Fotografía de Yannis Beharakis. Fuente: codigonuevo.com |
y sembraron palabras de odio.
El miedo creció
y se introdujo por las uñas y los ojos.
Luego aparecieron las armas
y el fuego se extendió por todas las calles.
No hubo rincón que se librara
de las dentelladas de la ira.
La ciudad se derrumbó sobre nosotros
y tuvimos que atravesar la noche
a ciegas,
tanteando la angustia
para que no hiciera presa
de nuestros maltratados cuerpos.
Después de sortear a los traficantes del pánico
y océanos de sufrimiento,
aquí estamos,
en los almacenes del dolor,
amontonados en soledad,
compartiendo el frío y el hambre con las horas.
¿Es que no hay
ni un solo ser humano
al otro lado del infierno?