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viernes, 4 de abril de 2025

JOSÉ MARTÍ Y LA NIÑA DE GUATEMALA

El poema que aquí reproduzco pertenece a Versos sencillos. Este título lo publicó en Nueva York, durante el verano de 1891. Ese mismo verano será la última vez que vuelva a ver a Carmen Zayas Bazán, su esposa, y a su hijo José Francisco, que entonces contaba 12 años.

Me atrae de este poema la cantidad de suposiciones que podemos realizar por la forma en que se cuenta el hecho que se narra, la muerte de una niña. Podríamos preguntarnos, como Kant, aunque en un sentido, menos trascendente ¿qué puedo saber? Leamos primero el poema:


IX


Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirio los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín; la enterramos
En una caja de seda.

Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
Él volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
Él volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida,
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!


Martí no quiere decirnos nada más que lo que nos dice, que no es mucho y se reduce a esto: 
  • La niña es una mujer joven de Guatemala (donde "de Guatemala" puede indicar que era guatemalteca o que residía allí. Doy por implícito que "niña" es una forma afectiva de referirse a su corta edad, a su juventud, aunque tampoco se nos indique)
  • Ella "murió de amor", signifique esto lo que signifique (cuando se produjo la muerte ella estaba enamorada, se quitó la vida por amor, murió de profunda tristeza...).
  • La joven, en algún momento anterior, había hecho un regalo para demostrar su afecto a un hombre que después resultó que estaba casado (estrofa 3ª).
  • Era una persona importante y reconocida desde el punto de vista social, pues al entierro acudieron muchas personalidades y numeroso público(estrofa 4ª).
  • Una tarde se fue al río y apareció muerta.
  • Cuando él la niña se despidieron (¿qué tipo de despedida fue?¿podemos suponer que fue una despedida para siempre?) ella estaba afiebrada (6ª estrofa).
  • Según las dos últimas estrofas, el yo poético (¿podemos pensar en Martí?) y no la tercera persona del singular anterior, estuvo presente en el entierro y fue requerido por el enterrador.
La primera impresión que podemos recibir en una lectura rápida es que se trata de un poema de amor y de pérdida. Pero no de él, sino de ella. Ella es, claro, la que va a morir de amor porque, según todos los indicios, el hombre del que está enamorada se ha descubierto como un hombre casado y sujeto a otra fidelidad. O bien, ya lo sabía, pero se negaba a perder la esperanza.

A partir de ahí podemos realizar cuantas suposiciones queramos para dar coherencia y credibilidad a lo que no se nos cuenta. Todo ello envuelto en un aire romántico, y con la palabra romántico englobo tanto los poemas de esa tendencia como la concepción del amor romántico. Ahí están la idea vaga, enigmática y profundamente anímica de lo subjetivo como elemento principal de la creación de relaciones e ideas, y también el aire de tristeza y desánimo que empapa casi toda la literatura romántica.

Pero vayamos a los hechos históricos y documentados. Sabemos que Martí, en 1877, sale de México tras la subida al poder de Porfirio Díaz. En Guatemala conoce a María García Granados y Saborío, hija del expresidente guatemalteco Miguel García Granados —lo que explica el boato y amplitud del cortejo fúnebre—, a quien da clases en la Academia de Niñas de Centroamérica. Ese mismo año, en diciembre, vuelve a México y se casa con Carmen Zayas, con la que ya estaba comprometido. En enero de 1878 el matrimonio está ya en Guatemala y él retoma las clases que estaba impartiendo. Al terminar el curso, y debido a la insistencia de la familia, en julio parten Carmen y él hacia Cuba.

María, la Niña de Guatemala, muere ahogada el 10 de mayo de 1878. Este hecho y el poema de Martí, de 1891 (13 años después de la desaparición de María), provocan el nacimiento de la leyenda en torno a lo que el poema dice y no dice.

No sabemos qué pasó entre ellos ni hasta dónde llegó el afecto que pudo surgir entre alumna y profesor. Lo que yo me pregunto es ¿por qué escribe un poema tanto tiempo después de la muerte de María?; ¿por qué insiste (es nada menos que el estribillo) en que ella murió de amor, permitiendo de esta manera interpretar su muerte como suicidio, por desesperación?; ¿por qué introduce una tercera persona del singular, que es la persona referente de los afectos de la joven?; ¿por qué es él (el yo Martí) quien besa mano y zapatos y no el otro?; y por último, ¿por qué le llamó en un aparte el enterrador?

Se me ocurren varias respuestas a todos esos interrogantes, pero ninguna de ellas sirve para aliviar la verosimilitud del poema, ni hacerle perder esa apariencia un tanto afectada de poema escrito para quitarse de encima un brumoso sentimiento de culpabilidad, años después de lo acontecido, cuando ya había roto definitivamente con su mujer.

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sábado, 29 de marzo de 2025

EL PELIGROSO JUEGO DE LAS FALACIAS de "Monstrorum historia"

Kutxa Fundazioa

 Que los excesos del pensamiento positivista del siglo XIX llevaran a creer a una parte de la sociedad que el desarrollo tecnológico-científico sería la panacea para cualquier situación no justifica la reacción irracionalista que pretende dar crédito únicamente a los sentimientos propios, ni tampoco justifica que alguien pueda pensar que el juego de la imaginación y la fantasía sean mejores herramientas para comprender lo que somos, para describir y analizar cuanto nos rodea.

Las artes plásticas son especialmente eficaces para representarnos la belleza o la fealdad del mundo y sus circunstancias, para ponernos ante un espejo que nos pueda devolver una imagen crítica, reflexiva y nada autocomplaciente. También como elemento de crítica social y de denuncia ante las injusticias. Incluso como propuesta reflexiva sobre determinados temas y acciones. Pero no ayudan a construir puentes, ni a curar enfermedades, ni a investigar sobre genética, ni pueden colaborar en los cálculos necesarios para determinar a qué distancia se encuentra una galaxia, ni van a descubrir nunca cómo revertir el cambio climático, si es que eso fuera posible.

Que una exposición fotográfica en la que se nos ofrecen imágenes alteradas, reelaboradas, distorsionadas y trabajadas con programas de todo tipo (incluida la omnipresente IA) para ofrecernos algo que no existe y presentarlo como crítica seria del "pensamiento tecnocientífico", acompañadas, además, de unos textos redactados imitando el estilo científico y aludiendo a investigaciones que nunca han existido, podría resultar divertida siempre y cuando el texto y el contexto fueran suficientemente claros y específicos como para no crear confusión. 

A mí me gusta la fantasía y soy un lector asiduo de obras como El libro de los seres imaginarios, la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron y todas las mitologías, pero estas colecciones no provocan confusión de ningún tipo. Sabemos desde el primer momento que son repertorios de seres que nunca han existido. Han surgido de la imaginación humana, pueden resultar entretenidos, placenteros y hasta aleccionadores, como en el caso de las fábulas, pero están perfectamente acotados en el mundo de la fantasía.







Que el folleto redactado por Sonia Berger (comisaria de la exposición) incluya citas y afirmaciones como estas: 

El posicionamiento de Joan Fontcuberta en los años ochenta partía de la necesidad de sobreponernos a enfoques rígidos, autoritarios, de desenmascarar las estrategias de comunicación interesadas y modificar nuestra representación del mundo para darle otro sentido u orientación. Hoy ese posicionamiento, su concepto de «contravisión» —entendido como duda crítica hacia la imagen—, se revela más necesario que nunca. Como expresa el novelista Benjamin Labatut en La piedra de la locura: «Debemos aprender a ver las cosas bajo una luz nueva, porque la llama de la razón ya no alcanza a iluminar el complejo laberinto que va tomando forma lentamente (aunque algunos dirán que está siendo construido) a nuestro alrededor».

El recurso a la imaginación y la experimentación con estas nuevas imágenes se revela como una buena estrategia para comprender cómo funcionan e identificar sus límites. Si como Goya expresó en uno de sus Caprichos «El sueño de la razón produce monstruos», Joan Fontcuberta nos invita a «asumir el deber de revertirlo y hacer que el sueño de los monstruos produzca razón».

                                                solamente puede servir para aumentar la ceremonia de la confusión, pues si abandonamos la llama de la razón, si nos dejamos guiar por el sueño de los monstruos, nos estaremos plantando directamente ante el abismo y el caos. 

Tal vez los juegos de palabras y las imágenes que producen quienes juegan con ellas puedan parecer ingeniosas, atractivas y originales, pero detrás de ellas no hay nada más que irracionalismo y barbarie.

Se empieza jugando con ingeniosos supuestos y se termina hundido en alguna teoría conspirativa, incluso cuando se construyen falsos relatos para demostrar la falsedad de los mismos. Ya ocurrió con el famoso documental Operación Palace, que creó más adictos a la falsedad que allí se exponía que a la pretendida intención de demostrar cómo pueden manejarnos los medios. Y antes de eso ya ocurrió lo mismo con Operación Luna, que sirvió de modelo para el anterior

Afirmaciones como las que realiza Fontcuberta (Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable, lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad) pueden ser muy ocurrentes, pero solamente sirven para crear más desconcierto y desconfianza. 

La fotografía ha tenido muchos recorridos y ha sido utilizada por todo tipo de personas con todo tipo de intenciones —creativas, documentales, falaces, mercantilistas, lucrativas...—, pero no puede afirmarse que toda fotografía sea una ficción. La fotografía ha realizado un gran servicio al mundo del conocimiento —astronomía, biología molecular, arqueología, investigación criminal, historia,  sociología y tantas otras disciplinas que han encontrado en ella una herramienta muy eficaz de investigación y divulgación—. Que el arte sirva al arte y, como consecuencia, colabore en desvelarnos los muchos enigmas que la vida encierra. Esa debiera ser su gran tarea y su mejor participación en la construcción del conocimiento. 

Decía Hannah Arendt: Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada (La mentira en política).

Nota final: mientras visitaba la exposición, un grupo de chavales (10-12 años) se encontraba dentro correteando de un lado para otro, fascinados ante lo que las imágenes más impactantes les ofrecían. Nunca antes había visto visitantes de esas edades en la sala y soy un asiduo. Ante una de las falsas creaciones taxidérmicas uno de ellos le dijo a otro "¡ves, ves como sí!". No quiero pensar a qué se refería. Desde luego, en ningún momento se detuvieron a leer ninguna explicación. Y es que jugar con falsedades a desmontar mentiras en ningún caso favorece el pensamiento crítico, antes bien, lo confunde.



Horario: de martes a domingo, de 12:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00.

Entrada libre.

Lugar: Kutxa Fundazioa en Tabakalera-Artegunea.

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jueves, 20 de febrero de 2025

LLENADME DE FELICIDAD

Editorial
Rosalía de Castro no fue una escritora vanguardista, no abrió caminos nuevos para la expresión poética, no tuvo una escuela que siguiera sus pasos, pero de entre las muchas cualidades que me gustan de su obra hay dos que me atraen por encima de todas las demás: su amplísimo espectro de intereses temáticos (leedla in extenso, no os quedéis con la docena de poemas que se reproducen continuamente por todas partes) y su sentido común, ese formar parte de la vida del resto de los mortales y la manera de abordar las cuestiones más cotidianas. Es, en ese sentido, una escritora a la que se puede sentir tan próxima como a una compañera de trabajo a la que habitualmente recurrimos para consultar las dudas que tenemos y que siempre encuentra una manera fácil de afrontar la tarea, o como esa vecina en la que tenemos plena confianza para hablar de cualquier cosa, siempre comprensiva y siempre dispuesta a darnos un punto de vista que nos haga sentirnos cómodos.

De los muchos ejemplos que se pueden citar relacionados con el ejercicio del sentido común, a mí, que no comparto los rituales en torno a la muerte, ni cristianos, ni paganos, ni de ningún tipo, me gusta especialmente este párrafo de La hija del mar, su segunda novela, la que publicó en 1859, cuando tenía tan solo 22 años:

¡Dios mío! ¡Qué rodeada de melancolía aparece siempre esa tardía felicidad con que la casualidad o la fortuna nos brinda cuando no podemos gozar de ella!... ¡La gloria después de la muerte..., los vanos honores, los laureles sobre el sepulcro, una lágrima por un recuerdo...! ¡Oh, llenadme de felicidad, sembrad flores en torno mío y apartad la hiel de mis labios en tanto existo, vosotros los que me améis!... Las riquezas, el poder, la gloria... y sobre todo el cariño de vuestro corazón, dejadle, dejadle que sonría en torno mío, que engañe los días de mi existencia y que murmure a mi oído en mis últimos instantes un ternísimo adiós. Decidme en aquellos momentos que no me olvidaréis jamás, porque esa idea es hermosamente halagadora para el espíritu celoso y egoísta de la mujer. Coronad mi lecho de flores y prometedme, si acaso os lo pido, sembrar sobre mi tumba siempre vivas regadas con vuestras lágrimas... pero en el momento en que mis ojos se cierren a la luz y en que mi sangre cese de animarme, olvidadme si queréis, no os creáis obligados por unos vanos juramentos hechos a una cosa que ya no existe y dejad al tiempo que siembre silencioso sobre mi sepulcro la pequeña parietaria y las rosas silvestres que nacen al azar..., él no encierra ya más que unos miserables y leves restos... ¡más tarde el vacío!...

En la edición de Castro, que es la que tengo, se encuentra en el vol I, pp. 153-4). 

Pues eso, haced lo posible por llenar de felicidad a las personas que tengáis a vuestro alrededor. Después de muertos, las palabras son vanas.

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martes, 11 de febrero de 2025

DE JOYCE A ALMODÓVAR

Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había llegado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos (Traducción: Guillermo Cabrera-Infante. Ha pasado casi medio siglo desde esta edición que yo tengo a la que hoy mantiene la editorial y, aunque la traducción actual es de Eduardo Chamorro, las diferencias son insustanciales).

Este es el párrafo final del último cuento recogido en Dublineses, The Dead (Los  muertos), en mi opinión el mejor de todos ellos. De ese párrafo final es de donde Almodóvar ha sacado la cita sobre la nieve con que se cierra su última película, La habitación de al lado.

Traigo la cita porque cuando vi la profundamente esteticista película me pareció más un panfleto muy bien adornado que una profunda reflexión sobre el derecho a disponer de la muerte propia como cada cual quiera, y el paralelismo entre el cuento de Joyce y la película es absolutamente inexiste. Es más, el uso que el director hace de la nieve cayendo mientras una voz en off dice alguna de las frases del cuento es también esteticista, mientras que en Los muertos, donde todos los personajes están vivos, es una hermosa y exacta metáfora sobre lo que esa historia encierra. 

Es la diferencia entre la fuerza expresiva de un relato que aborda la existencia sin pretender engañar ni convencer de nada, sino exponiendo honestamente un punto de vista sobre la sociedad de un momento y un lugar determinados (en este caso Irlanda, primeros años del siglo pasado), y el uso indiscriminado de cualquier material para realizar la propaganda de la idea de defendemos, que es lo que viene realizando, por cierto, en las últimas películas.

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jueves, 6 de febrero de 2025

INTELIGENCIA ARTICIAL

Editorial
Como últimamente hay cierta paranoia con la inteligencia artificial, y da la impresión de que va a ser la que nos solucione todos los problemas o la que nos los traiga todos juntos, según los estados de ánimo del personal o según el bando en que se sitúe, me he acordado del famoso libro de Penrose, La nueva mente del emperador, que en lo últimos años de la primera década de este milenio tuvo un gran predicamento y que recomiendo vivamente leer si no asusta encontrar en un texto alguna que otra ecuación. 

En la introducción se puede leer esto: 

Durante las última décadas, la tecnología de las computadoras electrónicas ha hecho enormes progresos. Y estoy seguro de que en las próximas décadas tendrán lugar nuevos progresos en velocidad, capacidad y diseño lógico. Nuestras computadoras actuales nos parecerán tan lentas y primitivas como hoy nos lo parecen las calculadoras mecánicas de antaño. Hay algo casi estremecedor en el ritmo del progreso. Las computadoras ya pueden realizar con mucha más velocidad y precisión tareas que hasta ahora habían estado reservadas exclusivamente al pensamiento humano. Desde hace tiempo estamos acostumbrados a que las máquinas nos superen ampliamente en las tareas físicas. Esto no nos causa el menor desasosiego. Antes bien, nos gusta tener aparatos que nos lleven por tierra a grandes velocidades —más de cinco veces la velocidad del más veloz atleta humano— o que puedan cavar hoyos o demoler estructuras que nos estorban con una rapidez que dejaría en ridículo a equipos compuestos por docenas de hombres. Estamos aún más encantados de tener máquinas que nos permitan hacer físicamente cosas que nunca antes habíamos podido hacer, como llevarnos por los cielos y depositarnos al otro lado del océano en cuestión de horas. El que las máquinas obtengan tales logros no hiere nuestro orgullo. Pero el poder pensar, eso sí ha sido siempre una prerrogativa humana. Después de todo, ha sido esa capacidad la que, al traducirse en términos físicos, nos ha permitido superar nuestras limitaciones físicas y la que parecería ponernos por encima de otras criaturas. Si las máquinas pudieran llegar a superarnos algún día en esa cualidad en la que nos habíamos creído superiores, ¿no tendríamos entonces que ceder esa superioridad a nuestras propias creaciones?

La pregunta de si se puede afirmar o no que un artefacto mecánico piensa —quizás incluso que experimenta sentimientos, o que posee una mente—, es antigua. Sin embargo, ha recibido un nuevo ímpetu con la llegada de la moderna tecnología de las .computadoras. Es una pregunta que implica profundos temas de filosofía. ¿Qué significa pensar o sentir? ¿Qué es la mente? ¿Existe realmente la mente? Suponiendo que sí existe, ¿en qué medida depende de las estructuras físicas a las que está asociada? ¿Podría existir la mente al margen de tales estructuras? ¿O es simplemente el modo de funcionar de ciertos tipos de estructuras físicas? En cualquier caso, ¿es imprescindible que las estructuras importantes sean de naturaleza biológica (cerebros) o podrían también estar asociadas a componentes electrónicos? ¿Está la mente sujeta a las leyes de la física? ¿Qué son, de hecho, las leyes de la física? Éstas son algunas de las cuestiones que intentaré tratar en este libro. Pedir respuestas definitivas a preguntas tan fundamentales estaría fuera de lugar. Yo no puedo proporcionar tales respuestas; nadie puede, aunque hay quien trata de impresionarnos con sus conjeturas. Mis propias conjeturas jugarán un papel importante en lo que sigue, pero trataré de distinguir claramente tales especulaciones de los hechos científicos brutos, y trataré también de dejar claras las razones en las que se fundamentan mis especulaciones. No obstante, mi principal propósito aquí no es hacer conjeturas, sino plantear algunos temas aparentemente nuevos, concernientes a la relación entre la estructura de las leyes físicas, la naturaleza de las matemáticas y el pensamiento consciente, y presentar un punto de vista que no he visto expresado hasta ahora. Es un punto de vista que no puedo describir adecuadamente en pocas palabras, y ésta es una de las razones por las que he tenido que realizar un libro de este tamaño. Pero en resumen, y quizá de manera algo equívoca, puedo al menos afirmar que mi punto de vista sugiere que es nuestra actual incomprensión de las leyes fundamentales de la física la que nos impide aprehender el concepto de "mente" en términos físicos o lógicos. No quiero decir con esto que las leyes no sean nunca conocidas del todo. Por el contrario, parte del objetivo de esta obra es intentar estimular la investigación en este campo en direcciones que parecen prometedoras y hacer algunas sugerencias bastante concretas, aparentemente nuevas, sobre el lugar que realmente podría ocupar la mente en el desarrollo de la física que conocemos. 

Debería dejar claro que mi punto de vista es poco convencional, al menos entre los físicos y, por consiguiente, resulta poco probable que sea adoptado, actualmente, por los científicos de computadoras o por los fisiólogos. La mayoría de los físicos alegará que las leyes fundamentales que operan a escala del cerebro humano son ya perfectamente conocidas. No se negará, por supuesto, que existen aún muchas lagunas en nuestro conocimiento de la física en general. Por ejemplo, no conocemos las leyes básicas que determinan los valores de la masa de las partículas subatómicas ni la intensidad de sus interacciones. No sabemos cómo hacer del todo compatible la teoría cuántica con la teoría de la relatividad especial de Einstein, ni mucho menos cómo construir la teoría de la "gravitación cuántica" que haga compatible la teoría cuántica con su teoría de la relatividad general. Como consecuencia de esto último, no comprendemos la naturaleza del espacio a la escala absurdamente minúscula de 1/100.000.000.000.000.000.000 del tamaño de las partículas elementales conocidas, aunque para dimensiones mayores nuestro conocimiento se presuma adecuado. No sabemos si el Universo como un todo tiene extensión finita o infinita —tanto en el espacio como en el tiempo— aunque pueda parecer que tales incertidumbres no tengan ninguna importancia en la escala humana. No comprendemos la física que actúa en el corazón de los agujeros negros ni en el big bang, origen del propio Universo. Pero todas estas cosas parecen no tener nada que ver con lo que imaginamos en la escala "cotidiana" (o incluso una más pequeña) del funcionamiento del cerebro humano. Y ciertamente así es, aunque argumentaré precisamente que en este nivel existe —frente (o, mejor dicho, detrás) de nuestras propias narices— otra gran incógnita en nuestra comprensión de la física y que podría ser fundamental para el funcionamiento del pensamiento humano y de la conciencia. Es una incógnita que no ha sido siquiera reconocida por la mayoría de los físicos, como trataré de demostrar. Argumentaré, además, que curiosamente, los agujeros negros y el big bang realmente tienen una gran relación con estos asuntos. 

En seguida intentaré persuadir al lector de la fuerza de la evidencia que sustenta el punto de vista que trato de exponer. Para comprenderlo, tenemos un buen trabajo por delante. Necesitaremos viajar por territorios muy extraños —algunos de importancia aparentemente dudosa— y por campos de esfuerzo muy distintos. Necesitaremos examinar la estructura, fundamentos y enigmas de la teoría cuántica; los rasgos básicos de las teorías de la relatividad especial y general, de los agujeros negros, del big bang, y de la segunda ley de la termodinámica, de la teoría de Maxwell de los fenómenos electromagnéticos y de las bases de la mecánica newtoniana. Además tendremos que vérnoslas con algunas cuestiones de filosofía y psicología cuando intentemos comprender la naturaleza y la función de la conciencia. Por supuesto, tendremos que tener una visión general de la neurofisiología del cerebro, además de los modelos de computadora propuestos. Necesitaremos tener alguna noción del status de la inteligencia artificial, así como saber qué es una máquina de Turing, y comprender el significado de la computabilidad, del teorema de Gödel y de la teoría de la complejidad. Nos adentraremos también en los fundamentos de la matemática, e incluso deberemos plantearnos la cuestión de la propia naturaleza de la realidad física. 

Si, al final de todo ello, los argumentos menos convencionales que trato de exponer no han persuadido al lector, confío al menos que habrá sacado algo de este tortuoso y, espero, fascinante viaje.

En relación —jocosa— con el tema, también me resultó curioso —y divertido— el hecho de que Chat GPT se equivocara en algo tan sencillo y mecánico como realizar la suma de los cubos de los números naturales comprendidos desde el 2 hasta el 9. Yo se lo pedí ayer y lo hizo correctamente, no así cuando el matemático Enrique Zuaza le pidió la misma tarea. 

Cosas que pasan 😎😎😎.

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lunes, 9 de diciembre de 2024

UNA VISIÓN PESIMISTA DEL FUTURO

Angelus Novus, Paul Klee. Fuente: Wikipedia.

Editorial
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo en lo que ha clavado su mirada. Sus ojos están desencajados, su boca abierta, las alas desplegadas; El Ángel de la Historia ha de tener este aspecto. Vuelve su rostro hacia el pasado. Lo que a nosotros se nos presente como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una única catástrofe que amontona sin cesar ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Quisiera detenerse, reanimar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el Paraíso sopla una tempestad que se ha enredado en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esa tempestad le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al que vuelve la espalda, mientras el montón de ruinas, ante él, va creciendo hacia el cielo. Esa tempestad es lo que nosotros llamamos progreso
(Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y política. W Benjamin. pp 72-73).

Me ha sorprendido la interpretación que el pensador judío-alemán realizó de este ángel de Klee (por cierto, la leyenda en que parece que se inspiró el artista, junto con otras interpretaciones más,aparecen brevemente comentadas en la entrada de Wikipedia). Quiero entender que el comentario que realiza es más producto de su propia visión del momento histórico que está viviendo —auge del nazismo, persecución de los judíos, guerra mundial, su propia situación personal ante esos hechos...— que lo que él pudiera leer en la representación del ángel. 

Pero lo que más me inquieta —cuyo significado es muy distinto al de sorprender— es la posible semejanza que puedan tener las circunstancias que hoy vivimos y las que se daban a finales de la década de los 30 en Europa. No quiero ser pesimista, pero no termino de ver signos que anuncien una recuperación social, emocional y política que nos empujen a salir de la indeterminación y la pobreza de pensamiento. Ni tampoco veo líderes políticos ni grupos sociales capaces de llevar la sociedad a mejor puerto.

Ojalá me esté equivocando.

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sábado, 7 de diciembre de 2024

YA ESTAMOS EN NAVIDAD

Olentzero dibujado en el cielo con drones sobre la bahía de la Concha
 
Luces navideñas sobre el Urumea.

Recuerdo que durante los años 60 y 70 del pasado siglo, es decir, cuando yo era un niño o un joven que vivía en casa de mis padres, el período navideño comenzaba el fin de semana en que cayera la festividad de la Inmaculada. Mis padres eran católicos practicantes y en esa fecha colocábamos un pequeño belén en la entrada y mi madre ponía un bandeja de dulces típicos de la época de postre. Quienes tenían televisión decían que, también durante ese fin de semana, comenzaban los anuncios de colonias y de cavas. 

Desde entonces los rituales que anuncian el inicio de la entrada en el período navideño han cambiado sustancialmente y se han hecho mucho más llamativos y ostentosos. Como cualquier elemento es susceptible de convertirse en una atracción turística, esto es, en una posibilidad de generar dinero, algunas ciudades han transformado el adorno navideño en un distintivo propio para atraer gente. De hecho, existen rutas turísticas creadas para visitar luces, mercadillos o lo que sea. 

Y ese lo que sea es el que más aprecio y me llama la atención por su singularidad, aunque debo reconocer que la primera vez que lo vi me causó cierto desasosiego. Estoy hablando del barrio de Loiola, San Sebastian. 

En la actualidad, el sofisticado comienzo de la temporada navideña viene marcado por el encendido de las luces, una puesta en escena en la que intervienen autoridades municipales, gente del espectáculo y todo un aparato tecnológico deslumbrante al que se convoca a toda la población, ya sea autóctona o foránea. Y las ciudades compiten por ver cuál de ellas lo hace de manera más llamativa, y atrae a más gente ávida de luz y de sorpresa que llevarse a sus móviles. 

En Loiola, en cambio, la navidad la anuncian los peluches. Bueno, los peluches y los no peluches. Toda clase de muñecos se echa a la calle. Se encaraman a barandillas, rejas, ramas, setos y altillos de todo tipo dispuestos a sorprender y a poner un toque de color laico-infantil-curioso-atrevido, algo así como ser-en-sí-que-no-es, y a mí, que no celebro ningún tipo de ritual navideño, ni agnóstico ni creyente, ni pagano ni cristiano, cada vez me gustan más por su descaro, su originalidad y su coste cero, pues es el vecindario quien aporta cuanto muñeco ya no cumple la función de juego infantil en las casas.

En Loiola, más o menos desde la plaza de Atarieder hasta Latsari plazatxo, son los muñecos los que deciden cuándo empieza la navidad.






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jueves, 10 de octubre de 2024

WHAT IS FAME? A FANCIED LIFE IN OTHERS' BREATH

Editorial
No sé qué obras leerán los bachilleres angloparlantes del más alto representante del clasicismo inglés, supongo que algún fragmento que aparezca en las antologías escolares y, tal vez, algunas sentencias (en castellano) extraídas de acá o de allá, porque como señalaba Pujals en su Historia de la literatura inglesa, Pope es un maestro insigne del pareado heroico, y el poeta del cual se pueden citar más frases lapidarias. Si dejamos a un lado el nivel de cultura general, quien desee leer al escritor inglés en castellano tendrá que conformarse con este título publicado por Cátedra en 2017. Claro que si me atengo a lo que mi Historia de la literatura de 6º curso decía sobre el autor, acaso pueda resultar un lujo cultural que Antonio Lastra se haya tomado el trabajo de traducirlo: Fue un hombre enfermizo y contrahecho, lleno de encono y de amargura. Su obra más famosa es el poema "El rizo robado", composición histórico-burlesca en la que se satiriza la sociedad de su tiempo. Está inspirada en "El facistol" de Boileau y es un reflejo de aquella época ultrarrefinada del "rococó", llena de frivolidad y amaneramiento. El estilo de Pope es frío y correcto, muy neoclásico. No se puede decir que fuera un texto ni objetivo ni ponderado, y desde luego no animaba a la lectura.

Sin embargo, siendo Pope un escritor del clasicismo del XVIII, ofrece en dos de sus poemas de temprana fecha (1717), Eloisa to Abelard y Elegy to the Memory of an Unfortunate Ladyrasgos claramente prerrománticos. Aquí, si no, la traducción que Silvina Ocampo realizó para que opinéis con libertad:


ELOÍSA A ABELARDO



De estas hórridas celdas y soledades hondas
en donde la celeste Contemplación reposa,
donde reina la fiel Melancolía atenta,
¿qué expresan los tumultos de las vestales venas?
¿Por qué mis pensamientos huyen de este retiro?
¿Por qué en mi corazón arde el fuego escondido?
La culpa es de Abelardo, si yo amo todavía,
y ha de besar su nombre, todavía, Eloísa.


¡Fatal y amado nombre! Permanece el secreto
de estos labios sellados con sagrado silencio;
mi corazón, escóndelo en su íntimo disfraz
donde mezclado a Dios su amada Idea yace;
visible se hace el nombre — ¡ah, no escribas, mi mano!
íntegro está ya escrito— ¡mis lágrimas, borradlo!
Eloísa perdida, vano es que llore y rece,
su corazón aún dicta, y su mano obedece.


¡Inexorables muros cuyo orbe oscuro tiene
tristezas voluntarias, suspiros penitentes!
¡Oh rocas desgastadas por piadosas rodillas!
¡Oh grutas y cavernas con ásperas espinas!
¡Túmulos donde vírgenes de ojos pálidos velan,
santos cuyas estatuas a llorar aprendieron!
Silenciosa, inmutable como vosotras, fría,
no me ha tornado en piedra todavía el olvido.
Divide el corazón la ardua naturaleza;
soy parte de Abelardo, no soy toda del Cielo;
ni llantos que por siglos vanamente existieron,
ni oraciones, ni ayunos, de la ansiedad son frenos.


Cuando llegan tus cartas y las abro temblando
el conocido nombre despierta mi ansiedad.
¡Oh nombre para siempre amado y siempre triste!
¡Aun murmurado en lágrimas que en suspiros persiste!
Cuando descubro el mío también yo me estremezco,
alguna atroz desdicha lo persigue de cerca.
Recorriendo las líneas derrámanse mis ojos
guiados por una triste variedad de dolores.
¡De amor ardiendo o bien mustia en mi lozanía,
en un convento sola, y en tinieblas perdida!
La religión severa calmó indómitas llamas,
de la pasión murieron aquí el Amor, la Fama.


Mas escríbeme todo para que unirse puedan
todos nuestros suspiros, mis penas a tus penas.
Ni enemigos, ni dichas, ese poder nos roba,
¿y Abelardo podrá ser menos bondadoso?
Las lágrimas son mías, no pretendo ahorrarlas,
reclama el amor llantos que en la oración sobraron.
Mis ojos no persiguen otra labor amable;
lo que pueden hacer sólo es leer y llorar.


Comparte mi dolor, admite ese consuelo;
¡ah, más que compartirlo dame toda tu pena!
Enseñó a escribir cartas el Cielo a desdichados,
a doncellas cautivas, a amantes desterrados:
inspirados de amor, respiran, hablan, viven,
constantes a su fuego, el alma enardecida;
desea vincularse la virgen sin temor,
eximir los rubores, dar todo el corazón,
avivar intercambios suaves del alma al alma,
del Polo hasta las Indias propagar su ansiedad.


Cuando el amor llegó con nombre de amistad,
sabes con qué inocencia sentí tu primer llama;
con virtudes angélicas te formó mi conciencia,
la emanación total de un bello entendimiento.
Esos ojos sonrientes, atenuando sus rayos,
brillaban con dulzura de una luz celestial.
Te contemplé inocente: tu canto el Cielo oyó;
las verdades divinas las enmendó tu voz.
De labios semejantes, ¿qué preceptos no encantan?
Bien pronto me enseñaron que no es pecado amar:
retorné a los senderos de los sentidos goces,
no quise hallar un ángel, lo que amaba era un hombre.
De los santos la dicha, vaga y remota veo;
ni les envidio el Cielo que por ti sólo pierdo.


Inducida a casarme, recuerdo que exclamaba:
¡Maldigo toda ley que el amor no ha inventado!
Liviano como el aire frente a lazos terrestres
abre alas el amor, y en un momento vuela.
Riqueza, honor aguardan a la fiel desposada;
augustos son sus actos, venerada su fama;
transformará todo eso la pasión verdadera.
¿Qué son para el amor, fama, honor y riquezas?
Y cuando profanamos del Dios celoso el fuego,
para vengarse inspira un amor sin sosiego,
y ordena equivocados lamentos a mortales
que buscan el amor y solitarios aman.
Si el dueño de este mundo sucumbiera a mis pies,
despreciaría todo, su trono y sus riquezas:
ser yo la emperatriz de César no quisiera,
sólo del hombre que amo la amante quiero ser,
y si es que existe un nombre, todavía más libre
y más enamorado, por ti lo llevaría.
¡Oh dicha afortunada! Cuando se atraen las almas,
cuando el amor es libre y la ley natural:
entonces poseer, ser poseída, no es
un vacío vehemente, un dolor en el pecho;
los pensamientos se unen al salir de los labios,
y mutuos los deseos del corazón renacen.
Esto podrá ser dicha, si es que en el mundo existe,
la dicha que una vez fue de Abelardo y mía.


¡Ah, cómo cambió todo! ¡Un nuevo horror asciende:
un amante desnudo yace atado, lo hieren!
¿Dónde estaba Eloísa y su voz y su mano,
su puñal deteniendo el horrible mandato?
¡Ah, Bárbaro, detente!, y el ultraje refrena,
si el crimen fue común, que lo sea la pena.
Muda ya de vergüenza, reprimido el furor,
dejo que hablen mis lágrimas, mis ardientes rubores.


¿Podrías olvidar aquel solemne día,
cuando al pie del altar, yacíamos las víctimas?
¿Podrías olvidar qué lágrimas cayeron
diciendo adiós al mundo con juventud ferviente?
Cuando con fríos labios besé el velo sagrado,
palidecieron lámparas, temblaron los altares.
Se asombraron los santos al oír mis promesas;
la conquista lograda vaciló en creer el Cielo,
y a los tristes altares cuando yo me acercaba,
no en la cruz, en tus ojos, mis ojos se clavaban.
Ni indulgencia ni celo pedía, sino amor;
y si pierdo tu amor habré perdido todo.
Con miradas, palabras, ven, alivia mi pena;
todo eso para darme por lo menos te queda.
En ese amado seno deja que me demore
bebiendo el delicioso veneno de tus ojos,
en tu labio anhelante, abrazada a tu pecho;
dame lo que tú puedas — y soñaré yo el resto.
¡Ah, no!, más bien instrúyeme a gozar de otras cosas,
y con otras bellezas encántame los ojos.
Muéstrame claramente la morada suntuosa;
que Abelardo se aleje de mi alma y busque a Dios.


Piensa que tu rebaño merece tu cuidado,
niños en tu oración, plantas entre tus manos.
En la primera edad del vasto mundo huyeron
buscándote en montañas e infinitos desiertos.
Elevaste altos muros; y el desierto sonrió,
abriose el Paraíso en el yermo, en las sombras.
Ningún huérfano vio los bienes de su padre
irradiar esplendores sobre nuestros altares;
ningún santo de plata de algún avaro obsequio
sobornó acá la ira de un defraudado Cielo;
simples son nuestros techos, piadosas construcciones,
vocales solamente de elogios al Creador.
Entre estos muros tristes (que atan los días solos),
de agujas coronadas, con musgos estas bóvedas
donde terribles arcos tornan días en noches
y confusas ventanas vierten luz majestuosa,
tus ojos difundían rayos conciliadores
y alegraban las horas con fulgores de gloria.
Ningún rostro divino nos trae ahora dichas,
todo es dolor turbado y lágrimas continuas.
En los otros que rezan yo busco mi fervor,
(¡Oh fraude tan piadoso de caridad, de amor!)
y ¿por qué depender de oraciones ajenas?
¡Ah, tú, que eres mi padre, mi hermano, esposo, ven!
Y deja que conmueva con numerosos nombres,
hija, hermana y esposa, congregados, tu amor.
Reclinados en rocas esos pinos oscuros
murmuran en el viento y ondulan en la altura,
los arroyos que vagan brillando entre montañas,
las grutas que hacen eco a los torrentes de agua,
jadeantes en los árboles, los moribundos vientos,
por la brisa ondulada el lago estremecido:
todas estas escenas a meditar no inspiran
ni entregan al descanso la visionaria virgen.
Entre las arboledas nocturnas y las grutas,
sonora es la aflicción, se entremezclan las tumbas,
y la Melancolía inmóvil nos prodiga
un silencio de muerte y un reposo temible;
su lúgubre presencia ensombrece estos ámbitos,
entristece las flores, oscurece los pastos,
de las altas cascadas los murmullos ahonda
e inspira un más profundo horror entre los bosques.


¡Quedaré para siempre en este claustro, siempre!
¡Qué entristecida prueba de amor y de obediencia!
Sólo podrá la muerte romper eternos lazos:
y aun permanecerá mi frío polvo aquí,
con todas sus flaquezas, sus llamas sometidas,
cuando no sea un crimen que a las tuyas se mezclen.


¡Desdichada! Me creen de Dios, en vano, esposa:
¡soy consabida esclava del amor y del hombre!
¡Cielo, asísteme! ¿Cómo nace en mí esta plegaria?
¿Nace en mí por piedad o por desesperanza?
Aquí donde la helada castidad se retira,
el amor halla altares con fuegos prohibidos.
El arrepentimiento no me aflige bastante;
lloro por el amante y no por el pecado;
considero mi culpa, su visión me enardece,
me arrepiento de goces pasados, quiero nuevos:
ora contemplo el Cielo, lloro ofensas antiguas,
ora pensando en ti, mi inocencia maldigo.
¡De tantas enseñanzas pérfidas para amantes,
la ciencia más difícil, sin duda, es olvidar!
¿Podré olvidar el crimen sin perder la razón?
¿Aborrecer la ofensa y amar al ofensor?
¿Del pecado arrancar el adorado objeto?
¿Podré yo distinguir nuestro amor de la pena?
¡Tarea irrealizable, abjurar su pasión
para alguien que ha perdido como yo el corazón!
Antes que llegue mi alma a un apacible estado
¡cuántas veces tendrá que amar y detestar!
La desesperación, el pesar, la esperanza,
el desdén logran todo, todo salvo olvidar.
Si el Cielo se apodera del alma le da llamas,
no la toca, la rapta; la inspira, no la apaga.
¡Oh, enséñame a vencer a la naturaleza,
renunciar a mi amor, a mi vida — a la nuestra!
Llena mi corazón con la imagen de Dios;
puede rivalizar y sucederte Él sólo.


¡Feliz es el destino de la Vestal sin culpas!
Por el mundo olvidada, se olvidará del mundo:
eterna luz del sol, inmaculada mente,
aceptadas plegarias, resignados deseos;
labores y descansos puntualmente cumplidos;
"obediencia del sueño, que llora o que despierta"
deseos sosegados, siempre iguales afectos,
lágrimas que deleitan y que inspiran el Cielo.
La gracia la circunda, la iluminan sus rayos,
le dan sueños dorados ángeles en voz baja,
la rosa del Edén que eternamente brilla
y alas de serafines con perfumes divinos;
por ella blancas vírgenes epitalamios cantan;
oyendo celestiales arpas ella se muere;
con visiones de eterno día se desvanece.


El alma errante emplea otros sueños distintos,
otros arrobamientos de una profana dicha:
al fin de cada día triste y atormentado
devuelve la venganza ilusiones robadas;
entonces la conciencia dormida ya está libre,
y mi alma sin sus lazos se entrega toda a ti.
¡Maldecidos horrores de la noche consiente!
¡Con qué esplendor exalta el pecado deleites!
Demonios tentadores suprimen restricciones
y reavivan en mi alma las fuentes del amor.
Yo te escucho y te veo, estudio tus encantos
y enlazo tu fantasma con mis ávidos brazos.
Despierto — y ya no te oigo, no te contemplo ya,
me esquiva tu fantasma, como tú, sin bondad.
Clamo en voz alta el nombre: no escucha lo que digo
si le tiendo mis brazos vacíos se desliza.
Para soñar de nuevo cierro mis ojos dóciles;
¡surgid, amados fraudes, vosotras, ilusiones!
¡Ah!, no, ya me parece que vagando seguimos
llorando nuestras penas, entre páramos tristes,
donde hay pálidas hiedras y una ruinosa torre,
y ahondando el abismo oscurecidas tocas.
Te elevas de repente; me llamas desde el Cielo;
las nubes se interponen, braman olas y vientos,
me estremezco gritando, la misma pena encuentro;
me despierta el dolor que había abandonado.


Severamente buenas, por ti ordenan las Parcas
del placer y la pena la fresca interrupción;
larga muerte tu vida, calmo y fijo reposo;
ni la sangre se aviva ni el pulso se enardece:
tranquila como el mar antes que hubiera viento,
o espíritus que ordenan al agua movimientos,
dulce como los sueños de un perdonado santo,
de un Cielo prometido, como el destello suave.


¡Ah, ven aquí, Abelardo, no tienes que temer!
La antorcha de Afrodita no arde para los muertos.
¡Refrenado el deseo seremos condenados;
permanecerás frío—, aunque Eloísa te ame!
Llamas sin esperanza, eternas como aquellas
que iluminan los muertos y las urnas estériles.
¡Ah, qué imágenes surgen donde clavo mi vista!
Mis amadas ideas sin cesar me persiguen,
se elevan entre árboles, frente al altar se elevan,
oscureciendo mi alma ante mis ojos juegan;
gasto la luz del alba, suspiro por tu amor,
tu imagen se intercala entre mi Dios y yo,
parecería que oigo tu voz en cada cántico,
las cuentas del rosario van marcando mis lágrimas.
Cuando fragantes nubes del incensario vuelan
y el sonido del órgano profundo mi alma eleva,
de ti un solo recuerdo elimina la pompa;
confunde los altares, cirios y sacerdotes;
mi alma se hunde y se ahoga entre mares de llamas,
mientras tiemblan los ángeles, y los altares arden.


Mientras estoy postrada, con una pena humilde,
la virtud de las lágrimas en mis ojos se aflige.
Mientras que imploro, trémula, rodando sobre el polvo
una incipiente gracia se abre en mi corazón.
Ven aquí si te atreves, con todos tus encantos,
y oponiéndote al Cielo dispútale mi alma;
con tus alucinantes ojos mírame, ¡ven!
Borra cada brillante idea de los Cielos,
toma todas mis lágrimas, mi gracia y mi tristeza;
toma los infructuosos castigos y oraciones;
mientras asciendo, ráptame de las santas mansiones,
asiste a los demonios y arráncame de Dios.


¡No!, huye de mi lado — a distancias polares;
eleva entre nosotros océanos, los Alpes.
¡Ah!, no vengas, no escribas y no pienses en mí,
no compartas ni un ansia que por ti yo he sentido,
renuncio a tus promesas, tu memoria abandono;
renuncia a mí, olvídame, otórgame tu odio.
¡Semblante seductor (que aún miro), bellos ojos,
pródigo amor, dilectos pensamientos, adiós!
¡Oh Virtud celestial, oh Gracia tan serena,
maravilloso olvido de las tristes tareas,
hija del firmamento, luminosa Esperanza,
resplandeciente Fe, temprana eternidad!
Entrad, amables huéspedes, todos los apacibles,
envolvedme en eterno descanso: recibidme.


Contemplad en la celda a Eloísa extendida,
inclinada en penumbras de la muerte vecina.
En el viento más tenue un espíritu clama,
voces que no son ecos entre los muros hablan.
Aquí, mientras vigilo lámparas moribundas
de vecinos sepulcros, oigo oscuros murmullos,
"¡Hermana, ven, hermana, (parece que dijeran)
este lugar es tuyo, hermana triste, ven!
Temblé, lloré y recé una vez como tú,
víctima del amor aunque ahora soy pura.
Mas todo es calma en este sueño eterno;
aquí el Amor, la Pena, olvidan sus lamentos,
aun la Superstición pierde todo temor,
pues absuelve estos males no el hombre sino Dios".


¡Ah! ya voy, preparad las rosadas glorietas,
las celestiales palmas, las flores sempiternas,
donde haya pecadores que encuentren su descanso,
donde las refinadas llamas arden seráficas.
Y tú, Abelardo, al último oficio triste asiste,
suaviza mi trayecto a los reinos del día;
mira mis labios trémulos, mis ojos que se inquietan,
besa mi último soplo, toma mi alma que vuela.
¡Ah!, no — con las sagradas vestiduras aguarda,
con el cirio piadoso en tu mano temblando,
presenta al crucifijo mi levantada vista,
enséñame y aprende de mí misma a morir.
Y contempla a Eloísa — ¡la que un día fue amada!
Entonces no será ya un crimen contemplarla.
¡Ved!, dejan mis mejillas las transitorias rosas,
y el último destello languidece en mis ojos,
hasta que no queden ni pulso ni suspiro
y no seas amado, mi Abelardo, por mí.
Muerte grande, elocuente, solamente nos pruebas,
si amamos a los hombres, que es polvo el amor nuestro.


Después, cuando el destino tu semblante destruya
(la causa de mis dichas y de todas mis culpas),
en extático trance que se extingan tus ansias,
nubes brillantes bajen, los ángeles te guarden,
que el brillo de la gloria baje del Cielo abierto,
como yo enamorados, que los santos te besen.


Que ampare nuestros nombres una tumba afectuosa,
a tu fama inmortal agregando mi amor.
Dentro de muchos siglos, pasadas ya mis penas,
cuando mi corazón belicoso esté quieto,
si dos enamorados vagando trae la suerte
a estas fuentes y muros blancos del Paracleto,
unirán sus cabezas sobre el pálido mármol,
bebiendo uno del otro las abrasadas lágrimas,
con temor compasivo, presiento que dirán,
"No tengamos que amarnos como éstos han amado".


En medio de los salmos del numeroso coro,
del sacrificio horrible que engrandece la pompa,
en las desnudas piedras, si unos ojos amantes
se posan donde nuestras frías reliquias yacen,
del Cielo robará con devoción momentos
una lágrima humana, que será perdonada.
Y si el destino quiere que un poeta futuro
en su suerte y la nuestra halle similitudes,
condenado por años a deplorar la ausencia,
a imaginar encantos que ya no habrá de ver —
si existen otros seres que tanto tiempo aman —
deja que nuestra tierna y triste historia cante;
dirá mejor mi pena el que mejor la sienta,
y calmarán sus cantos mi pensativo espectro.

 

Ah, lo que dice la sentencia de Pope es esto: ¿Qué es la fama? Una vida imaginada en el aliento de los demás. O en traducción más literaria de Gregorio González Azaola (1821): ¿Y qué viene á ser la fama? Una vida imaginaria que respira en los demás.

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lunes, 12 de agosto de 2024

LA HISTORIA DE ROMA EN 21 MUJERES, Emma Southon

Ejemplar del KM
Traducción: Marc Figueras
Emma Southon tiene gran facilidad para contar y escribe muy bien. Leer esta reivindicación de 21 mujeres romanas resulta tremendamente ameno, y en ocasiones, verdaderamente divertido. Ahora bien, si alguien espera encontrarse ante una historia de la antigua Roma en este libro, puede llevarse una gran decepción, porque lo que hay en él es una historia de, efectivamente, 21 mujeres, algunas de ellas ciertamente importantes en la historia de aquella época y otras no tanto, o, simplemente, anecdóticas. 

Y es que los títulos no siempre se colocan para indicar el verdadero contenido del texto, sino para llamar la atención y vender más ejemplares. A nadie, por ejemplo, se le ocurriría pensar que va a encontrarse una historia de Roma leyendo a Suetonio y su Vida de los doce césaresO que las Vidas paralelas de Plutarco puedan valer para que tengamos una idea cabal de las historias de Roma y Grecia. Son lo que son, tenían una intención clara y valen para lo que valen, pero de ninguna manera son una historia de Roma. 

La de Southon también tiene una intención, que es la de poner en primer plano unos cuantos nombres y recordar que también deben de ser tenidas en cuenta las mujeres. Más allá de esto, para escribir una historia de la época, pueblo o cultura de la que queramos ocuparnos, es necesario consultar y contrastar fuentes que nos den información de la economía, la política, la sociedad, la creación cultural, la vida cotidiana, las costumbres, las creencias, la organización administrativa, las relaciones internacionales, los conocimientos científicos y hasta de sus conflictos militares. Y, después,  redactar de forma que aglutinemos con coherencia la información manejada, de tal manera que ofrezcamos un friso amplio que pueda explicar la historia de esa sociedad.

Sea como fuere, y aunque a veces la escritura de Southon resulte excesivamente familiar, lo cierto es que, como trabajo de divulgación y reivindicación feminista, es eficaz y accesible a cualquier tipo de público, especialmente a toda esa multitud de personas que nunca se acercará a un texto académico de historia. Dicho esto, a mí, de todos los capítulos, el que más me ha gustado es el que dedica a Julia Balbila, poeta de la que solo tenemos unos pocos versos... gracias a que los dejó grabados sobre las piernas de los colosos de Memnón, y que Wikipedia los recoge en la entrada que dedica a la poeta:



 Por cierto, para quienes tengáis interés por las mujeres romanas de la antigüedad, en la página titulada CONDITIO FEMINAE I. MARGINACIÓN Y VISIBILIDAD DE LA MUJER EN EL IMPERIO ROMANO, de la Universidad de Sevilla, disponéis de 250 biografías de mujeres, eso sí, 
breves. La traducción de los versos de Balbila y algunas notas aclaratorias podéis leerlas en esta página.

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