de manera conjunta. Cualquier valoración del ideal ascético trae consigo inevitablemente también una valoración de la ciencia: para darse cuenta de eso conviene Saro la mirada y aguzar el oído cuanto antes! (Lo que se opone al ideal ascético de manera mucho más radical que la ciencia — lo avanzo ya, aunque más adelante volveré a ello con mayor detalle — es el arte, — el arte, en el cual queda justificada la mentira, y la voluntad de engaño tiene de su parte a la buena conciencia: así lo intuyó el instinto de Platón, el mayor enemigo del arte que Europa haya tenido (p 191).

Recordemos que cuando Nietzsche nos habla del ideal ascético nos está hablando de esa forma de entender la vida como camino de sufrimiento y de renuncia a los impulsos vitales (el gozo, la ilusión, la alegría de vivir, el disfrute de nuestro cuerpo...), que todo eso estaba unido a las viejas creencias cristianas de la vida como trayecto plagado de espinas para ganar la otra, la del más allá. Esta forma de entender la vida estaba intrínsecamente unida a la creencia de que la Verdad, lo mismo que el Bien, está garantizada por Dios. Pero si quitamos a Dios (Dios ha muerto), todo el edificio de la verdad metafísica, incuestionable e inmutable, se viene abajo. 

La verdad, el conocimiento real, sin mediaciones extrañas que se interpongan, vendría dado, por consiguiente, por la investigación, el análisis de datos y experimentos, el contraste continuo de los estudios e indagaciones que la comunidad científica lleve a cabo de manera permanente. Lo que quiere decir que la verdad se va construyendo a medida que nuestro conocimiento va siendo más completo y detallado. No existe una verdad establecida para siempre en el ámbito del mundo físico. 

Un ejemplo sencillo, que se entenderá rápidamente, es el de nuestro conocimiento astronómico. Hasta la revolución científica creíamos que cuanto veíamos en el cielo giraba en torno a la Tierra. Éramos geocentristas. Desde Galileo, quedó demostrado que Tierra y demás planetas giran en torno al Sol. Pasamos a ser heliocentristas, pero nuestro universo estaba reducido a una ínfima porción de la Vía Láctea. Con el tiempo, pudimos ver mucho más lejos y empezamos a descubrir que el pequeño universo de antaño estaba formado por miles de millones de galaxias, que se originó, según el modelo cosmológico estándar, en una gigantesca explosión (Big Bang) y que tiene aproximadamente 13800 millones de años.

He puesto un ejemplo tomado sobre el conocimiento astronómico. Igualmente podría haber sido uno sacado de la química, la biología, la geología, o cualquier otra disciplina de las ciencias naturales. He tomado el de la astronomía por lo sencillo que es y porque cualquier persona sin ningún conocimiento previo lo entiende. Esto es así hoy y lo era también a finales del XIX, que es cuando Nietzsche escribió su Genealogía. 

Lo que me parece verdaderamente sorprendente es la afirmación que aparece en las últimas líneas que he transcrito: Lo que se opone al ideal ascético de manera mucho más radical que la ciencia — lo avanzo ya, aunque más adelante volveré a ello con mayor detalle — es el arte, — el arte, en el cual queda justificada la mentira, y la voluntad de engaño tiene de su parte a la buena conciencia.

Curiosamente, el arte de la segunda mitad del siglo XIX (desde la pintura a la música, pasando por la literatura) estaba profundamente impregnado de convicciones metafísicas, religiosas, espirituales e incluso mágico-esotéricas en muchas ocasiones. No era precisamente el mejor ejemplo para desprenderse de las verdades incuestionables. El arte, hoy como ayer, tiene muchas virtudes y puede ofrecernos grandes satisfacciones, pero difícilmente es capaz de ofrecernos una visión de lo real global con la que podamos manejarnos por la vida, la nuestra, la de todos los días. 

Estoy convencido de que Nietzsche se equivocaba y puedo citar muchos artistas de ahora y del siglo XIX apegados a verdades inmutables de fuerte olor metafísico, pero no conozco a ninguna persona dedicada a la investigación científica que afirme que la ciencia posee la verdad incuestionable de los hechos.

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sábado, 7 de junio de 2025

UNA SOCIEDAD CADA VEZ MÁS POLARIZADA

Ejemplar del CBA 
 Desde hace unos pocos años percibo que la sociedad española se encuentra cada vez más dividida entre bloques ideológicos. He escrito "sociedad española" porque es en la que me muevo, sobre la que recibo mayor información y la que, evidentemente, mejor conozco, pues soy un miembro más de la comunidad. Sin embargo, intuyo por las noticias que llegan de otros países que este mismo síntoma se está produciendo en otras sociedades. 

Esta impresión mía la encuentro, de repente, objetivada con datos en un interesante libro, Los peligros de la moralidad, del psiquiatra Pablo Malo. El ensayo, como bien se puede deducir por el título, se ocupa de otro tema, pero algunos datos de una encuesta que en él encuentro hacen hincapié en mi impresión y la corroboran. Son datos referidos a la sociedad estadounidense. 

En el capítulo La división Ellos/Nosotros y el tribalismo moral (pp 145-202) se exponen resultados de las encuestas de opinión realizadas en diversos momentos, pero siempre en torno a 2020, un poco antes y un poco después. Todas ellas arrojan siempre los mismos resultados sobre la "justificación del uso de la violencia contra el otro partido": de las más antiguas a las más recientes la proporción de personas que justifican el uso de la violencia siempre crece, y lo hace igualmente entre republicanos y demócratas, con un pequeño aumento mayor entre la gente que se sitúa más al extremo de cada uno de esos dos partidos. Los porcentajes asustan. No son del 2% o del 5%, sino de más de un tercio de la población encuestada.

Desde que recuerdo haber pensado sobre problemas y comportamientos sociales, siempre he tenido la impresión de que la pertenencia a un grupo determinado tiene mucha más importancia en nuestros acciones y manifestaciones que el ejercicio de la racionalidad. Sin duda, hay excepciones y personas capaces de abstraerse de su pertenencia a una familia determinada, pero, me temo que, por lo general, la respuesta mayoritaria es dejarse llevar por el grupo al que pertenecemos. Los comportamientos tribales (en el peor sentido de la palabra) surgen lo mismo ante una situación política, deportiva, religiosa, cultural, económica, festiva, histórica o lo que sea. Somos nosotros frente a ellos.

Si a esta forma de responder colectivamente ante los problemas, obstáculos, contratiempos y demás inconvenientes que vayan surgiendo, añadimos la incapacidad de líderes y representantes sociales para establecer espacios de colaboración y entendimiento; antes bien, hacen justamente lo contrario: señalar diferencias, establecer límites e incompatibilidades, crear discursos y proponer argumentos para señalar al otro como responsable de los males que nos aquejan, no es nada sorprendente que la división social sea cada vez mayor. Y conviene recordar que cuando en lugar de puentes lo que se abre entre grupos son abismos, las consecuencias son siempre nefastas.

No sé hasta dónde se puede seguir tensando la sociedad antes de que estalle un conflicto, pero sería deseable que más pronto que tarde empezáramos a cambiar la orientación de nuestros discursos para reconducir la situación y buscar espacios de cooperación y no de exclusión y desavenencia.

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viernes, 4 de abril de 2025

JOSÉ MARTÍ Y LA NIÑA DE GUATEMALA

El poema que aquí reproduzco pertenece a Versos sencillos. Este título lo publicó en Nueva York, durante el verano de 1891. Ese mismo verano será la última vez que vuelva a ver a Carmen Zayas Bazán, su esposa, y a su hijo José Francisco, que entonces contaba 12 años.

Me atrae de este poema la cantidad de suposiciones que podemos realizar por la forma en que se cuenta el hecho que se narra, la muerte de una niña. Podríamos preguntarnos, como Kant, aunque en un sentido, menos trascendente ¿qué puedo saber? Leamos primero el poema:


IX


Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirio los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín; la enterramos
En una caja de seda.

Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
Él volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
Él volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida,
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!


Martí no quiere decirnos nada más que lo que nos dice, que no es mucho y se reduce a esto: 
  • La niña es una mujer joven de Guatemala (donde "de Guatemala" puede indicar que era guatemalteca o que residía allí. Doy por implícito que "niña" es una forma afectiva de referirse a su corta edad, a su juventud, aunque tampoco se nos indique)
  • Ella "murió de amor", signifique esto lo que signifique (cuando se produjo la muerte ella estaba enamorada, se quitó la vida por amor, murió de profunda tristeza...).
  • La joven, en algún momento anterior, había hecho un regalo para demostrar su afecto a un hombre que después resultó que estaba casado (estrofa 3ª).
  • Era una persona importante y reconocida desde el punto de vista social, pues al entierro acudieron muchas personalidades y numeroso público(estrofa 4ª).
  • Una tarde se fue al río y apareció muerta.
  • Cuando él la niña se despidieron (¿qué tipo de despedida fue?¿podemos suponer que fue una despedida para siempre?) ella estaba afiebrada (6ª estrofa).
  • Según las dos últimas estrofas, el yo poético (¿podemos pensar en Martí?) y no la tercera persona del singular anterior, estuvo presente en el entierro y fue requerido por el enterrador.
La primera impresión que podemos recibir en una lectura rápida es que se trata de un poema de amor y de pérdida. Pero no de él, sino de ella. Ella es, claro, la que va a morir de amor porque, según todos los indicios, el hombre del que está enamorada se ha descubierto como un hombre casado y sujeto a otra fidelidad. O bien, ya lo sabía, pero se negaba a perder la esperanza.

A partir de ahí podemos realizar cuantas suposiciones queramos para dar coherencia y credibilidad a lo que no se nos cuenta. Todo ello envuelto en un aire romántico, y con la palabra romántico englobo tanto los poemas de esa tendencia como la concepción del amor romántico. Ahí están la idea vaga, enigmática y profundamente anímica de lo subjetivo como elemento principal de la creación de relaciones e ideas, y también el aire de tristeza y desánimo que empapa casi toda la literatura romántica.

Pero vayamos a los hechos históricos y documentados. Sabemos que Martí, en 1877, sale de México tras la subida al poder de Porfirio Díaz. En Guatemala conoce a María García Granados y Saborío, hija del expresidente guatemalteco Miguel García Granados —lo que explica el boato y amplitud del cortejo fúnebre—, a quien da clases en la Academia de Niñas de Centroamérica. Ese mismo año, en diciembre, vuelve a México y se casa con Carmen Zayas, con la que ya estaba comprometido. En enero de 1878 el matrimonio está ya en Guatemala y él retoma las clases que estaba impartiendo. Al terminar el curso, y debido a la insistencia de la familia, en julio parten Carmen y él hacia Cuba.

María, la Niña de Guatemala, muere ahogada el 10 de mayo de 1878. Este hecho y el poema de Martí, de 1891 (13 años después de la desaparición de María), provocan el nacimiento de la leyenda en torno a lo que el poema dice y no dice.

No sabemos qué pasó entre ellos ni hasta dónde llegó el afecto que pudo surgir entre alumna y profesor. Lo que yo me pregunto es ¿por qué escribe un poema tanto tiempo después de la muerte de María?; ¿por qué insiste (es nada menos que el estribillo) en que ella murió de amor, permitiendo de esta manera interpretar su muerte como suicidio, por desesperación?; ¿por qué introduce una tercera persona del singular, que es la persona referente de los afectos de la joven?; ¿por qué es él (el yo Martí) quien besa mano y zapatos y no el otro?; y por último, ¿por qué le llamó en un aparte el enterrador?

Se me ocurren varias respuestas a todos esos interrogantes, pero ninguna de ellas sirve para aliviar la verosimilitud del poema, ni hacerle perder esa apariencia un tanto afectada de poema escrito para quitarse de encima un brumoso sentimiento de culpabilidad, años después de lo acontecido, cuando ya había roto definitivamente con su mujer.

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sábado, 29 de marzo de 2025

EL PELIGROSO JUEGO DE LAS FALACIAS de "Monstrorum historia"

Kutxa Fundazioa

 Que los excesos del pensamiento positivista del siglo XIX llevaran a creer a una parte de la sociedad que el desarrollo tecnológico-científico sería la panacea para cualquier situación no justifica la reacción irracionalista que pretende dar crédito únicamente a los sentimientos propios, ni tampoco justifica que alguien pueda pensar que el juego de la imaginación y la fantasía sean mejores herramientas para comprender lo que somos, para describir y analizar cuanto nos rodea.

Las artes plásticas son especialmente eficaces para representarnos la belleza o la fealdad del mundo y sus circunstancias, para ponernos ante un espejo que nos pueda devolver una imagen crítica, reflexiva y nada autocomplaciente. También como elemento de crítica social y de denuncia ante las injusticias. Incluso como propuesta reflexiva sobre determinados temas y acciones. Pero no ayudan a construir puentes, ni a curar enfermedades, ni a investigar sobre genética, ni pueden colaborar en los cálculos necesarios para determinar a qué distancia se encuentra una galaxia, ni van a descubrir nunca cómo revertir el cambio climático, si es que eso fuera posible.

Que una exposición fotográfica en la que se nos ofrecen imágenes alteradas, reelaboradas, distorsionadas y trabajadas con programas de todo tipo (incluida la omnipresente IA) para ofrecernos algo que no existe y presentarlo como crítica seria del "pensamiento tecnocientífico", acompañadas, además, de unos textos redactados imitando el estilo científico y aludiendo a investigaciones que nunca han existido, podría resultar divertida siempre y cuando el texto y el contexto fueran suficientemente claros y específicos como para no crear confusión. 

A mí me gusta la fantasía y soy un lector asiduo de obras como El libro de los seres imaginarios, la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron y todas las mitologías, pero estas colecciones no provocan confusión de ningún tipo. Sabemos desde el primer momento que son repertorios de seres que nunca han existido. Han surgido de la imaginación humana, pueden resultar entretenidos, placenteros y hasta aleccionadores, como en el caso de las fábulas, pero están perfectamente acotados en el mundo de la fantasía.







Que el folleto redactado por Sonia Berger (comisaria de la exposición) incluya citas y afirmaciones como estas: 

El posicionamiento de Joan Fontcuberta en los años ochenta partía de la necesidad de sobreponernos a enfoques rígidos, autoritarios, de desenmascarar las estrategias de comunicación interesadas y modificar nuestra representación del mundo para darle otro sentido u orientación. Hoy ese posicionamiento, su concepto de «contravisión» —entendido como duda crítica hacia la imagen—, se revela más necesario que nunca. Como expresa el novelista Benjamin Labatut en La piedra de la locura: «Debemos aprender a ver las cosas bajo una luz nueva, porque la llama de la razón ya no alcanza a iluminar el complejo laberinto que va tomando forma lentamente (aunque algunos dirán que está siendo construido) a nuestro alrededor».

El recurso a la imaginación y la experimentación con estas nuevas imágenes se revela como una buena estrategia para comprender cómo funcionan e identificar sus límites. Si como Goya expresó en uno de sus Caprichos «El sueño de la razón produce monstruos», Joan Fontcuberta nos invita a «asumir el deber de revertirlo y hacer que el sueño de los monstruos produzca razón».

                                                solamente puede servir para aumentar la ceremonia de la confusión, pues si abandonamos la llama de la razón, si nos dejamos guiar por el sueño de los monstruos, nos estaremos plantando directamente ante el abismo y el caos. 

Tal vez los juegos de palabras y las imágenes que producen quienes juegan con ellas puedan parecer ingeniosas, atractivas y originales, pero detrás de ellas no hay nada más que irracionalismo y barbarie.

Se empieza jugando con ingeniosos supuestos y se termina hundido en alguna teoría conspirativa, incluso cuando se construyen falsos relatos para demostrar la falsedad de los mismos. Ya ocurrió con el famoso documental Operación Palace, que creó más adictos a la falsedad que allí se exponía que a la pretendida intención de demostrar cómo pueden manejarnos los medios. Y antes de eso ya ocurrió lo mismo con Operación Luna, que sirvió de modelo para el anterior

Afirmaciones como las que realiza Fontcuberta (Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable, lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad) pueden ser muy ocurrentes, pero solamente sirven para crear más desconcierto y desconfianza. 

La fotografía ha tenido muchos recorridos y ha sido utilizada por todo tipo de personas con todo tipo de intenciones —creativas, documentales, falaces, mercantilistas, lucrativas...—, pero no puede afirmarse que toda fotografía sea una ficción. La fotografía ha realizado un gran servicio al mundo del conocimiento —astronomía, biología molecular, arqueología, investigación criminal, historia,  sociología y tantas otras disciplinas que han encontrado en ella una herramienta muy eficaz de investigación y divulgación—. Que el arte sirva al arte y, como consecuencia, colabore en desvelarnos los muchos enigmas que la vida encierra. Esa debiera ser su gran tarea y su mejor participación en la construcción del conocimiento. 

Decía Hannah Arendt: Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada (La mentira en política).

Nota final: mientras visitaba la exposición, un grupo de chavales (10-12 años) se encontraba dentro correteando de un lado para otro, fascinados ante lo que las imágenes más impactantes les ofrecían. Nunca antes había visto visitantes de esas edades en la sala y soy un asiduo. Ante una de las falsas creaciones taxidérmicas uno de ellos le dijo a otro "¡ves, ves como sí!". No quiero pensar a qué se refería. Desde luego, en ningún momento se detuvieron a leer ninguna explicación. Y es que jugar con falsedades a desmontar mentiras en ningún caso favorece el pensamiento crítico, antes bien, lo confunde.



Horario: de martes a domingo, de 12:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00.

Entrada libre.

Lugar: Kutxa Fundazioa en Tabakalera-Artegunea.

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jueves, 20 de febrero de 2025

LLENADME DE FELICIDAD

Editorial
Rosalía de Castro no fue una escritora vanguardista, no abrió caminos nuevos para la expresión poética, no tuvo una escuela que siguiera sus pasos, pero de entre las muchas cualidades que me gustan de su obra hay dos que me atraen por encima de todas las demás: su amplísimo espectro de intereses temáticos (leedla in extenso, no os quedéis con la docena de poemas que se reproducen continuamente por todas partes) y su sentido común, ese formar parte de la vida del resto de los mortales y la manera de abordar las cuestiones más cotidianas. Es, en ese sentido, una escritora a la que se puede sentir tan próxima como a una compañera de trabajo a la que habitualmente recurrimos para consultar las dudas que tenemos y que siempre encuentra una manera fácil de afrontar la tarea, o como esa vecina en la que tenemos plena confianza para hablar de cualquier cosa, siempre comprensiva y siempre dispuesta a darnos un punto de vista que nos haga sentirnos cómodos.

De los muchos ejemplos que se pueden citar relacionados con el ejercicio del sentido común, a mí, que no comparto los rituales en torno a la muerte, ni cristianos, ni paganos, ni de ningún tipo, me gusta especialmente este párrafo de La hija del mar, su segunda novela, la que publicó en 1859, cuando tenía tan solo 22 años:

¡Dios mío! ¡Qué rodeada de melancolía aparece siempre esa tardía felicidad con que la casualidad o la fortuna nos brinda cuando no podemos gozar de ella!... ¡La gloria después de la muerte..., los vanos honores, los laureles sobre el sepulcro, una lágrima por un recuerdo...! ¡Oh, llenadme de felicidad, sembrad flores en torno mío y apartad la hiel de mis labios en tanto existo, vosotros los que me améis!... Las riquezas, el poder, la gloria... y sobre todo el cariño de vuestro corazón, dejadle, dejadle que sonría en torno mío, que engañe los días de mi existencia y que murmure a mi oído en mis últimos instantes un ternísimo adiós. Decidme en aquellos momentos que no me olvidaréis jamás, porque esa idea es hermosamente halagadora para el espíritu celoso y egoísta de la mujer. Coronad mi lecho de flores y prometedme, si acaso os lo pido, sembrar sobre mi tumba siempre vivas regadas con vuestras lágrimas... pero en el momento en que mis ojos se cierren a la luz y en que mi sangre cese de animarme, olvidadme si queréis, no os creáis obligados por unos vanos juramentos hechos a una cosa que ya no existe y dejad al tiempo que siembre silencioso sobre mi sepulcro la pequeña parietaria y las rosas silvestres que nacen al azar..., él no encierra ya más que unos miserables y leves restos... ¡más tarde el vacío!...

En la edición de Castro, que es la que tengo, se encuentra en el vol I, pp. 153-4). 

Pues eso, haced lo posible por llenar de felicidad a las personas que tengáis a vuestro alrededor. Después de muertos, las palabras son vanas.

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martes, 11 de febrero de 2025

DE JOYCE A ALMODÓVAR

Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había llegado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos (Traducción: Guillermo Cabrera-Infante. Ha pasado casi medio siglo desde esta edición que yo tengo a la que hoy mantiene la editorial y, aunque la traducción actual es de Eduardo Chamorro, las diferencias son insustanciales).

Este es el párrafo final del último cuento recogido en Dublineses, The Dead (Los  muertos), en mi opinión el mejor de todos ellos. De ese párrafo final es de donde Almodóvar ha sacado la cita sobre la nieve con que se cierra su última película, La habitación de al lado.

Traigo la cita porque cuando vi la profundamente esteticista película me pareció más un panfleto muy bien adornado que una profunda reflexión sobre el derecho a disponer de la muerte propia como cada cual quiera, y el paralelismo entre el cuento de Joyce y la película es absolutamente inexiste. Es más, el uso que el director hace de la nieve cayendo mientras una voz en off dice alguna de las frases del cuento es también esteticista, mientras que en Los muertos, donde todos los personajes están vivos, es una hermosa y exacta metáfora sobre lo que esa historia encierra. 

Es la diferencia entre la fuerza expresiva de un relato que aborda la existencia sin pretender engañar ni convencer de nada, sino exponiendo honestamente un punto de vista sobre la sociedad de un momento y un lugar determinados (en este caso Irlanda, primeros años del siglo pasado), y el uso indiscriminado de cualquier material para realizar la propaganda de la idea de defendemos, que es lo que viene realizando, por cierto, en las últimas películas.

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jueves, 6 de febrero de 2025

INTELIGENCIA ARTICIAL

Editorial
Como últimamente hay cierta paranoia con la inteligencia artificial, y da la impresión de que va a ser la que nos solucione todos los problemas o la que nos los traiga todos juntos, según los estados de ánimo del personal o según el bando en que se sitúe, me he acordado del famoso libro de Penrose, La nueva mente del emperador, que en lo últimos años de la primera década de este milenio tuvo un gran predicamento y que recomiendo vivamente leer si no asusta encontrar en un texto alguna que otra ecuación. 

En la introducción se puede leer esto: 

Durante las última décadas, la tecnología de las computadoras electrónicas ha hecho enormes progresos. Y estoy seguro de que en las próximas décadas tendrán lugar nuevos progresos en velocidad, capacidad y diseño lógico. Nuestras computadoras actuales nos parecerán tan lentas y primitivas como hoy nos lo parecen las calculadoras mecánicas de antaño. Hay algo casi estremecedor en el ritmo del progreso. Las computadoras ya pueden realizar con mucha más velocidad y precisión tareas que hasta ahora habían estado reservadas exclusivamente al pensamiento humano. Desde hace tiempo estamos acostumbrados a que las máquinas nos superen ampliamente en las tareas físicas. Esto no nos causa el menor desasosiego. Antes bien, nos gusta tener aparatos que nos lleven por tierra a grandes velocidades —más de cinco veces la velocidad del más veloz atleta humano— o que puedan cavar hoyos o demoler estructuras que nos estorban con una rapidez que dejaría en ridículo a equipos compuestos por docenas de hombres. Estamos aún más encantados de tener máquinas que nos permitan hacer físicamente cosas que nunca antes habíamos podido hacer, como llevarnos por los cielos y depositarnos al otro lado del océano en cuestión de horas. El que las máquinas obtengan tales logros no hiere nuestro orgullo. Pero el poder pensar, eso sí ha sido siempre una prerrogativa humana. Después de todo, ha sido esa capacidad la que, al traducirse en términos físicos, nos ha permitido superar nuestras limitaciones físicas y la que parecería ponernos por encima de otras criaturas. Si las máquinas pudieran llegar a superarnos algún día en esa cualidad en la que nos habíamos creído superiores, ¿no tendríamos entonces que ceder esa superioridad a nuestras propias creaciones?

La pregunta de si se puede afirmar o no que un artefacto mecánico piensa —quizás incluso que experimenta sentimientos, o que posee una mente—, es antigua. Sin embargo, ha recibido un nuevo ímpetu con la llegada de la moderna tecnología de las .computadoras. Es una pregunta que implica profundos temas de filosofía. ¿Qué significa pensar o sentir? ¿Qué es la mente? ¿Existe realmente la mente? Suponiendo que sí existe, ¿en qué medida depende de las estructuras físicas a las que está asociada? ¿Podría existir la mente al margen de tales estructuras? ¿O es simplemente el modo de funcionar de ciertos tipos de estructuras físicas? En cualquier caso, ¿es imprescindible que las estructuras importantes sean de naturaleza biológica (cerebros) o podrían también estar asociadas a componentes electrónicos? ¿Está la mente sujeta a las leyes de la física? ¿Qué son, de hecho, las leyes de la física? Éstas son algunas de las cuestiones que intentaré tratar en este libro. Pedir respuestas definitivas a preguntas tan fundamentales estaría fuera de lugar. Yo no puedo proporcionar tales respuestas; nadie puede, aunque hay quien trata de impresionarnos con sus conjeturas. Mis propias conjeturas jugarán un papel importante en lo que sigue, pero trataré de distinguir claramente tales especulaciones de los hechos científicos brutos, y trataré también de dejar claras las razones en las que se fundamentan mis especulaciones. No obstante, mi principal propósito aquí no es hacer conjeturas, sino plantear algunos temas aparentemente nuevos, concernientes a la relación entre la estructura de las leyes físicas, la naturaleza de las matemáticas y el pensamiento consciente, y presentar un punto de vista que no he visto expresado hasta ahora. Es un punto de vista que no puedo describir adecuadamente en pocas palabras, y ésta es una de las razones por las que he tenido que realizar un libro de este tamaño. Pero en resumen, y quizá de manera algo equívoca, puedo al menos afirmar que mi punto de vista sugiere que es nuestra actual incomprensión de las leyes fundamentales de la física la que nos impide aprehender el concepto de "mente" en términos físicos o lógicos. No quiero decir con esto que las leyes no sean nunca conocidas del todo. Por el contrario, parte del objetivo de esta obra es intentar estimular la investigación en este campo en direcciones que parecen prometedoras y hacer algunas sugerencias bastante concretas, aparentemente nuevas, sobre el lugar que realmente podría ocupar la mente en el desarrollo de la física que conocemos. 

Debería dejar claro que mi punto de vista es poco convencional, al menos entre los físicos y, por consiguiente, resulta poco probable que sea adoptado, actualmente, por los científicos de computadoras o por los fisiólogos. La mayoría de los físicos alegará que las leyes fundamentales que operan a escala del cerebro humano son ya perfectamente conocidas. No se negará, por supuesto, que existen aún muchas lagunas en nuestro conocimiento de la física en general. Por ejemplo, no conocemos las leyes básicas que determinan los valores de la masa de las partículas subatómicas ni la intensidad de sus interacciones. No sabemos cómo hacer del todo compatible la teoría cuántica con la teoría de la relatividad especial de Einstein, ni mucho menos cómo construir la teoría de la "gravitación cuántica" que haga compatible la teoría cuántica con su teoría de la relatividad general. Como consecuencia de esto último, no comprendemos la naturaleza del espacio a la escala absurdamente minúscula de 1/100.000.000.000.000.000.000 del tamaño de las partículas elementales conocidas, aunque para dimensiones mayores nuestro conocimiento se presuma adecuado. No sabemos si el Universo como un todo tiene extensión finita o infinita —tanto en el espacio como en el tiempo— aunque pueda parecer que tales incertidumbres no tengan ninguna importancia en la escala humana. No comprendemos la física que actúa en el corazón de los agujeros negros ni en el big bang, origen del propio Universo. Pero todas estas cosas parecen no tener nada que ver con lo que imaginamos en la escala "cotidiana" (o incluso una más pequeña) del funcionamiento del cerebro humano. Y ciertamente así es, aunque argumentaré precisamente que en este nivel existe —frente (o, mejor dicho, detrás) de nuestras propias narices— otra gran incógnita en nuestra comprensión de la física y que podría ser fundamental para el funcionamiento del pensamiento humano y de la conciencia. Es una incógnita que no ha sido siquiera reconocida por la mayoría de los físicos, como trataré de demostrar. Argumentaré, además, que curiosamente, los agujeros negros y el big bang realmente tienen una gran relación con estos asuntos. 

En seguida intentaré persuadir al lector de la fuerza de la evidencia que sustenta el punto de vista que trato de exponer. Para comprenderlo, tenemos un buen trabajo por delante. Necesitaremos viajar por territorios muy extraños —algunos de importancia aparentemente dudosa— y por campos de esfuerzo muy distintos. Necesitaremos examinar la estructura, fundamentos y enigmas de la teoría cuántica; los rasgos básicos de las teorías de la relatividad especial y general, de los agujeros negros, del big bang, y de la segunda ley de la termodinámica, de la teoría de Maxwell de los fenómenos electromagnéticos y de las bases de la mecánica newtoniana. Además tendremos que vérnoslas con algunas cuestiones de filosofía y psicología cuando intentemos comprender la naturaleza y la función de la conciencia. Por supuesto, tendremos que tener una visión general de la neurofisiología del cerebro, además de los modelos de computadora propuestos. Necesitaremos tener alguna noción del status de la inteligencia artificial, así como saber qué es una máquina de Turing, y comprender el significado de la computabilidad, del teorema de Gödel y de la teoría de la complejidad. Nos adentraremos también en los fundamentos de la matemática, e incluso deberemos plantearnos la cuestión de la propia naturaleza de la realidad física. 

Si, al final de todo ello, los argumentos menos convencionales que trato de exponer no han persuadido al lector, confío al menos que habrá sacado algo de este tortuoso y, espero, fascinante viaje.

En relación —jocosa— con el tema, también me resultó curioso —y divertido— el hecho de que Chat GPT se equivocara en algo tan sencillo y mecánico como realizar la suma de los cubos de los números naturales comprendidos desde el 2 hasta el 9. Yo se lo pedí ayer y lo hizo correctamente, no así cuando el matemático Enrique Zuaza le pidió la misma tarea. 

Cosas que pasan 😎😎😎.

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lunes, 9 de diciembre de 2024

UNA VISIÓN PESIMISTA DEL FUTURO

Angelus Novus, Paul Klee. Fuente: Wikipedia.

Editorial
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo en lo que ha clavado su mirada. Sus ojos están desencajados, su boca abierta, las alas desplegadas; El Ángel de la Historia ha de tener este aspecto. Vuelve su rostro hacia el pasado. Lo que a nosotros se nos presente como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una única catástrofe que amontona sin cesar ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Quisiera detenerse, reanimar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el Paraíso sopla una tempestad que se ha enredado en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esa tempestad le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al que vuelve la espalda, mientras el montón de ruinas, ante él, va creciendo hacia el cielo. Esa tempestad es lo que nosotros llamamos progreso
(Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y política. W Benjamin. pp 72-73).

Me ha sorprendido la interpretación que el pensador judío-alemán realizó de este ángel de Klee (por cierto, la leyenda en que parece que se inspiró el artista, junto con otras interpretaciones más,aparecen brevemente comentadas en la entrada de Wikipedia). Quiero entender que el comentario que realiza es más producto de su propia visión del momento histórico que está viviendo —auge del nazismo, persecución de los judíos, guerra mundial, su propia situación personal ante esos hechos...— que lo que él pudiera leer en la representación del ángel. 

Pero lo que más me inquieta —cuyo significado es muy distinto al de sorprender— es la posible semejanza que puedan tener las circunstancias que hoy vivimos y las que se daban a finales de la década de los 30 en Europa. No quiero ser pesimista, pero no termino de ver signos que anuncien una recuperación social, emocional y política que nos empujen a salir de la indeterminación y la pobreza de pensamiento. Ni tampoco veo líderes políticos ni grupos sociales capaces de llevar la sociedad a mejor puerto.

Ojalá me esté equivocando.

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sábado, 7 de diciembre de 2024

YA ESTAMOS EN NAVIDAD

Olentzero dibujado en el cielo con drones sobre la bahía de la Concha
 
Luces navideñas sobre el Urumea.

Recuerdo que durante los años 60 y 70 del pasado siglo, es decir, cuando yo era un niño o un joven que vivía en casa de mis padres, el período navideño comenzaba el fin de semana en que cayera la festividad de la Inmaculada. Mis padres eran católicos practicantes y en esa fecha colocábamos un pequeño belén en la entrada y mi madre ponía un bandeja de dulces típicos de la época de postre. Quienes tenían televisión decían que, también durante ese fin de semana, comenzaban los anuncios de colonias y de cavas. 

Desde entonces los rituales que anuncian el inicio de la entrada en el período navideño han cambiado sustancialmente y se han hecho mucho más llamativos y ostentosos. Como cualquier elemento es susceptible de convertirse en una atracción turística, esto es, en una posibilidad de generar dinero, algunas ciudades han transformado el adorno navideño en un distintivo propio para atraer gente. De hecho, existen rutas turísticas creadas para visitar luces, mercadillos o lo que sea. 

Y ese lo que sea es el que más aprecio y me llama la atención por su singularidad, aunque debo reconocer que la primera vez que lo vi me causó cierto desasosiego. Estoy hablando del barrio de Loiola, San Sebastian. 

En la actualidad, el sofisticado comienzo de la temporada navideña viene marcado por el encendido de las luces, una puesta en escena en la que intervienen autoridades municipales, gente del espectáculo y todo un aparato tecnológico deslumbrante al que se convoca a toda la población, ya sea autóctona o foránea. Y las ciudades compiten por ver cuál de ellas lo hace de manera más llamativa, y atrae a más gente ávida de luz y de sorpresa que llevarse a sus móviles. 

En Loiola, en cambio, la navidad la anuncian los peluches. Bueno, los peluches y los no peluches. Toda clase de muñecos se echa a la calle. Se encaraman a barandillas, rejas, ramas, setos y altillos de todo tipo dispuestos a sorprender y a poner un toque de color laico-infantil-curioso-atrevido, algo así como ser-en-sí-que-no-es, y a mí, que no celebro ningún tipo de ritual navideño, ni agnóstico ni creyente, ni pagano ni cristiano, cada vez me gustan más por su descaro, su originalidad y su coste cero, pues es el vecindario quien aporta cuanto muñeco ya no cumple la función de juego infantil en las casas.

En Loiola, más o menos desde la plaza de Atarieder hasta Latsari plazatxo, son los muñecos los que deciden cuándo empieza la navidad.






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