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jueves, 10 de octubre de 2024

WHAT IS FAME? A FANCIED LIFE IN OTHERS' BREATH

Editorial
No sé qué obras leerán los bachilleres angloparlantes del más alto representante del clasicismo inglés, supongo que algún fragmento que aparezca en las antologías escolares y, tal vez, algunas sentencias (en castellano) extraídas de acá o de allá, porque como señalaba Pujals en su Historia de la literatura inglesa, Pope es un maestro insigne del pareado heroico, y el poeta del cual se pueden citar más frases lapidarias. Si dejamos a un lado el nivel de cultura general, quien desee leer al escritor inglés en castellano tendrá que conformarse con este título publicado por Cátedra en 2017. Claro que si me atengo a lo que mi Historia de la literatura de 6º curso decía sobre el autor, acaso pueda resultar un lujo cultural que Antonio Lastra se haya tomado el trabajo de traducirlo: Fue un hombre enfermizo y contrahecho, lleno de encono y de amargura. Su obra más famosa es el poema "El rizo robado", composición histórico-burlesca en la que se satiriza la sociedad de su tiempo. Está inspirada en "El facistol" de Boileau y es un reflejo de aquella época ultrarrefinada del "rococó", llena de frivolidad y amaneramiento. El estilo de Pope es frío y correcto, muy neoclásico. No se puede decir que fuera un texto ni objetivo ni ponderado, y desde luego no animaba a la lectura.

Sin embargo, siendo Pope un escritor del clasicismo del XVIII, ofrece en dos de sus poemas de temprana fecha (1717), Eloisa to Abelard y Elegy to the Memory of an Unfortunate Ladyrasgos claramente prerrománticos. Aquí, si no, la traducción que Silvina Ocampo realizó para que opinéis con libertad:


ELOÍSA A ABELARDO



De estas hórridas celdas y soledades hondas
en donde la celeste Contemplación reposa,
donde reina la fiel Melancolía atenta,
¿qué expresan los tumultos de las vestales venas?
¿Por qué mis pensamientos huyen de este retiro?
¿Por qué en mi corazón arde el fuego escondido?
La culpa es de Abelardo, si yo amo todavía,
y ha de besar su nombre, todavía, Eloísa.


¡Fatal y amado nombre! Permanece el secreto
de estos labios sellados con sagrado silencio;
mi corazón, escóndelo en su íntimo disfraz
donde mezclado a Dios su amada Idea yace;
visible se hace el nombre — ¡ah, no escribas, mi mano!
íntegro está ya escrito— ¡mis lágrimas, borradlo!
Eloísa perdida, vano es que llore y rece,
su corazón aún dicta, y su mano obedece.


¡Inexorables muros cuyo orbe oscuro tiene
tristezas voluntarias, suspiros penitentes!
¡Oh rocas desgastadas por piadosas rodillas!
¡Oh grutas y cavernas con ásperas espinas!
¡Túmulos donde vírgenes de ojos pálidos velan,
santos cuyas estatuas a llorar aprendieron!
Silenciosa, inmutable como vosotras, fría,
no me ha tornado en piedra todavía el olvido.
Divide el corazón la ardua naturaleza;
soy parte de Abelardo, no soy toda del Cielo;
ni llantos que por siglos vanamente existieron,
ni oraciones, ni ayunos, de la ansiedad son frenos.


Cuando llegan tus cartas y las abro temblando
el conocido nombre despierta mi ansiedad.
¡Oh nombre para siempre amado y siempre triste!
¡Aun murmurado en lágrimas que en suspiros persiste!
Cuando descubro el mío también yo me estremezco,
alguna atroz desdicha lo persigue de cerca.
Recorriendo las líneas derrámanse mis ojos
guiados por una triste variedad de dolores.
¡De amor ardiendo o bien mustia en mi lozanía,
en un convento sola, y en tinieblas perdida!
La religión severa calmó indómitas llamas,
de la pasión murieron aquí el Amor, la Fama.


Mas escríbeme todo para que unirse puedan
todos nuestros suspiros, mis penas a tus penas.
Ni enemigos, ni dichas, ese poder nos roba,
¿y Abelardo podrá ser menos bondadoso?
Las lágrimas son mías, no pretendo ahorrarlas,
reclama el amor llantos que en la oración sobraron.
Mis ojos no persiguen otra labor amable;
lo que pueden hacer sólo es leer y llorar.


Comparte mi dolor, admite ese consuelo;
¡ah, más que compartirlo dame toda tu pena!
Enseñó a escribir cartas el Cielo a desdichados,
a doncellas cautivas, a amantes desterrados:
inspirados de amor, respiran, hablan, viven,
constantes a su fuego, el alma enardecida;
desea vincularse la virgen sin temor,
eximir los rubores, dar todo el corazón,
avivar intercambios suaves del alma al alma,
del Polo hasta las Indias propagar su ansiedad.


Cuando el amor llegó con nombre de amistad,
sabes con qué inocencia sentí tu primer llama;
con virtudes angélicas te formó mi conciencia,
la emanación total de un bello entendimiento.
Esos ojos sonrientes, atenuando sus rayos,
brillaban con dulzura de una luz celestial.
Te contemplé inocente: tu canto el Cielo oyó;
las verdades divinas las enmendó tu voz.
De labios semejantes, ¿qué preceptos no encantan?
Bien pronto me enseñaron que no es pecado amar:
retorné a los senderos de los sentidos goces,
no quise hallar un ángel, lo que amaba era un hombre.
De los santos la dicha, vaga y remota veo;
ni les envidio el Cielo que por ti sólo pierdo.


Inducida a casarme, recuerdo que exclamaba:
¡Maldigo toda ley que el amor no ha inventado!
Liviano como el aire frente a lazos terrestres
abre alas el amor, y en un momento vuela.
Riqueza, honor aguardan a la fiel desposada;
augustos son sus actos, venerada su fama;
transformará todo eso la pasión verdadera.
¿Qué son para el amor, fama, honor y riquezas?
Y cuando profanamos del Dios celoso el fuego,
para vengarse inspira un amor sin sosiego,
y ordena equivocados lamentos a mortales
que buscan el amor y solitarios aman.
Si el dueño de este mundo sucumbiera a mis pies,
despreciaría todo, su trono y sus riquezas:
ser yo la emperatriz de César no quisiera,
sólo del hombre que amo la amante quiero ser,
y si es que existe un nombre, todavía más libre
y más enamorado, por ti lo llevaría.
¡Oh dicha afortunada! Cuando se atraen las almas,
cuando el amor es libre y la ley natural:
entonces poseer, ser poseída, no es
un vacío vehemente, un dolor en el pecho;
los pensamientos se unen al salir de los labios,
y mutuos los deseos del corazón renacen.
Esto podrá ser dicha, si es que en el mundo existe,
la dicha que una vez fue de Abelardo y mía.


¡Ah, cómo cambió todo! ¡Un nuevo horror asciende:
un amante desnudo yace atado, lo hieren!
¿Dónde estaba Eloísa y su voz y su mano,
su puñal deteniendo el horrible mandato?
¡Ah, Bárbaro, detente!, y el ultraje refrena,
si el crimen fue común, que lo sea la pena.
Muda ya de vergüenza, reprimido el furor,
dejo que hablen mis lágrimas, mis ardientes rubores.


¿Podrías olvidar aquel solemne día,
cuando al pie del altar, yacíamos las víctimas?
¿Podrías olvidar qué lágrimas cayeron
diciendo adiós al mundo con juventud ferviente?
Cuando con fríos labios besé el velo sagrado,
palidecieron lámparas, temblaron los altares.
Se asombraron los santos al oír mis promesas;
la conquista lograda vaciló en creer el Cielo,
y a los tristes altares cuando yo me acercaba,
no en la cruz, en tus ojos, mis ojos se clavaban.
Ni indulgencia ni celo pedía, sino amor;
y si pierdo tu amor habré perdido todo.
Con miradas, palabras, ven, alivia mi pena;
todo eso para darme por lo menos te queda.
En ese amado seno deja que me demore
bebiendo el delicioso veneno de tus ojos,
en tu labio anhelante, abrazada a tu pecho;
dame lo que tú puedas — y soñaré yo el resto.
¡Ah, no!, más bien instrúyeme a gozar de otras cosas,
y con otras bellezas encántame los ojos.
Muéstrame claramente la morada suntuosa;
que Abelardo se aleje de mi alma y busque a Dios.


Piensa que tu rebaño merece tu cuidado,
niños en tu oración, plantas entre tus manos.
En la primera edad del vasto mundo huyeron
buscándote en montañas e infinitos desiertos.
Elevaste altos muros; y el desierto sonrió,
abriose el Paraíso en el yermo, en las sombras.
Ningún huérfano vio los bienes de su padre
irradiar esplendores sobre nuestros altares;
ningún santo de plata de algún avaro obsequio
sobornó acá la ira de un defraudado Cielo;
simples son nuestros techos, piadosas construcciones,
vocales solamente de elogios al Creador.
Entre estos muros tristes (que atan los días solos),
de agujas coronadas, con musgos estas bóvedas
donde terribles arcos tornan días en noches
y confusas ventanas vierten luz majestuosa,
tus ojos difundían rayos conciliadores
y alegraban las horas con fulgores de gloria.
Ningún rostro divino nos trae ahora dichas,
todo es dolor turbado y lágrimas continuas.
En los otros que rezan yo busco mi fervor,
(¡Oh fraude tan piadoso de caridad, de amor!)
y ¿por qué depender de oraciones ajenas?
¡Ah, tú, que eres mi padre, mi hermano, esposo, ven!
Y deja que conmueva con numerosos nombres,
hija, hermana y esposa, congregados, tu amor.
Reclinados en rocas esos pinos oscuros
murmuran en el viento y ondulan en la altura,
los arroyos que vagan brillando entre montañas,
las grutas que hacen eco a los torrentes de agua,
jadeantes en los árboles, los moribundos vientos,
por la brisa ondulada el lago estremecido:
todas estas escenas a meditar no inspiran
ni entregan al descanso la visionaria virgen.
Entre las arboledas nocturnas y las grutas,
sonora es la aflicción, se entremezclan las tumbas,
y la Melancolía inmóvil nos prodiga
un silencio de muerte y un reposo temible;
su lúgubre presencia ensombrece estos ámbitos,
entristece las flores, oscurece los pastos,
de las altas cascadas los murmullos ahonda
e inspira un más profundo horror entre los bosques.


¡Quedaré para siempre en este claustro, siempre!
¡Qué entristecida prueba de amor y de obediencia!
Sólo podrá la muerte romper eternos lazos:
y aun permanecerá mi frío polvo aquí,
con todas sus flaquezas, sus llamas sometidas,
cuando no sea un crimen que a las tuyas se mezclen.


¡Desdichada! Me creen de Dios, en vano, esposa:
¡soy consabida esclava del amor y del hombre!
¡Cielo, asísteme! ¿Cómo nace en mí esta plegaria?
¿Nace en mí por piedad o por desesperanza?
Aquí donde la helada castidad se retira,
el amor halla altares con fuegos prohibidos.
El arrepentimiento no me aflige bastante;
lloro por el amante y no por el pecado;
considero mi culpa, su visión me enardece,
me arrepiento de goces pasados, quiero nuevos:
ora contemplo el Cielo, lloro ofensas antiguas,
ora pensando en ti, mi inocencia maldigo.
¡De tantas enseñanzas pérfidas para amantes,
la ciencia más difícil, sin duda, es olvidar!
¿Podré olvidar el crimen sin perder la razón?
¿Aborrecer la ofensa y amar al ofensor?
¿Del pecado arrancar el adorado objeto?
¿Podré yo distinguir nuestro amor de la pena?
¡Tarea irrealizable, abjurar su pasión
para alguien que ha perdido como yo el corazón!
Antes que llegue mi alma a un apacible estado
¡cuántas veces tendrá que amar y detestar!
La desesperación, el pesar, la esperanza,
el desdén logran todo, todo salvo olvidar.
Si el Cielo se apodera del alma le da llamas,
no la toca, la rapta; la inspira, no la apaga.
¡Oh, enséñame a vencer a la naturaleza,
renunciar a mi amor, a mi vida — a la nuestra!
Llena mi corazón con la imagen de Dios;
puede rivalizar y sucederte Él sólo.


¡Feliz es el destino de la Vestal sin culpas!
Por el mundo olvidada, se olvidará del mundo:
eterna luz del sol, inmaculada mente,
aceptadas plegarias, resignados deseos;
labores y descansos puntualmente cumplidos;
"obediencia del sueño, que llora o que despierta"
deseos sosegados, siempre iguales afectos,
lágrimas que deleitan y que inspiran el Cielo.
La gracia la circunda, la iluminan sus rayos,
le dan sueños dorados ángeles en voz baja,
la rosa del Edén que eternamente brilla
y alas de serafines con perfumes divinos;
por ella blancas vírgenes epitalamios cantan;
oyendo celestiales arpas ella se muere;
con visiones de eterno día se desvanece.


El alma errante emplea otros sueños distintos,
otros arrobamientos de una profana dicha:
al fin de cada día triste y atormentado
devuelve la venganza ilusiones robadas;
entonces la conciencia dormida ya está libre,
y mi alma sin sus lazos se entrega toda a ti.
¡Maldecidos horrores de la noche consiente!
¡Con qué esplendor exalta el pecado deleites!
Demonios tentadores suprimen restricciones
y reavivan en mi alma las fuentes del amor.
Yo te escucho y te veo, estudio tus encantos
y enlazo tu fantasma con mis ávidos brazos.
Despierto — y ya no te oigo, no te contemplo ya,
me esquiva tu fantasma, como tú, sin bondad.
Clamo en voz alta el nombre: no escucha lo que digo
si le tiendo mis brazos vacíos se desliza.
Para soñar de nuevo cierro mis ojos dóciles;
¡surgid, amados fraudes, vosotras, ilusiones!
¡Ah!, no, ya me parece que vagando seguimos
llorando nuestras penas, entre páramos tristes,
donde hay pálidas hiedras y una ruinosa torre,
y ahondando el abismo oscurecidas tocas.
Te elevas de repente; me llamas desde el Cielo;
las nubes se interponen, braman olas y vientos,
me estremezco gritando, la misma pena encuentro;
me despierta el dolor que había abandonado.


Severamente buenas, por ti ordenan las Parcas
del placer y la pena la fresca interrupción;
larga muerte tu vida, calmo y fijo reposo;
ni la sangre se aviva ni el pulso se enardece:
tranquila como el mar antes que hubiera viento,
o espíritus que ordenan al agua movimientos,
dulce como los sueños de un perdonado santo,
de un Cielo prometido, como el destello suave.


¡Ah, ven aquí, Abelardo, no tienes que temer!
La antorcha de Afrodita no arde para los muertos.
¡Refrenado el deseo seremos condenados;
permanecerás frío—, aunque Eloísa te ame!
Llamas sin esperanza, eternas como aquellas
que iluminan los muertos y las urnas estériles.
¡Ah, qué imágenes surgen donde clavo mi vista!
Mis amadas ideas sin cesar me persiguen,
se elevan entre árboles, frente al altar se elevan,
oscureciendo mi alma ante mis ojos juegan;
gasto la luz del alba, suspiro por tu amor,
tu imagen se intercala entre mi Dios y yo,
parecería que oigo tu voz en cada cántico,
las cuentas del rosario van marcando mis lágrimas.
Cuando fragantes nubes del incensario vuelan
y el sonido del órgano profundo mi alma eleva,
de ti un solo recuerdo elimina la pompa;
confunde los altares, cirios y sacerdotes;
mi alma se hunde y se ahoga entre mares de llamas,
mientras tiemblan los ángeles, y los altares arden.


Mientras estoy postrada, con una pena humilde,
la virtud de las lágrimas en mis ojos se aflige.
Mientras que imploro, trémula, rodando sobre el polvo
una incipiente gracia se abre en mi corazón.
Ven aquí si te atreves, con todos tus encantos,
y oponiéndote al Cielo dispútale mi alma;
con tus alucinantes ojos mírame, ¡ven!
Borra cada brillante idea de los Cielos,
toma todas mis lágrimas, mi gracia y mi tristeza;
toma los infructuosos castigos y oraciones;
mientras asciendo, ráptame de las santas mansiones,
asiste a los demonios y arráncame de Dios.


¡No!, huye de mi lado — a distancias polares;
eleva entre nosotros océanos, los Alpes.
¡Ah!, no vengas, no escribas y no pienses en mí,
no compartas ni un ansia que por ti yo he sentido,
renuncio a tus promesas, tu memoria abandono;
renuncia a mí, olvídame, otórgame tu odio.
¡Semblante seductor (que aún miro), bellos ojos,
pródigo amor, dilectos pensamientos, adiós!
¡Oh Virtud celestial, oh Gracia tan serena,
maravilloso olvido de las tristes tareas,
hija del firmamento, luminosa Esperanza,
resplandeciente Fe, temprana eternidad!
Entrad, amables huéspedes, todos los apacibles,
envolvedme en eterno descanso: recibidme.


Contemplad en la celda a Eloísa extendida,
inclinada en penumbras de la muerte vecina.
En el viento más tenue un espíritu clama,
voces que no son ecos entre los muros hablan.
Aquí, mientras vigilo lámparas moribundas
de vecinos sepulcros, oigo oscuros murmullos,
"¡Hermana, ven, hermana, (parece que dijeran)
este lugar es tuyo, hermana triste, ven!
Temblé, lloré y recé una vez como tú,
víctima del amor aunque ahora soy pura.
Mas todo es calma en este sueño eterno;
aquí el Amor, la Pena, olvidan sus lamentos,
aun la Superstición pierde todo temor,
pues absuelve estos males no el hombre sino Dios".


¡Ah! ya voy, preparad las rosadas glorietas,
las celestiales palmas, las flores sempiternas,
donde haya pecadores que encuentren su descanso,
donde las refinadas llamas arden seráficas.
Y tú, Abelardo, al último oficio triste asiste,
suaviza mi trayecto a los reinos del día;
mira mis labios trémulos, mis ojos que se inquietan,
besa mi último soplo, toma mi alma que vuela.
¡Ah!, no — con las sagradas vestiduras aguarda,
con el cirio piadoso en tu mano temblando,
presenta al crucifijo mi levantada vista,
enséñame y aprende de mí misma a morir.
Y contempla a Eloísa — ¡la que un día fue amada!
Entonces no será ya un crimen contemplarla.
¡Ved!, dejan mis mejillas las transitorias rosas,
y el último destello languidece en mis ojos,
hasta que no queden ni pulso ni suspiro
y no seas amado, mi Abelardo, por mí.
Muerte grande, elocuente, solamente nos pruebas,
si amamos a los hombres, que es polvo el amor nuestro.


Después, cuando el destino tu semblante destruya
(la causa de mis dichas y de todas mis culpas),
en extático trance que se extingan tus ansias,
nubes brillantes bajen, los ángeles te guarden,
que el brillo de la gloria baje del Cielo abierto,
como yo enamorados, que los santos te besen.


Que ampare nuestros nombres una tumba afectuosa,
a tu fama inmortal agregando mi amor.
Dentro de muchos siglos, pasadas ya mis penas,
cuando mi corazón belicoso esté quieto,
si dos enamorados vagando trae la suerte
a estas fuentes y muros blancos del Paracleto,
unirán sus cabezas sobre el pálido mármol,
bebiendo uno del otro las abrasadas lágrimas,
con temor compasivo, presiento que dirán,
"No tengamos que amarnos como éstos han amado".


En medio de los salmos del numeroso coro,
del sacrificio horrible que engrandece la pompa,
en las desnudas piedras, si unos ojos amantes
se posan donde nuestras frías reliquias yacen,
del Cielo robará con devoción momentos
una lágrima humana, que será perdonada.
Y si el destino quiere que un poeta futuro
en su suerte y la nuestra halle similitudes,
condenado por años a deplorar la ausencia,
a imaginar encantos que ya no habrá de ver —
si existen otros seres que tanto tiempo aman —
deja que nuestra tierna y triste historia cante;
dirá mejor mi pena el que mejor la sienta,
y calmarán sus cantos mi pensativo espectro.

 

Ah, lo que dice la sentencia de Pope es esto: ¿Qué es la fama? Una vida imaginada en el aliento de los demás. O en traducción más literaria de Gregorio González Azaola (1821): ¿Y qué viene á ser la fama? Una vida imaginaria que respira en los demás.

***

lunes, 12 de agosto de 2024

LA HISTORIA DE ROMA EN 21 MUJERES, Emma Southon

Ejemplar del KM
Traducción: Marc Figueras
Emma Southon tiene gran facilidad para contar y escribe muy bien. Leer esta reivindicación de 21 mujeres romanas resulta tremendamente ameno, y en ocasiones, verdaderamente divertido. Ahora bien, si alguien espera encontrarse ante una historia de la antigua Roma en este libro, puede llevarse una gran decepción, porque lo que hay en él es una historia de, efectivamente, 21 mujeres, algunas de ellas ciertamente importantes en la historia de aquella época y otras no tanto, o, simplemente, anecdóticas. 

Y es que los títulos no siempre se colocan para indicar el verdadero contenido del texto, sino para llamar la atención y vender más ejemplares. A nadie, por ejemplo, se le ocurriría pensar que va a encontrarse una historia de Roma leyendo a Suetonio y su Vida de los doce césaresO que las Vidas paralelas de Plutarco puedan valer para que tengamos una idea cabal de las historias de Roma y Grecia. Son lo que son, tenían una intención clara y valen para lo que valen, pero de ninguna manera son una historia de Roma. 

La de Southon también tiene una intención, que es la de poner en primer plano unos cuantos nombres y recordar que también deben de ser tenidas en cuenta las mujeres. Más allá de esto, para escribir una historia de la época, pueblo o cultura de la que queramos ocuparnos, es necesario consultar y contrastar fuentes que nos den información de la economía, la política, la sociedad, la creación cultural, la vida cotidiana, las costumbres, las creencias, la organización administrativa, las relaciones internacionales, los conocimientos científicos y hasta de sus conflictos militares. Y, después,  redactar de forma que aglutinemos con coherencia la información manejada, de tal manera que ofrezcamos un friso amplio que pueda explicar la historia de esa sociedad.

Sea como fuere, y aunque a veces la escritura de Southon resulte excesivamente familiar, lo cierto es que, como trabajo de divulgación y reivindicación feminista, es eficaz y accesible a cualquier tipo de público, especialmente a toda esa multitud de personas que nunca se acercará a un texto académico de historia. Dicho esto, a mí, de todos los capítulos, el que más me ha gustado es el que dedica a Julia Balbila, poeta de la que solo tenemos unos pocos versos... gracias a que los dejó grabados sobre las piernas de los colosos de Memnón, y que Wikipedia los recoge en la entrada que dedica a la poeta:



 Por cierto, para quienes tengáis interés por las mujeres romanas de la antigüedad, en la página titulada CONDITIO FEMINAE I. MARGINACIÓN Y VISIBILIDAD DE LA MUJER EN EL IMPERIO ROMANO, de la Universidad de Sevilla, disponéis de 250 biografías de mujeres, eso sí, 
breves. La traducción de los versos de Balbila y algunas notas aclaratorias podéis leerlas en esta página.

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viernes, 19 de julio de 2024

EL MUNDO ENTRE EL AMOR Y LA LOCURA


  Un autor desconocido en un pequeño museo de provincia, Museo Fenaille (Rodez). No se trata de una obra maestra. No estamos ante unas pinceladas geniales. No es un lienzo por el que se pagarían millones en una subasta. Ni tan siquiera sabemos quién pintó este óleo, la cartela solamente indica que es de la escuela francesa del XVII y su título: Le monde entre l'Amour et la Folie. 

Eso es lo genial. Quien quiera que lo haya realizado, sintetizó en una imagen ese vaivén de fuerzas contrapuestas que mueven el mundo, es decir, la sociedad. A veces el impulso hacia la cordura, el amor y la solidaridad; en otras ocasiones, todo lo contrario. Una idea que expresa muy bien quiénes somos y dónde estamos.

En cualquier día, en cualquier momento, podemos encontrar ejemplos de ambas actuaciones. Diría más: cualquiera de nosotros, pequeños seres humanos sin importancia, puede descubrir en sí mismo actuaciones de un lado y del otro. Gestos llenos de altruismo y generosidad y otros que hubiera sido mejor no haber realizado nunca. 

Otra cosa es qué lado sea el que predomine. Y eso también se ve fácilmente en las personas consideradas individualmente. Lo mismo ocurre con las sociedades y con las épocas históricas. Las hay dominadas por el empuje desinteresado y constructivo, mientras que otras están claramente inclinadas hacia el egoísmo y la destrucción. 

Me temo que la bola del mundo está siendo movida estos últimos años por la peligrosa folie. A ver cuándo le toca empujar a l'amour y puedo quitar de una vez la imagen que hay bajo estas líneas. Me encantaría.

***



viernes, 5 de julio de 2024

POR QUÉ PUBLICO CON AMAZON

Editorial
Algunas personas me habéis preguntado por qué edito con Amazon después de haber publicado con Renacimiento, con Olé Libros y otras editoriales, digamos, materiales. La respuesta es muy sencilla: los sellos editoriales que todos conocemos como reales solamente se ocupan de los autores con éxito, es decir, aquellos que su nombre es suficientemente conocido y van a vender los títulos publicados sin ningún o muy poco esfuerzo por parte de la editorial, es decir, son rentables para la editorial y cualquier esfuerzo —enviar ejemplares a publicaciones especializadas y medios de comunicación, organizar presentaciones y entrevistas, y todo cuanto rodea el negocio del libro— que realicen va a tener respuesta inmediata en el número de ventas. Quienes no salimos en los medios de comunicación es como si no existiéramos y debemos ocuparnos de mover la mercancía por nuestra cuenta. Incluso si ofrecemos acercarnos por nuestra cuenta a la localidad donde se encuentra la editorial siempre y cuando la casa editorial corra con la organización de apalabrar una librería u otro local, solemos encontrar el silencio por respuesta. Ni tan siquiera el esfuerzo de contestar al correo enviado. 

Editorial
Ante esta situación, declino el esfuerzo de andar arrastrando ejemplares por las librerías de la zona en la que vivo y vender por mi cuenta los primeros cien para que la editorial de turno cubra los gastos. Yo no me dedico a vender libros. No soy vendedor. Tampoco tengo la necesidad de que nadie me conozca ni de recibir ningún halago evanescente. Mientras crea que tengo algo que decir y me divierta ponerlo por escrito, seguiré escribiendo, y lo colocaré en Amazon, donde cualquier persona interesada puede adquirirlo en el formato que mejor le convenga, pero donde no existe un gasto innecesario ni de esfuerzo ni de papel, porque si no hay demanda no se imprime nada y no hay gasto de ningún tipo. En cualquier caso, no existe esa dependencia un tanto esclavista de estar obligado a vender un número determinado de ejemplares para que a alguien que carece de interés en el texto le salga rentable la operación.

Amazon me permite ofrecer a quien pueda tener algún interés en mi poesía la posibilidad de leerla en papel, en formato digital e incluso gratuitamente a través Kindle. No van a ganar nada conmigo y yo no voy a perder el tiempo realizando presentaciones a las que sola asistan mis amistades. Cuando estas quieran que les presente algo nuevo ya lo haré tranquilamente sin tener a mi lado un puñado de libros amenazando su economía. Es decir, yo dispongo de mi propia libertad para seguir escribiendo si es que tengo algo que decir, sin preocuparme de otra cosa que no sea el acto creativo. Y Amazon, bueno Amazon no va perder nada conmigo, aunque tampoco va a ganar nada, pero ambos seguiremos haciendo lo que nos dé la gana sin interferencias ni sufrimientos.

***


sábado, 15 de junio de 2024

ACTOS GRATUITOS DE BONDAD


No he comentado ninguna película desde hace muchísimo tiempo, lo que no quiere decir que no vea películas, pero es cierto que siempre las tengo en un segundo plano, me interesa más la palabra escrita y eso se nota en este blog. Hoy voy a romper ese silencio porque quiero destacar una frase de uno de los personajes.

Testament es una comedia blanca con ribetes satíricos contra algunas de las formas de actuación y pensamiento posmoderno, más específicamente woke. Javier Ocaña en El País la califica de sátira reaccionaria contra lo woke. Tal vez el pensamiento único consista en que cada cual expresa su pensamiento sin poner la más mínima atención al pensamiento de los demás. O, acaso, el pensamiento crítico consista en criticar el pensamiento de los demás como falso y confuso, porque el único criterio válido es el nuestro. 

Ni voy a contar la película, ni voy a realizar una reseña. Solamente quiero dejar aquí una cita de la misma que, en mi opinión —nótese que hablo de mi opinión— es lo mejor de la película y algo que deberíamos tener siempre presente en nuestras relaciones con las demás personas que conforman nuestro universo personal.

Contextualizo: una residencia de gente mayor, una directora un tanto rígida que desde hace muchos años no tiene noticia de su hija, un profesor jubilado que también desde hace tiempo contempla la vida con distancia, y una serie de conflictos propios de este tiempo pospandémico. Después de unas cuantas situaciones cómicas propiciadas por lo que ocurre dentro y fuera de la residencia, el profesor jubilado se entera de la pérdida de la directora. Hace cuanto puede para localizar a la hija y lo consigue. La hija, que tiene un niño poco menor de un año, no quiere saber nada de la madre. El profesor, después de utilizar el argumento familiar y materno-filial sin éxito, aduce como quien no quiere la cosa: De vez en cuando hay que hacer actos gratuitos de bondad, son los que hacen la vida soportable para uno mismo y para los demás.

Repito: De vez en cuando hay que hacer actos gratuitos de bondad, son los que hacen la vida soportable para uno mismo y para los demás.

Si me dan a elegir, prefiero el conservadurismo de alguien que de vez en cuando realice actos gratuitos de bondad, a la progresía que de vez en cuando realice actos gratuitos de protesta. Bien entendido, por supuesto, que se puede ser progresista y realizar actos gratuitos de bondad al mismo tiempo que se denuncian situaciones injustas, porque lo fundamental no es la ideología, sino la persona. 

***





viernes, 14 de junio de 2024

EL ¿ESTOICO? BÉCQUER

Diversas ediciones
 La frágil salud de Bécquer le llevó en 1863 al monasterio de Veruela. Desde allí fue enviando cartas a El Contemporáneo, periódico para el que trabajaba. Entre la segunda y la tercera hay un lapso de tiempo mayor. Bécquer había tenido una recaída en su afección pulmonar. Una vez recuperado redacta la tercera que, además de tener un interés particular como poética del creador, supone un punto y aparte en su manera de enfrentarse de nuevo a la vida. Posiblemente, la recaída fue profunda y, una vez superada, sale de ella una persona más consciente de que cuanto tenemos es lo que vivimos en el ahora. 

Hay quien ve en ella un actitud pesimista y nostálgica y la relaciona con las rimas LXIX, LXI o LXVI:

¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
           de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
           sobre la roca dura;


los despojos de un alma hecha jirones
           en las zarzas agudas,
           te dirán el camino
           que conduce a mi cuna.


¿Adónde voy? El más sombrío y triste
           de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
           melancólicas brumas.


En donde esté una piedra solitaria
           sin inscripción alguna,
          donde habite el olvido,
          allí estará mi tumba.


Yo no lo veo así. No percibo pérdida ni lamento, más bien un posicionamiento estoico ante la conciencia de la muerte y el valor de la vida en todos y cada uno de sus momentos. Este es el final de la carta, que cada cual juzgue por sí mismo:

Desde que, impresionada la imaginación por la vaga melancolía o la imponente hermosura de un lugar cualquiera, se lanzaba a construir con fantásticos materiales uno de esos poéticos recintos, último albergue de mis mortales despojos, hasta el punto aquel en que, sentado al pie de la humilde tapia del cementerio de una aldea oscura, parecía como que se reposaba mi espíritu en su honda calma y se abrían mis ojos a la luz de la realidad de las cosas, ¡qué revolución tan radical y profunda no se ha hecho en todas mis ideas! ¡Cuántas tempestades silenciosas no han pasado por mi frente, cuántas ilusiones no se han secado en mi alma, a cuántas historias de poesía no las he hallado una repugnante vulgaridad en el último capítulo! Mi corazón, a semejanza de nuestro globo, era como una masa incandescente y líquida que poco a poco se va enfriando y endureciendo. Todavía queda algo que arde allá en lo más profundo, pero rara vez sale a la superficie. Las palabras amorgloriapoesía, no me suenan ya al oído como me sonaban antes. ¡Vivir!... Seguramente que deseo vivir, porque la vida, tomándola tal como es, sin exageraciones ni engaños, no es tan mala como dicen algunos; pero vivir oscuro y dichoso en cuanto es posible, sin deseos, sin inquietudes, sin ambiciones, con esa felicidad de la planta que tiene a la mañana su gota de rocío y su rayo de sol; después, un poco de tierra echada con respeto y que no apisonen y pateen los que sepultan por oficio; un poco de tierra blanda y floja que no ahogue ni oprima; cuatro ortigas, un cardo silvestre y alguna hierba que me cubra con su manto de raíces, y, por último, un tapial que sirva para que no aren en aquel sitio ni revuelvan los huesos.

He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida.

No obstante esta profunda indiferencia, se me resiste el pensar que podrían meterme preso en un ataúd formado con las cuatro tablas de un cajón de azúcar, en uno de los huecos de la estantería de una Sacramental para esperar allí la trompeta del Juicio, como empapelado, detrás de una lápida con una redondilla elogiando mis virtudes domésticas e indicando precisamente el día y la hora de mi nacimiento y de mi muerte.

Esta profunda e instintiva preocupación ha sobrevivido, no sin asombro por mi parte, a casi todas las que he ido abandonando en el curso de mi vida, pero, al paso que voy, probablemente mañana no existirá tampoco, y entonces me será tan igual que me coloquen debajo de una pirámide egipcia como que me aten una cuerda a los pies y me echen a un barranco como un perro.

Ello es que cada día me voy convenciendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí.


Tal vez esté confundido, pero yo creo percibir al poeta más próximo a la ataraxia que a la desesperación. Podéis leerla completa aquí. O que os la lean en este audio.

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jueves, 6 de junio de 2024

FILOSOFÍA, FELICIDAD Y SENTIDO COMÚN

Parece mentira que haya que decir estas cosas, pero con tanto vendedor de humo y autoayuda —ahora, crecimiento personal— habrá que seguir repitiéndolas. Lou Marinoff, el profesor de filosofía del City College of NY, incitaba al público a leer más a Platón y consumir menos prozac. Toda la filosofía, en realidad, es un ejercicio de búsqueda del sentido común y de enriquecimiento personal; como lo es, igualmente, toda la literatura (hablo de literatura, no de pasatiempo).

Pongo un solo ejemplo, porque es muy conocido y resulta ejemplar en sus extremos: estoy absolutamente convencido de que la muy solitaria y muy aislada vida que llevó Emily Dickinson fue mucho más plena y más rica que la de la inmensa mayoría de quienes vivimos hoy en entornos hiperconectados, luchando a neurona partida contra el avasallamiento de las casas comerciales que nos quieren convencer de la excelencia de las naderías que venden, defendiéndonos de la estupidez sublime de las falsas noticias y embustes varios (¿hay que decir fakes?) que promueven en turnos sincronizados grupos excrementicios y clase política que no merece ese nombre.

Repitámoslo de otra manera: más cultura y menos sandeces.

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lunes, 3 de junio de 2024

LITERATURA Y ENTRETENIMIENTO

Editorial

Editorial
 No es necesario ser un lince para darse cuenta de que hay una enorme diferencia entre unos libros que están escritos para que pasemos un buen rato leyéndolos, sean del género que sean, si bien generalmente son textos narrativos, y otros que, además de entretenimiento, nos ofrecen mucho más, incluso nos exigen mucho más. Los primeros sirven para pasar el rato; los segundos nos dan una visión del mundo, es decir, nos enseñan a descubrir aspectos de la realidad o de nosotros mismos. Estos son los que forman parte de la historia de la literatura. Los otros no van más allá de ser un producto comercial, que pueden estar incluso muy bien escritos, pero que nunca formarán parte de la historia colectiva de la humanidad. 

Ya sé que esta no es una idea novedosa, aunque de vez en cuando sea necesario recordarla para no caer en la falacia de pensar que Murasaki, Cervantes, Austen o Flaubert son equivalentes a algunos de los muchos nombres que llenan los espacios de muchas librerías en la actualidad o firman libros en alguna feria. Está muy bien vender libros y ganarse la vida escribiendo, pero conviene diferenciar entre lo que es actividad mercantil y actividad intelectual, aunque en ocasiones se den las dos al mismo tiempo.

En el libro de Gomá podemos leer: Llamamos artistas a quienes, por una inspiración misteriosa, completan con la imaginación las cuarenta piezas que faltan a la experiencia y, como si ya estuvieran colocadas las cincuenta del total, son conmovidos por la visión resultante, que ensambla la pluralidad desordenada de los fragmentos y les da por primera vez unidad de sentido. Y más adelante: Escritos a secas es aquella persona que ha aprendido el oficio de poner una palabra después de la otra y componer con ellas un texto, mientras que poeta es aquel escritor con vocación cuyo texto, además de bien redactado, plasma la imagen del mundo que ha conocido en el curso de la visión. 

En el breve ensayo de Rorty, el primero de los que aparecen recogidos en el libro de Kairós (Filósofos, novelistas y comparaciones interculturales: Heidegger, Kundera y dickens) se va más allá y se defiende la idea de que podemos apreciar mucho mejor la visión del mundo y la transmisión de ideas a través del trabajo de los poetas que de los profesionales encargados de la tarea, es decir, de los filósofos. Para eso inicia su argumentación apoyándose en una cita de Kundera a través de la cual podemos entender que para comprender en qué fallaron las expectativas de la Ilustración, no es a Horkheimer Adorno a quienes debemos leer, sino a Flaubert. Quien lo dice es un filósofo, no un poeta.

Lo que quiero destacar con este par de citas es que la Literatura (es decir, la que hacen los poetas; no la que practican quienes tienen por oficio escribir), además de ser una fuente inagotable de placeres estético-intelectuales, es, y ahí reside la diferencia sustancial, una inmensa lección de humanidad donde aprender del mundo y sus problemas, de lo que somos y nos configura, de lo que nos rodea y de cómo afrontarlo. La Literatura, en definitiva, nos descubre el placer de encontrarnos y reconocernos. 

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jueves, 9 de mayo de 2024

ROSA ES UNA ROSA ES UNA ROSA, o muchas cosas más

¿Es Rosa una rosa? ¿Es la rosa solamente una rosa?

El poema "Sacred Emily" (Sagrada Emilia), de Gertrude Stein, descompone, reordena y consigue que nos preguntemos por el significado de las palabras, es decir, por su aspecto más esencial, pues las palabras comportan significados. A través de la repetición, Stein desafía las estructuras y significados lingüísticos tradicionales. En este sentido, el que sin duda es su más famoso verso, Rosa es una rosa es una rosa, consigue recordarnos mediante la insistente repetición que las palabras suelen estar moldeadas por el contexto en el que se desenvuelven.


No obstante, no es este frente, con ser el importante, el que me interesa resaltar aquí —si queréis un análisis detallado del poema, lo tenéis aquí—, sino ese otro que suelen abrir este tipo de versos contundentes, muy expresivos, que se quedan agarrados a la memoria de tal manera que terminan convirtiéndose en universales y desarrollando su propia familia de entrecruzados significados y alusiones. O dicho de otra manera, acaban desarrollando conversaciones de lo más fructíferas y sugerentes.

El poema data de 1913. En 1916, otro vanguardista, Vicente Huidobro, —no podría decir si conocía el poema de Stein o no—, aludía en su "Arte poética" al tema del significado y las palabras utilizando otra vez la rosa:

                           Por qué cantáis la rosa, ¡oh, Poetas!
                           Hacedla florecer en el poema 

En 1919, Juan Ramón Jiménez, este sí conocía el poema "Sacred Emily", hacía votos para impedir la disolución simbólica de la rosa con tanto manoseo por parte de poetas obsesionados con la idea romántica de la flor: 

                                         EL POEMA, 1

                            ¡No le toques ya más,
                            que así es la rosa!

Y en esta historia estaba yo, es decir, en eso de si la palabra rosa designa una flor o un sentimiento o una idea o una persona o todo al mismo tiempo o solamente lo que quien escribe desee que designe, cuando de repente me acordé de la canción de Mecano, el grupo más carismático del panorama musical de los años 80 en España, que también conocía el poema de la americana, y que se decidió a formar parte de la conversación con este tema e introdujo un nuevo punto de vista en la discusión,  el de los lados opuestos de la realidad:


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jueves, 2 de mayo de 2024

BARUCH ESPINOZA, Ética

Librerías
 Creo que el empujón definitivo para leer la Ética de Spinoza me vino dado por la insistencia de los románticos, especialmente Goethe, en su creencia descreída, además de disponer del tiempo suficiente como para leer de forma atenta y con lápiz en la mano, porque la Ética es muy exigente y reclama toda la atención, que es una manera de decir que no es fácil de leer. 

De toda ella, y perdonadme la redundancia, lo que más me ha interesado ha sido la parte ética, esto es, los libros III y IV, los que están dedicados al origen y naturaleza de los afectos y a la servidumbre humana y la fuerza de los afectos, es decir, todo cuanto tiene que ver con nuestro comportamiento en relación con nosotros mismos y con la sociedad en la que vivimos. 

Toda esa cosa de Dios como concepto que no necesita del concepto de otra cosa para formarse, y como absolutamente infinito que no contiene ninguna negación, y lo de que todo cuanto es es en Dios y sin Dios nada puede ser ni concebirse, pues está muy bien como desarrollo argumental para lo que vendrá después y, especialmente, para quienes creen, pero no participan del dogma de ninguna iglesia, para quienes necesitaban una teología sin la teología dogmática y constreñidora de las creencias del siglo XVII europeo, que eran muchas y todas muy tozudas.

Pero no pretendo inclinar a nadie a cambiar sus creencias, allá cada cuál con las suyas, forme parte o no de alguna comunidad religiosa. Y en cuanto a explicar su contenido, remito a una bibliografía que me parece muy solvente en función de la situación de partida de cada persona:

-Spinoza, capítulo de media hora correspondiente al programa de divulgación This is Philosophy. Conceptos bien explicados, muy dinámico. Vale para levantar las ganas de leer al holandés. Necesitáis daros de alta para acceder a RTVE play.

-Curso de Filosofía: Spinoza, doctrina ética. Audio muy bien hecho. 40 minutos en los que se explica con absoluta solvencia y rigor lo fundamental del libro. Como se trata de un curso, hay más capítulos dedicados a Spinoza y su pensamiento: Spinoza y sus tres grados de conocimiento.Metafísica.Baruch Spinoza, introducción a su vida y pensamiento.,Spinoza, el MalditoPolítica de Spinoza, el capitalismo holandés.Baruch Spinoza, Ética (selección leída de textos).. Muy completo.

-Historia de la filosofía IV, Baruch Spinoza. De Frederick Copleston. Un clásico que conviene tener siempre a mano. 

-Spinoza: Filosofía práctica. Deleuze. Muy bueno, pero no creo que esté al alcance de cualquier lector que no haya sido iniciado en la lectura de textos de filosofía.

-El milagro Spinoza. Frédéric Lenoir. Sin ninguna duda, el mejor libro para conocer el pensamiento y alcance de la obra espinosista. Divulgación de muy alta calidad apta para todos los públicos. Claro, riguroso y sencillo. La mejor opción para empezar. Incluso para engancharse definitivamente.

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sábado, 13 de abril de 2024

A PROPÓSITO DE "El espesor de la herida"

Hace muy poco tiempo le decía a un amigo que existen muchos tipos de lectores y que cada cual entiende como puede o quiere. Sin duda, hay lecturas muy diversas, incluso interesadas y perversas. Existen también, es cierto, textos difíciles, oscuros y herméticos sobre los que podemos especular mucho acerca del significado. Pero cuando el texto es claro y sencillo, no querer entender lo que el  texto dice, me parece, cuando menos, preocupante.

Viene esto a cuento de un comentario maleducado y malintencionado que he recibido acerca del poemario que publiqué el año pasado, El espesor de la herida. Dejando a un lado las expresiones insultantes, venía a decir la autora que era un texto en el que se igualaba la sublevación fascista con el régimen democráticamente establecido en 1931. 

Afirmar eso es no haber querido leer con la más mínima atención los poemas o, peor aún, tener mala intención.

Ciertamente, el poema central, el que habla del asesinato de mis abuelos, a quienes no conocí, pero sí conocí a mi padre, antes de terminar tiene estos dramáticos versos que, si solo leyéramos esas pocas palabras, podrían ser motivo tal vez para pensar otra cosa: Ciego de ira, / deja el internado / y se apunta a matar rojos. / Ni por Dios / ni por España, / por venganza.

En todas las guerras podemos encontrar gestos heroicos y altruistas. (Nota importante: no tomo por tales las acciones militares o similares en las que alguien se juega la vida y es capaz de eliminar no sé cuántos enemigos o poner fuera de funcionamiento no sé qué aparatos de matar del otro bando; considero acciones heroicas las de las personas que ponen en peligro su vida para salvar las de otras, sean o no de su bando, porque están convencidas de que es la vida lo que en última instancia debemos salvar). 

Es cierto, durante las guerras hay gestos y comportamientos que dignifican al ser humano. Pero no es lo habitual. Lo que suele ocurrir es que las guerras, más la guerras civiles, lo que estimulan y producen son acciones violentas, odio y un mayor enconamiento en las posturas. Por desgracia, no son las respuestas cariñosas, ni amables, ni civilizadas, ni racionales las que se producen en medio de un conflicto. De cualquier conflicto.

No conocí a mis abuelos, pero sí a mi padre, quien de no haber sufrido la pérdida violenta de los suyos en un acto nocturno y rastrero cuando todavía no había cumplido los 15 años, de ninguna manera habría formado parte del ejército sublevado y tal vez nunca hubiera formado parte de esa masa de población que durante el franquismo se situaba políticamente en lo que podemos definir como derecha. Simplemente, era una persona de las que hoy consideraríamos tradicional. 

De lo que estoy absolutamente seguro es de que su posicionamiento durante el conflicto fue una consecuencia del daño recibido. Y como él, muchos miles más. En un bando y en el otro. Evidentemente, nadie lo puede negar, muchos más en el lado republicano, porque fue el de los sublevados el que terminó ganando la guerra.

De eso básicamente es de lo que el poemario habla, de las consecuencias que la violencia genera una vez que se desata. Y se habla del dolor inmenso que provoca —"Nieve negra", "El orden de la vida"...—, y del sinsentido que supone —"Las víctimas se preguntan"— y de la profunda falsedad de la victoria —"Desolación de la victoria"; No hay mayor derrota / que el éxito alcanzado / exterminando vidas—. Y del necesario trabajo conjunto de todas las personas que componemos la sociedad para cimentar un mundo mejor y sin violencia —"Venid": Venid y hagamos un pacto con nuestros mejores gestos e intenciones. /Un pacto como un abrazo sin fisuras. / Un pacto donde tengan sentido las palabras. / Venid / e intentemos un futuro sin hipótesis con todas las manos—.

Sinceramente, creo que el mensaje colaborativo, solidario y pacifista no es que sea claro y evidente, sino prístino, desde el comienzo hasta el final. No querer entenderlo así me parece preocupante.

Y si alguien desea escribir algún comentario, que no lo haga anónimamente y que mantenga las elementales normas de cortesía y educación. Muchas gracias.

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jueves, 11 de abril de 2024

NO NECESITO UN DIOS PARA SER BUENA PERSONA

Antonio Colinas, en su hermoso Tratados de armonía, p. 39, escribe lo siguiente: 
Pocos nos han dejado como Rilke una visión tan lúcida de la soledad y de sus frutos. El solitario puede recibir, según Rilke, de la soledad una condena y dos dones. La condena es la que le puede llegar de los enemigos de la soledad, de aquellos que no dejan de acorralarle como si fuera, nos dice, «un animal cuya caza estuviera abierta». Los dones son dos: la gloria y la santidad. La gloria es engañosa, es difícil sustraerse a ella. Con la gloria pagan al solitario los enemigos de la soledad cuando ven que no pueden destruirlo. (El cazador mitifica a la presa extraordinaria cuando observa que no le puede dar alcance). Así que la gloria es también un peligro: «No pidas a nadie— continúa Rilke— que hable de ti; ni siquiera con desdén. Y si con el tiempo oyes que tu nombre circula entre los hombres, permanece indiferente. Piensa que se ha echado a perder y recházalo. Búscate otro cualquiera, para que Dios pueda llamarte en plena noche. Y no lo digas a nadie». Es la llegada a la difícil santidad, el vivir las «grandes correspondencias». Lao Zi no escribió unas palabras tan duras y tan bellas.

Admiro a Antonio Colinas como escritor y Rilke me parece uno de los grandes poetas del siglo XX. Eso no quiere decir que comparta su pensamiento, su manera de entender, en este caso, de creer. Sí participo de aquello que anunciaba en un tono un tanto hiperbólico el Eclesiastés: Vanidad de vanidades, todo es vanidad, y sobre lo que el autor de los Sonetos a Orfeo nos advertía. Si le quitamos el todo, el aserto sería más certero. Es cierto que la vanidad es mucha, especialmente en el mundo de la creación y del espectáculo, pero no todo, ni en todas partes, ni afecta a todas las personas por igual. Sí estoy de acuerdo en lo que respecta al aislamiento y a la huida del halago. La soledad es absolutamente necesaria mientras se está creando (necesitamos la concentración y el silencio cuando estamos realizando cualquier tarea de tipo intelectual, por nimia que sea). Del halago, "de la gloria", hay que huir como de la peste y, si alguna vez se presenta, mantener buenas dosis de humildad para no caer en el ridículo.

Lo que me resulta difícil de entender es la pretensión de unir sensibilidad con trascendencia. Cada cual puede creer en lo que quiera, siempre y cuando respete a quienes le rodean. Lo que no es aceptable de ninguna manera es conectar bondad, belleza, equilibrio, perfección, armonía, verdad... con la espiritualidad, con la fe, como si quienes profesamos el agnosticismo fuéramos incapaces de percibir la belleza del mundo y no pudiéramos llegar a comprender la bondad de las acciones humanas. Para apreciar una obra de arte, un paisaje, unas palabras de cariño o empatizar con quien está sufriendo tan solo tenemos que utilizar alguno de nuestros sentidos y nuestra capacidad racional. No necesitamos de  ninguna espiritualidad religiosa para conmovernos hasta la médula.

Puedo comprender por qué un creyente habla de la santidad como el valor más elevado y lo coloca en la cima, pero no necesito dar el nombre de santa a la persona o al ejercicio de una acción que en su entrega a los demás llega a ofrecer su vida para salvar la de otra, a quien es capaz de ofrecer todo cuanto tiene en un gesto de amor o a quien en un ejercicio de compasión realiza cualquier acto que podamos calificar como heroico. Amor y bondad no son palabras exclusivas del vocabulario religioso ni del idealismo platónico. La entrega, la compresión, las virtudes éticas existen independientemente de la creencia o de la falta de ella que se tenga.

No necesito la ayuda de ningún dios ni de ninguna creencia religiosa para disfrutar de la lectura de la Biblia, del Corán, del Tao, del Baghdad Gita o el Canon Pali. No necesito ningún dios para apreciar las bellezas naturales y quedarme fascinado con los misterios del universo. No necesito ningún dios para comprender los beneficios de la práctica del perdón. No necesito ningún dios para saber que cualquier campana que doble lo hace por toda la humanidad, porque, efectivamente, nunca deberíamos comportarnos como islas, aunque en ocasiones necesitemos aislarnos para poder crear.

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