jueves, 30 de abril de 2020

TADEUSZ ZIELINSKI, LA PASIÓN POR COMUNICAR

Voy de una consulta a otra y termino en el apartado dedicado a la bibliografía de La tradición clásica, libro que nadie interesado en la cultura clásica debería dejar de leer. 

Allí, en el apartado bibliográfico, tropiezo con un par de párrafos absolutamente magistrales, modelo de escritura y de divulgación. Pertenecen a T. Zieliński y traducidos, supongo, por Antonio Alatorre, que es quien tradujo el libro de Highet.

De Zieliński leí con enorme placer el único libro suyo que hay en castellano, Historia de la civilización antigua. Gracias a él descubrí —esto es anecdótico— cómo multiplicaban y dividían los antiguos egipcios. Una joya de libro.

Pero vayamos con los párrafos, que son un modelo de cómo hay que escribir divulgación para hacer atractivo lo que se explica sin perder ni un ápice de todo el conocimiento que hay detrás de ese trabajo:

Quien tenga la dicha de caminar por alguna de esas grandes calzadas que desde tiempos antiquísimos han sido para la humanidad arterias vitales de intercambio —las que conducen de la planicie lombarda hacia el norte y el oeste pasando por los Alpes—, experimentará una sensación inolvidable: le parecerá haber tocado con sus dedos el pulso mismo de la historia universal. Todos los tiempos han dejado su recuerdo en esas calzadas: aquí nos encontramos con una atalaya romana que nos habla de las campañas de Marco Aurelio; allá con un castillo señorial que nos evoca la visita de algún Hohenstaufen a tierras extranjeras; este barranco recuerda a Haníbal; ese pantano, a Napoleón; aquel puente, a Suvarof; un epigrama de Catulo inmortalizó ese lago; un terceto de Dante aquel valle; una página de diario de Goethe, este panorama; en el peñasco de más allá se alberga, como pájaro extraviado, el recuerdo de los amores infelices de Tristán e Isolda.

Pero no, no nos está hablando de las calzadas romanas; el libro va de Cicerón y de su influencia a través de los siglos —Cicero im Wandel der Jahrhunderte—. Sigamos leyendo: 

Una sensación análoga experimenta quien lee a Cicerón [está hablando de leerlo en latín], si es alguien que conoce la historia; y esa experiencia bastará por sí sola para revestir a Cicerón de un valor afectivo incomparable —aun admitiendo que sus caricaturistas tengan razón en cuanto dicen sobre su valor efectivo—. Esta idea la tenía San Jerónimo encerrada en su corazón, a pesar de su juramento; con aquella se esforzó Diderot por combatir la "superstición" de la posteridad. Ese pensamiento cautivaba a Petrarca; aquel conmovió "mucho y hondamente" a Lutero en medio de sus atormentadas dudas. Esta es la perla que Bossuet engastó en el oro de su estilo; ese es el brillante acero con que fraguó su daga un jacobino. Esta frase ganó para el patriarca de Ferney una sonrisa mundana de labios de sus lindas admiradoras; aquella hizo llorar a los espantados jueces de Luis XVI. Es, ciertamente, un placer único e imborrable; pero es preciso no retroceder ante el esfuerzo que requiere, pues no se puede negar que existen senderos por los cuales se camina con más facilidad que por una vieja calzada romana.

Si es que entran ganas de aprender latín de verdad para poder sucumbir en la prosa de Cicerón, y alemán para poder leer el libro de Zieliński enteroEsta es la diferencia entre quien llena de conocimientos sus libros y quien coge todos esos conocimientos y los llena de vida.

miércoles, 29 de abril de 2020

BOECIO, CONSUELO DE LA FILOSOFÍA

A Boecio (¿480-525?) una historia de la filosofía de bachillerato no le va a dedicar más de un exiguo párrafo. Más o menos el mismo espacio que le dedica una historia universal o una historia de la literatura, y más o menos con las mismas palabras. Boecio no tiene la importancia que tuvieron en el pensamiento medieval Agustín de Hipona, Tomás de Aquino o Anselmo de Canterbury; pero, en cambio, aparece en las tres historias. Incluso aparecería en una historia de la música, si es que hubiera tal en el bachillerato. 



¿Pero qué motivos podríamos alegar hoy para leer a Boecio? ¿Qué podemos encontrar en este autor que llame nuestra antención, que merezca ser atendido en época de confinamiento? 

La primera y más poderosa razón es precisamente esa: el consuelo. Boecio escribió el texto cuando se encontraba ya en la cárcel y se sabía condenado a muerte. Si él supo hallarlo a través del diálogo ficticio con la Filosofía, más lo encontraremos nosotros, cuya situación es infinitamente más leve que la suya. Conviene recordar aquí que su texto ha sido el modelo que han seguido otros muchos para enseñarnos a encontrar belleza y calma en medio de la tormenta.

Pero hay muchas más: 

Este librito ejerció una poderosa influencia durante unos mil años, los que duró la larga Edad Media. Es una síntesis de muchos argumentos de otros filósofos que le precedieron, recogidos de manera sencilla. Está lleno de emoción, no es, como alguien podría pensar, una exposición fría y acional de argumentos —Van Doren dijo de él que era un libro que solo un corazón de hierro podría leer sin derramar una sola lágrima—. Los problemas que encara Boecio son los problemas que todos tenemos que encarar alguna (o muchas) veces en la vida. Es estupenda la comparación que hace entre el universo físico y la ley moral y que recuerda el famoso épilogo de Kant en su Crítica de la razón práctica. La conmoción que causa comprobar cómo la Filosofía "cura" a este ser humano aherrojado a la muerte inmediata y reducido al surimiento. Y, por último, y aunque sea anecdótico, por su mismo nombre, derivado del griego βοηθέω que significa ayudar, socorrer, curar.

Id rumiando: 

3.– Considero, en efecto, que más aprovecha a los hombres la fortuna cuando les es contraria que cuando les favorece; pues si se muestra propicia, engaña con sus falsas apariencias de felicidad; si es adversa, no puede menos de ser sincera, ya que sus mismas alternativas demuestran su inestabilidad.

4.– La una engaña, la otra instruye; aquélla seduce con falsos bienes para encadenar las almas de los que llegan a probarlos; ésta libera al espíritu por el conocimiento que le da acerca de la fragilidad de la dicha humana. Así, a la buena fortuna imagínala tornadiza, con sus vestiduras flotantes a merced de los vientos, siempre ignorante de sí misma; la mala fortuna, la que vosotros así llamáis, la verás recogida, discreta, con su túnica ceñida, juiciosa y prudente, aleccionada con la experiencia de la desgracia.

5.– En una palabra, la próspera fortuna aparta del bien verdadero con sus caricias seductoras; la adversa, trayendo a los hombres prendidos en su arpón, los hace volver muchas veces al camino de la verdadera felicidad (Libro 2º, Prosa 8ª). 

Y si queréis saber algo más sobre Boecio, este audio de poco más de 20 minutos os ayudará a tener una idea sobre esta persona extraordinaria que tuvo el valor de ofrecernos consuelo cuando él estaba a punto de perder la vida:


***
PS: Las dos ediciones que aparecen arriba no son las únicas, pero sí son las más fáciles de encontrar. Existe una muy barata editada por Maxtor (Valladolid) y otra para bibliófilos, que seguramente no bajará de los 50 €, editada por Cieza en 1966 y con traducción de fray Alberto de Aguayo de 1518. Por supuesto, también lo tenéis en un montón se sitios en internet. Os dejo uno. La mía era la de Austral.

martes, 28 de abril de 2020

SEÑORES POLÍTICOS, TIENEN UN MENSAJE PARA USTEDES


Claro y sencillo. 

Hagan caso, por favor.

BIEN ESTÁ LO QUE BIEN ACABA (EL UNIVERSO SHAKESPEARE, 22)

Bien está lo que bien acaba o A buen fin no hay mal principio, según la traducción que manejéis, es otra de las "obras problema", porque se mueve simultáneamente en el terreno de la comedia, del drama e incluso de la tragedia. 

La historia que Shakespeare nos cuenta aquí es la de un joven conde bastante inoperante y malcriado del que está enamorada una joven que vale mucho más que él en todos los sentidos —como en otras muchas obras del autor—, y de cómo teniendo todas las papeletas para que Helena/Elena (según traducciones), la joven, encuentre y consiga una pareja de su talla, al final se case con él. 

Por supuesto, para llegar hasta semejante y ¿feliz? desenlace tendrán que ocurrir unas cuantas aventuras donde se demuestre la valía Helena y la apatía de Beltrán para cualquier otro asunto que no sea la milicia. No falta tampoco el engaño de ella para introducirse en la cama de Beltrán aprovechando la nocturnidad, como tampoco falta la sustracción del anillo de él, lo que servirá como prueba de la hazaña.

Transitando por toda la obra encontramos otro de los personajes característicos de este tipo de dramas: el bufón, el loco, el charlatán, en este caso Parolles —recordad que en francés paroles significa palabras—. Él será el encargado de poner las palabras y decir todo aquello que los demás personajes no pueden nombrar por inadecuado, estrafalario, fingido o sencillamente falso, según las ocasiones.

Y también como siempre nos encontramos con una sorprendente y altísima dosis de reflexiones que Shakespeare nos va regalando para que pensemos sobre ellas: La tela de nuestra vida es de una fibra mezclada; nuestras virtudes se enorgullecerían si no las fustigaran nuestros defectos, y nuestros crímenes se desesperarían si no les tuvieran cariño nuestras virtudes (Señor primero, act IV, esc 3).

Así, entre aventura y engaño, el gran maestro de lo que constituye el ser humano va dejando materia de reflexión para especialistas del consciente y del inconsciente. Y todo gracias a esa increíble habilidad para recoger de otros lo que no supieron o no se atrevieron a enunciar claramente.

lunes, 27 de abril de 2020

DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA 2020


Este año tan peculiar le ha correspondido al bailarín, coreógrafo y actor sudafricano Gregory Vuyani Maqoma escribir el manifiesto para el Día Internacional de la Danza:

Estamos atravesando tragedias inimaginables en un tiempo que mejor podría describir como la era post humana. Más que nunca necesitamos bailar con un propósito para recordar al mundo que la humanidad todavía existe. El propósito y la empatía deben prevalecer a lo largo de años y años de innegable paisaje virtual, de disolución que ha dado lugar a una catarsis de dolor universal que invade la tristeza, la dura realidad que sigue impregnando a los vivos y a los que se enfrentan a la muerte, el rechazo y la pobreza. Nuestra danza debe más que nunca dar una fuerte señal a los líderes mundiales, a aquellos a quienes se les confía salvaguardar y mejorar las condiciones humanas de que somos un ejército de pensadores furiosos y que nuestro propósito se esfuerza por cambiar el mundo paso a paso.

La danza es libertad y a través de ella debemos liberar a los demás de las trampas que enfrentan en diferentes rincones del mundo. La danza no es política, sino que se vuelve política porque lleva en su fibra una conexión humana y por lo tanto responde a las circunstancias en su intento de restaurar la dignidad humana.

A medida que bailamos con nuestros cuerpos cayendo en el espacio y enredando juntos nos convertimos en una fuerza de movimiento tejiendo corazones, tocando almas y proporcionando curación que es tan desesperadamente necesaria.

Y el propósito se convierte en una sola danza hidra, invencible e indivisible. Todo lo que necesitamos ahora es bailar ¡Un poco más!


Si te gusta la danza en cualquiera de sus modalidades, seguro que el miércoles vas a tener grandes espectáculos. Yo te dejo el enlace a la propuesta del English National Ballet para el día 29. 

Y si te encuentras con ánimo e inspiración siempre puedes hacer como Albert García Sauri al ir a tirar la basura:

APOYA A TU LIBRERÍA

Captura de pantalla de todostuslibros.com

Hoy es lunes de recomendación lectora, pero la situación es la que es y, como otros lunes desde que comenzó el confinamiento, no he recibido la propuesta correspondiente. Pero sí tengo una recomendación de apoyo que haceros.


Es cierto que las librerías siguen cerradas; sin embargo, hay formas de apoyarlas. Otra iniciativa que se suma a las ya existententes es la de la plataforma y buscador de libros todostuslibros.com.

Desde ella podéis ayudar a vuestra librería favorita, a vuestra librería de barrio o a la librería en la que soláis adquirir los libros. Tan solo necesitáis registraros rellenando un formulario como este: 


De paso, podéis empezar a disfrutar de una base bibliográfica extraordinaria o adquirir cheques regalo para terceros. Lógicamente, los libros "comprados" podréis tenerlos una vez reabiertas las librerías. ¿Os animáis?

domingo, 26 de abril de 2020

COLERIDGE, DESESPERACIÓN

Editorial
Decía Pujals en su magnífica Historia de la Literatura Inglesa que Coleridge (1772-1834) era el poeta enamorado de los sucesos extraordinarios. Y es cierto que toda su obra, la que dejó inacabada y la que dio por terminada, rezuma singularidad, misterio y fantasía. Lo que no sé es en qué medida su inclinación a moverse por territorios tan inestables e inseguros se debía al trastorno bipolar que dicen que padecía —en cualquier caso, sus hermanos, alegando locura, consiguieron que lo licenciaran cuando ingresó en el ejercito— , a su adicción al opio, a las características propias del romanticismo o, tal vez, a una mezcla de todo ello. Sea como fuere, lo cierto es que nos ha dejado algunos de los poemas largos, y casi siempre inconclusos —excepto La oda del viejo marinero—, más bellos escritos en inglés.

De entre los poemas cortos recojo uno que suele gustar especialmente a la adolescencia, muy dada a vivir al borde de la desesperación y a caminar por entre los extremos. Recuerdo una compañera de la época de estudiante que lo llevaba pegado en la carpeta y decía que era el poema más "importante" de su vida.

DESESPERACIÓN

He experimentado 
lo peor, lo peor que el mundo puede infligir,
eso que hace la vida indiferente,
importunando con un susurro
la oración de los moribundos.
He contemplado la totalidad, en donde
mi corazón tenía interés por la vida,
para ser desviado y arrebatadas mis esperanzas.
Nada resta ya. ¿Para qué seguir viviendo entonces?
Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo
otorgado por mí como promesa de vida;
aquella esperanza suya, o más bien pura fe
en su amor quieto, que celebró en mí su tregua
con la tiranía de la vida, se han ido. ¡Ah! ¿Adónde?
¿Qué puedo responder? ¡Se han ido! ¡Y ahora
puedo romper el infame pacto, este vínculo de sangre
que me ata a mí mismo! ¡Y lo romperé!

sábado, 25 de abril de 2020

MI PERDIDA PISTOLA DE PIRATA

¡Gracias, David!


Al poemario Descender hacia la luz también le ha pillado la cuarentena. Habíamos revisado ya las pruebas y estabamos con la cubierta cuando se decretó el estado de emergencia sanitaria. Así, pues, también él se ha quedado encerrado. 

Mientras esperamos a que la actividad vuelva a su rutina anterior al 14 de marzo y podamos transitar nuevamente por las calles, David me mandó una pieza a la guitarra creada ex profeso para este poema. Este es el resultado:




No todos vamos detrás de aquello que se escapa.
    ÁNGEL GUINDA                                                             

De pequeño
disfrute de la infancia y sus juguetes
como cualquier otro niño.
Corría por las calles y las plazas,
conquistaba fortalezas,
montaba un caballo inagotable,
marcaba goles imposibles.
Todos los troncos eran escondites,
todos los bancos eran caravanas
cruzando hostiles territorios.
Y tenía una pistola de pirata 
que siempre acertaba su disparo
a pesar de la niebla o la distancia.
Era regalo de un carpintero
amigo de mis padres.
Jamás salió de casa.
Allá quedó, olvidada en un traslado.

Perdí una pistola de madera,
unos indios de plástico,
los infantiles sueños de la infancia,
la magia de unos reyes poco magos,
la torpe inocencia sin futuro.


Gané lo que el tiempo nos da a todos,
gané la realidad y su infinita riqueza,
gané la posibilidad de equivocarme,
gané la libertad de ser yo mismo.

(29 de septiembre de 2016)

viernes, 24 de abril de 2020

MEDIDA POR MEDIDA (EL UNIVERSO SHAKESPEARE, 21)


La crítica especializada ha clasificado hace mucho tiempo bajo el marbete de "obras problema" o también "comedias oscura" —problem play, dark comedy—tres que no encajaban ni como comedias, ni como tragedias, ni como dramas. Son Troilo y Crésida, Bien está lo que bien acaba y Medida por medida. Y es que Shakespeare nunca fue muy fiel a géneros ni a normas, por eso los neoclásicos veían en su obras más defectos que virtudes.

Independientemente de que en toda su obra siempre podamos comprobar esa tendencia a la mezcla de géneros, es cierto que en estas tres de final feliz la acritud y la amargura adquieren un tono muy superior a otras anteriores, la naturaleza humana se ensombrece tanto que hasta los finales, liberatorios sin duda, nos resultan extraños. 

Estos tres minutos y medio de Atención obras os darán buena cuenta del argumento:


Ya véis, Shakespeare siempre anda enredando en los entresijos del ser humano para intentar averiguar qué somos y por qué nos comportamos como lo hacemos. Y como la realidad no es simple, ni directa, nos encontramos con personajes amorales que mantienen discursos preclaros y llenos de honestidad; o tropezamos con personajes muy solventes que dicen cosas demasiado deleznables. Y si además rondan por ahí los límites del poder, las convicciones más profundas y la muerte, todo se hace más complejo y oscuro.

Un ejemplo de la parte disparatada y surrealista de la obra. Bernardino es un preso que pasa de todo, hasta de la muerte, y lo van cambiar por Claudio para engañar al regente. El Duque, que ha abandonado su labor de gobierno, está en esta escena disfrazado de monje y dispuesto a ofrecer consuelo al condenado.

Horrorez (el verdugo): ¡Hola, tunante! trae acá a Bernardino.
Pompeyo (criado de Pordemás): ¡Señor Bernardino! ¡Es menester que os levantéis para que os ahorquen, señor Bernardino!
Horr: ¡Eh! ¡hola! ¡Bernardino!
Bernardino (prisionero disoluto): (Dentro.) ¡Que un rayo os parta las gargantas! ¿Quién arma ese ruido? ¿Quién eres?
Pom: Vuestro buen amigo el verdugo, señor mio. Tendréis la amabilidad de levantaros y de dejaros ahorcar.
Bern: (Dentro.) ¡Largo, bribón, largo! Tengo sueño.
Horr: Dile que es forzoso que se despabile, y pronto.
Pom: Por Dios, señor Bernardino, sacudid el sueño hasta que os hayan  degollado, y dormid luego.
Horr: Entra y sácale.
Pom: Ya viene, señor, ya viene. Oigo crujir la paja.
Horr: ¿Está el hacha en el tajo, tunante?
Pom. Todo está listo, señor.
(Sale Bernardino.)
Bern: ¿Qué tal, Horrorez?, ¿qué hay de nuevo?
Horr: A decir verdad, quisiera que te entregaras un rato a tus rezos; pues, mira, aquí está la órden.
Bern: ¡Bellacos! He pasado la noche entera bebiendo; no estoy preparado para eso.
Pom: Tanto mejor, gentilhombre; pues si después de beber toda la noche le ahorcan a uno por la mañana tempranito, tanto mejor podrá dormir durante todo el día siguiente.
Horr: Mira, aquí viene el padre confesor. ¿Crees aún que es broma?
(Sale el Duque, disfrazado.)
Duque: Buen hombre, movido por mi caridad, y habiendo oído cuán próxima estaba la hora de tu partida, vengo a aconsejarte, a ofrecerte consuelo, y a rezar contigo.
Bern: Nada de eso, fraile. He estado bebiendo largo toda la noche, y me han de dar más tiempo para ponerme a bien con Dios, o de otro modo que me aplasten los sesos con porras. Lo cierto es que no me conformo con morir hoy.
Duque: Amigo, es fuerza, y por lo tanto, ruego que midas la jornada que te espera.
Bern: Juro que no hay persuasión en hombre capaz de hacerme morir hoy.
Duque: Pero escucha.
Bern: Ni una palabra. Si tienes algo que decirme, ven a mi calabozo; pues de allí no salgo hoy.
(Se va.)
Duque: Es tan indigno para morir como para vivir. ¡Pecho de pedernal! Seguidle, mozos. Y arrastradlo al patíbulo sin tregua
(act IV, esc 3).

jueves, 23 de abril de 2020

DE LIBROS Y DE LIBRERÍAS


Creo que nadie que me conozca o que haya leído lo que vengo publicando desde hace años en este espacio puede dudar de mi interés por divulgar actividades culturales diversas y especialmente libros, libros de todo tipo. Los libros son, incluso, uno de mis objetos preferidos y sería seguramente un poquito más feliz, solo un poquito, si pudiera tener una enorme casa en la que disponer de una biblioteca personal con miles y miles de volúmenes. Eso me facilitaría el trabajo y me ahorraría muchos paseos a las bibliotecas. Pero también me gusta pasear y las bibliotecas son mis espacios cerrados favoritos.

Me gustan los libros, me encantan los libros, pero me cansa mucho ese exceso de frases hechas, desgastadas, hiperbólicas, ñoñas, sensibleras y hasta mentirosas, que cada año se reproducen sin piedad en cuanto nos acercamos al 23 de abril. Y no me preocupan las que proceden de la gente de la calle, del vecino iletrado o de la vecina que bastante tiene con desmenuzar la cuenta de la compra. 

Me molestan las que vienen de altas instituciones culturales o del colectivo que se dedica a la escritura. Y me molestan por dos razones: primero, porque estas personas sí tienen formación suficiente para saber qué significan las palabras que están utilizando; después, porque solamente encubren publicidad, ya que ellas son las beneficiarias directas de aquello que están ensalzando, ya sea como fama o como benificio económico. Autoadulación.

Dos perlas de estos días que podéis encontrar en las redes sociales: 
  • Leer es un acto de resistencia. 
  • La libertad es una librería.

Soy el primero en defender los beneficios del conocimiento y estoy absolutamente convencido de que impulsar la creación y el desarrollo de todas las actividades que tengan que ver con la expansión y mejora del mismo hacen más fuerte y más rica (en todos los sentidos) una sociedad. Y la preparan mejor para afrontar el futuro que poseer, por ejemplo, grandes reservas de petróleo. Defenderé los beneficios de la lectura donde sea necesario, porque los he disfrutado personalmente. Es innegable que la cultura, toda la cultura, nos ayuda a resistir mejor cualquier dificultad. Pero no de esta manera engolada y autoagasajante. 

Claro que quiero ver las librerías abiertas, pero que esos comercios estén abiertos no quiere decir que gocemos de mayor libertad. Entre otras cosas porque hay libros excelentes y admirables, pero también los hay verdaderamente vulgares y que aportan menos a la colectividad que un tornillo, un tubo de pegamento, un cable eléctrico o un pastel de crema con todas sus toxinas y calorías. Quiero ver todas las librerías abiertas y todas las tiendas de mi barrio que no venden ni un solo libro y todos los talleres y todos los pequeños negocios y a toda la gente que habitualmente se movía por las calles y que, sin ninguna duda, son mucho más necesaria para la vida en común que cualquier libro, porque son personas.

Afirmar la vida contra todos los envates y quebrantos es un acto de resistencia. Ayudar a las personas a seguir vivas es un acto de resistencia. Ayudar a quien lo necesita es un acto de resistencia. Leer es, en la mayoría de los casos, un pasatiempo; en otros, un acto de formación y aprendizaje. Y aunque las muchas lecturas y los buenos libros nos ayudan a resistir mejor el confinamiento, también lo hace la ciencia, la filosofía, el arte, la música, los múltiples conocimientos, el buen carácter, las amistades y todas y cada una de las personas que nos quieren.

Y si queréis frases deslumbrantes y más certeras que esas de ahí arriba esta que Emili Teixidor escuchó a un niño en alguna de sus charlas por centros educativos me parece más apropiada: Leer es querer que el mundo no se acabe nunca. Lo mismo que disfrutar de una película, un concierto, una obra de teatro..., o cualquier otra historia que nos subyugue al calor de la amistad y la buena compañía; aunque sepamos, claro está, que nuestra vida puede acabarse en cualquier momento.

miércoles, 22 de abril de 2020

ERIC WHITACRE. RESISTENCIA CREATIVA PARA UNA CUARENTENA ENTRETENIDA, 21

Ahora que se ha puesto de moda organizar vídeos realizados con la colaboración de varias personas recluidas en sus casas —profesionales de la música o no— y que después montan para ofrecérnoslos al final de los informativos, he recogido aquí tres auténticos modelos. Fuente y origen de lo que ha venido después y técnicamente impecables. 

Fueron realizados hace ya más o menos una década por el músico especialista en coros Eric Whitacre, pero no con cuatro ni con cuarenta, sino con cientos de personas, incluso miles, de diferentes países y sonando verderamente bien. También hay que decir que la música es del propio Whitacre y que está compuesta pensando precisamente en hacer lo que podemos ver. 

Reconocimineto especial tuvo la primera composición, Lux Aurumque, que ya ha sido vista por más de seis millones de personas. De la segunda que aparece aquí ya di noticia en 2016, pero vuelvo a rcogerla. 

Si sois de quienes disfrutan con la música coral, seguro que estas tres creaciones os van a gustar. Disfrutadlas.






martes, 21 de abril de 2020

CORONAVIRUS Y PAZ, por Juan Gutiérrez


He recibido esta reflexión sobre la situación que actualmente estamos viviendo de Juan Gutiérrez. Tal vez su extensión no la haga muy apropiada para un blog, pero el autor y la propia situación merecen el esfuerzo. Aquí la tenéis:

El coronavirus como salvador
(Ensayo improvisado de filosofía andante por cuatro vericuetos)

Hace 217 años un poeta filósofo alemán, FriedrichHölderlin, publicó un poema “Patmos” en el que había una frase que ha pasado a la posteridad “Wo aber Gefahr ist, wächst das Rettende auch” que en español significa: “Donde hay peligro crece también lo salvador”. Desde hace tiempo me ha fascinado esa sentencia y me pregunto si tiene algo de profético —esperanzador en referencia a peligros del futuro—, pero año tras año voy dejando esa pregunta quieta, dormida, sin tratar de responderla.

Primer vericueto
Sin embargo, desde hace un par de semanas, ya en tiempo de la pandemia en que el coronavirus nos ha metido a cada uno en su agujero (que demasiados ni lo tienen) y aislado físicamente a unos de otros, —agujero privilegiado el mío, grande, bien equipado, con terraza, cerca de la mar abierta— , y pareciendo en los primeros días que el tiempo que antes nos faltaba para cumplir con nuestros compromisos nos iba a sobrar al cancelarse o alargarse los plazos de su ejecución, he puesto esa pregunta  en marcha hacia una respuesta confiando en que para recorrer esa distancia iba a contar ahora con un tiempo liberado, desocupado, calmado.  

Pero nada más iniciar este recorrido voy notando que la pregunta no camina en línea recta por ese  espacio vacío, sino dando tumbos por un espacio superpoblado por otras inquietudes antes quietas, pero puestas de súbito en movimiento por el mismo confinamiento y por un raudal de noticias y de pensamientos que me vierte incesantemente por sus muchos canales —móvil, tele, radio, portátil, etc— el  mundo exterior. Así la pregunta se mueve zarandeada en el remolino de una maraña de ansias activadas, noticias y pensamientos sin acercarse a la respuesta.

Es como la carrera de la Reina Roja y Alicia,
La Reina Roja continuaba gritándole: “¡Deprisa, más deprisa!”, y Alicia sentía que no podía más, aunque le faltase aliento para decírselo.
Lo más curioso era que los árboles y las demás cosas que las rodeaban permanecían totalmente inamovibles: por más que corrieran, no conseguían adelantar nada. “¿No será que todo se mueve con nosotras?”, se preguntó muy intrigada la pobre Alicia.
[…]
Alicia miró con gran sorpresa a su alrededor
¡Pero si yo diría que hemos estado bajo este árbol todo el rato! ¡Todo está igual que estaba!
Claro que sí -dijo la Reina-. Pues ¿qué te creías?
Bueno, en mi país —dijo Alicia, todavía un poco jadeante—, si una corre un rato, tan deprisa como lo hemos hecho nosotras, generalmente acaba llegando a un lugar distinto.
¡Un país bien lento! —dijo la Reina—. Aquí, como ves, se ha de correr a toda marcha simplemente para seguir en el mismo sitio. Y si quieres llegar a otra parte, por lo menos has de correr el doble de rápido.
Repito tratando de ser más preciso: en el instante en que pongo en marcha mi pregunta noto que se están también poniendo en marcha y me empujan o atraen demasiadas otras cosas:
    un chorro de noticias y pensamientos sobre la pandemia que, repitiéndose sin cesar, generan confusión al desmentirse entre sí (parece que no se aclaran sus mismos emisores, gobernantes, expertos  o influencers). Más incluso que las fake news tontorronas que también circulan;
    el maremágnum de pronósticos acerca de la transformación que la pandemia va a generar en el mundo y en nosotros;
    un agitarse y revivir de vínculos de amistad entrañables, que habían quedado quietos y dormidos pero que despierta el clima del mismo confinamiento y a los que se suman vínculos que ya eran activos y que, aunque sin contacto físico, se siguen manteniendo con nuevo brillo.

Así mi pregunta corretea de un lado para otro al encuentro de esa avalancha buscando piezas del rompecabezas que forma la respuesta. Y me encuentro zarandeado, mareado, con vértigo y sin haberme movido hacia adelante. Siento que el rompecabezas me está rompiendo la cabeza.

Segundo vericueto
Me paro, me echo a dormir, me doy un paseo —más o menos legal— y, ya más aquietado, me propongo
      adueñarme de mi tiempo regulando las vías de entrada del chorro de inquietudes, noticias, planteamientos y pronósticos por medio de un grifo y de un filtro que corten el paso a lo que detectan como inútil;
      en vez de forzar a la pregunta a que se mueva en línea recta, dejar que avance  dando tumbos o en zigzag y tratar de entender por qué se mueve así;
      reflexionar sobre el tipo de respuesta que espero.

Esa reflexión me hace evidente que:
      La respuesta que busco la va a traer el mero paso del tiempo, que llegada la  hora no pronosticará si la realidad aún futura deja entrever una silueta que confirme o desmienta la sentencia de Hölderlin, sino que constatará si esa sentencia se ha cumplido o no en una realidad para entonces ya presente.
      No soy el único que pone en marcha esa pregunta, somos una multitud los que estamos tratando de entender cómo va a ser el futuro como consecuencia de la pandemia.

Entonces decido:
      No competir con esa multitud de adivinadores del futuro ni pretender ponerme a su cabeza, sino colaborar con ellos en una búsqueda conjunta de la respuesta.
      Que mi contribución a esa búsqueda conjunta consista en cocinar una pieza propia, artesanal, que incorporar al rompecabezas que forma la respuesta.
      Que sus ingredientes sean o de mi propia despensa, o compartidos con amigos, o adquiridos de cualquier otro. Todo un sancocho.

Aquí otra vez me paro  —normal, que esto es un ensayo de filosofía andante por vericuetos— y me pregunto: ¿A dónde iba y dónde estoy?

Me he echado a andar buscando alcanzar una respuesta a mi pregunta inicial y entretanto me encuentro con el yo disuelto en un nosotros y con que la meta no es la respuesta como rompecabezas ya completo, sino el haber cocinado una de sus piezas.
Y sí que avanzo pero no en línea recta.

Ahora se trata de volver a meter ese “yo” en el “nosotros” en que se ha disuelto.

Tercer vericueto
El principal ingrediente propio mío, aunque tengo entretanto la suerte de compartirlo en un grupo cada vez mayor, es la puesta en juego de las Hebras de Paz Viva (HPV), que hoy la inmensa mayoría no tiene en cuenta, dejándolo de lado porque las memorias colectivas, siendo selectivas, nos lo esconden. Así, al caer en esa trampa de la memoria, se escamotea un ingrediente fundamental de lo salvador.

Ese ingrediente, —nuestra pulsión como seres humanos por verter nuestras vidas en otras vidas, para crearlas, protegerlas, alimentarlas, enriquecerlas etc—, no lo concibo como  algo presente o ausente según los tiempos —como una luna llena o nueva—   sino como un sol constante a lo largo de la historia humana e incluso, por lo que parece, anterior al también darse entre seres vivos que han precedido a nuestra especie.

Cualquier diagnóstico o pronóstico que ignore las HPV va a declarar a la especie humana como por sí misma incapaz, carente de recursos propios, para sobrevivir a una crisis. La esperanza en “lo salvador” se reduce pues a esperanza en algo no humano. Y cuanto más se sitúe este agente salvador fuera de lo humano, más se encogen el ser humano y su dignidad.

Las HPV con presencia a lo largo de toda la historia son un ingrediente necesario de “lo salvador”, pero insuficiente. Para que “lo salvador” salve tienen que combinarse esas HPV con otro ingrediente variable históricamente para que así entren en juego “el peligro” haciéndose presente y “lo salvador” creciendo.  

No sé cómo definir a este ingrediente variable, pero creo que podemos buscarlo entre lo que Hegel llamaba “espíritu del tiempo”, Rousseau “voluntad general” y “contrato social”, y ponerle provisionalmente un nombre más actual como “consenso”, tomando así como modelo el consenso de la transición democrática española. Sin embargo, voy a alargar algo ese nombre llamándolo “consenso en su conjunto” porque no son uno, sino varios los temas que el consenso consensúa.

Este consenso en su conjunto se plasma en dos planos imbricados uno con otro: el plano institucional en forma de leyes y el plano en que vivimos, nos entendemos y encontramos los seres humanos, —que quizá sea el plano en que se genera la cultura—.

(De paso: ¿tiene algo que ver la distinción entre esos dos planos con la que hizo Max Weber entre “poder” y “legitimación”?) 

No concibo ese “consenso en su conjunto” como algo permanente, aquietado y distendido, aunque así se presente en el plano institucional —como en la constitución española de 1978, desde entonces en lo esencial blindada—. 

Sin embargo, en el plano en que viven los ciudadanos ese “consenso en su conjunto” se revela como algo en evolución lleno de movimiento y tensión internos, que en ese plano institucional pueden consolidarlo o resquebrajarlo hasta romperlo pese a su fuerte anclaje jurídico.
 
En ese plano en que vivimos y nos relacionamos los seres humanos entran en juego junto con otros factores las dos pulsiones contrapuestas —para ejercer violencia o emitir HPV— contribuyendo a su evolución, fortaleciendo o resquebrajando  el consenso en su plano institucional.

El mejor ejemplo de esa evolución de un consenso es el avance del feminismo —ligado al reconocimiento de los cuidados, que en gran medida son HPV—  como una ola de fondo que se va transformando, creciendo y acelerándose desde principios del siglo XX hasta hoy en que ya es rampante. Otro ejemplo es la decadencia del monopolio de poder de la iglesia católica, respaldada por el franquismo, de ordenar los comportamientos de la gente.

Tres otros ingredientes propios que puedo aportar son mi gusto por la ecología, la filosofía y mi empeño por la paz.

En relación con la ecología tengo que agradecer al amigo Rudolf Bahro, filósofo ecologista alemán muerto en 1997, muy olvidado en España, pero famoso e influyente en los años 80, que en 1987 publicó su libro Lógica de la salvación, donde plantea la lógica de la salvación del peligro de la autoaniquilación inevitable de la especie humana (pág. 35): “Es cierto que las contradicciones sociales han sido y son aceleradores y amplificadores, pero de algo generado por una disposición de nuestra misma condición humana, que la hace única y gloriosa: De todas todas la clave de la situación es que el ser humano normal, en su versión excesiva de hombre occidental normal, destruye la vida en vez de ponerse a su servicio. Y, por mucho que podamos poner en duda que lo salvador crezca desde el peligro, quien no ve ese peligro y su causa, quien considera que la crisis ecológica no es más que el molesto efecto colateral de un desarrollo glorioso, no puede despertar para ponerse a buscar la respuesta sea la que sea”.

Cuarto vericueto
De acuerdo con Bahro —y creo que también con Greta Thunberg, con el movimiento de Viernes por el Clima, con Ghandi (que afirmó que los recursos del mundo bastan para satisfacer las necesidades humanas pero no la codicia humana) y con las profecías de muchos pueblos aborígenes— interpreto la frase en que Hölderlin relaciona “el peligro” con “lo salvador” por así decir a contrapié, porque planteo que el peligro es la aniquilación de la humanidad por el abuso que hace esa misma humanidad de la naturaleza y, sólo partiendo de ahí, me pregunto si la pandemia del Covid-19 puede ser, además de parte evidente de ese peligro, puesto que amenaza con diezmar a toda la humanidad y desvencijar su tinglado económico, lo salvador que crece. 

Afirmo así que el peligro a tope es nuestra relación hostil como seres humanos, con la naturaleza que ensuciamos y destruimos acelerando así nuestra propia extinción. Hoy nuestra especie está ya en la cuenta atrás, con el punto final de su desaparición a la vista, ya a pocos pasos del punto sin retorno.

La verdad es que este pronóstico fruto de un cálculo intelectual nos deja bastante fríos, consigue sólo movernos a regañadientes arrastrando los pies y tachándolo de apocalíptico. Le falta la dimensión emocional que aportan la sensación de inmediatez y la evidencia de que no hay escape individual a esa extinción de la especie.

Es un peligro muy peligroso —valga la redundancia— porque no aparece como inminente ni del todo inexorable:
   el fin de la especie humana se hará evidente dentro de 30 o 40 años, ya muy pasado el punto sin retorno, cuando sea demasiado tarde para poner remedio;
  afecta a los pobres —que cuentan poco— mucho antes, como media generación, que a los potentados —que cuentan mucho—;
  parece más lejano que las muertes individuales de nuestra generación;
  genera la esperanza falsa de esperar una repetición del mito del Arca de Noé, según el cual el dios bíblico aniquila la especie humana inundándola con el diluvio, pero salva a una familia.

Esa perspectiva a corto plazo y complaciente —que resuena en el “¡Cuán largo me lo fiáis!” de Don JuanTenorio o en el “Después de nosotros el Diluvio” de la Pompadour
   permite que se pongan de nuevo en juego soluciones falsas a la crisis, de acuerdo con la lógica determinante de proteger a los seres humanos sólo en la medida en que se aseguran los intereses de los inversores, que más bien la agravan, como ya ha ocurrido en la crisis económica del 2008, cuando las mismas recetas capitalistas que generaron la crisis se aplicaron para remediarla;
    va a costarnos unos cuantos años el ensayo de remedios hasta que desechemos los inútiles o incluso contraproducentes y escojamos los eficaces ;
    la aceleración de nuestra economía nos tiene en jaque y quita el tiempo para buscar y encontrar un remedio.
   se entiende la lucha por la supervivencia de la humanidad como una guerra en la que poner en juego las mismas estrategias que se aplican para conquistar y someter a la naturaleza, que son estrategias de guerra pero inútiles y contraproducentes para proteger al género humano.

Sin embargo, hoy se ha adelantado a este peligro de aniquilación, que nos amenaza como especie, pero aún no nos parece inmediato, la primera gran ola de la oleada con que la naturaleza responde al abuso a que la sometemos, la pandemia del Covid-19, que nos saca de este sopor, sobresalta, pone alerta y hace que estemos a escala mundial trastocando el comportamiento de cada quisque al tomar medidas urgentes de protección ante la epidemia desatada, que está ya matando a miles y cada vez a mayor velocidad, que —sin amenazar con la extinción a nuestra especie—, amenaza con diezmarla en general, con lo que cada uno de los nosotros podemos ser los décimos de esa diezma.
 
Esas medidas de protección están a su vez desencadenando una crisis económica, pero “desencadenar” significa ahora romper las cadenas que atan los procesos económicos a la lógica de anteponer el incremento de los bienes y recursos privados a la salvación de vidas con su dignidad.

La crisis del coronavirus ya ha roto esas cadenas y en ese tremendo revuelo se están moviendo ingentes capitales para, fuera de las lógicas capitalistas, atender a las necesidades y urgencias humanas, siendo la más imperiosa y urgente la de sobrevivir con dignidad. 

Mientras esa lógica capitalista se desbarata, está creciendo —como los pequeños mamíferos tras la extinción de los dinosaurios— una lógica variopinta de atención y protección a los seres humanos y a su dignidad, que recoge y antepone planteamientos antes pospuestos —una renta básica universal, una atención médica bien equipada y sin exclusiones—, junto con otros no planificados, sino surgidos espontáneamente  por el mismo sobresalto, como el aplaudir desde los balcones en señal de agradecimiento a los servicios sanitarios y de limpieza, el surgimiento de redes de apoyo a personas vulnerables con lo que, desbaratada la ley de hierro del capital, se entrevé el nuevo orden de un “jardín de las delicias” —Hieronymus Bosch—.  En ese sentido,  el coronavirus es la mejor y más oportuna de las vacunas.

En ese jardín de las delicias florece un sinnúmero de flores, pero no me detengo
para mostrárorlas porque también vosotros estáis en ese jardín y podéis mostrar mejor que yo y trasmitir el color y la fragancia de las que os brotan más cercanas. Allí, además, crecen y se fortalecen árboles, líderes de las HPV, como el papa Francisco, que ha crecido en esta Semana Santa guardando todos sus rituales con sermones en iglesias vacías o semivacías en los que insistentemente desbordaba los límites que la doctrina católica tradicional impone a los seres humanos.

La pandemia es además muy oportuna,
   porque su llegada, coincidiendo con el impetuoso avance del feminismo, evidencia que las estrategias machistas de defensa militar son contraproducentes e invita a desplegar un sistema de protección ya no centrado en el balance entre el ataque destructor contra el enemigo y huida de ese enemigo, sino en la atención y la generación de amistad.

         A esa nueva estrategia  responde bien el coronavirus, porque parece que lo que     mata no es su contagio, sino la producción excesiva de anticuerpos por parte de los contagiados. El objetivo ya no es aniquilar al virus enemigo, sino aprender a convivir con él. La lucha ya no consiste en aniquilar al virus enemigo o ser aniquilado por él, sino que es una pugna por transformar ese virus enemigo en un amigo con el que convivir (parece que durante millones de años ha convivido el coronavirus con murciélagos y pangolines).

   La cuarentena, el aislamiento físico como medida tradicional de protección ante las plagas, era hasta principios de este siglo algo muy duro y paralizante, pero el desarrollo de lo digital en los últimos años lo hace mucho más llevadero y permite —por ejemplo con el teletrabajo— soslayar muchos bloqueos.

En este rio revuelto por haberse roto las leyes capitalistas que lo ordenaban, no sólo navegan tejedores de Hebras de Paz Viva, también lo surcan tiburones y especuladores decididos a medrar sin dignidad a costa del resto, de la inmensa mayoría. Pero esas sombras ya no pueden mostrarse como luminosas; les ha llegado la hora en que revelarse como sombrías. El capitalismo, sin ser la solución, ha podido hasta hace bien poco presentarse como solución moralmente neutra, pero ahora ya no puede, porque se revela como criminal.

Algunos de esos tiburones pretenden, e incluso consiguen, ser grandes líderes, como Trump, Boris Johnson o Bolsonaro. Sin embargo, son líderes de corto recorrido porque chocan contra sí mismos: una semana, tras ordenar que se anteponga la codicia de los potentados a las necesidades humanas, Trump se ve forzado a ordenar que ingentes masas de dinero se desmarquen de esa lógica del capital para atender a las necesidades humanas. Es el loco al que se refería Machbethan idiot full of sound and fury, signifying nothing”

Ante otras amenazas globales se han planteado fórmulas que trataban de proteger a un sector de la humanidad separándolo del resto —como los intentos de proteger durante la guerra fría los EE.UU, separándolos de Europa y del bloque socialista por medio de una campana protectora formada por misiles defensivos; guerra fría que al volverse caliente iba a destruir los misiles ofensivos enemigos manteniendo así a los de dentro a salvo de la hecatombe que aniquilaría a los de fuera—. Pero desde el momento en que ha aparecido esta pandemia es evidente que soluciones de este tipo no sirven para nada: el coronavirus,  aunque comparado con la gripe española —que  hace 100 años mató a más de 50 millones— mata relativamente poco —del 3 al 10% de los afectados—, amenaza uno por uno tanto a los ricos como a los pobres y más se trasmite de ricos a pobres que al revés.

El muro que está construyendo Trump para proteger los Estados Unidos separándolos de México es ante esta pandemia algo ridículo, porque el coronavirus se lo salta como si tal cosa.

Tras los 4 vericuetos
Días antes de su asesinato Martin Luther King pronunció la frase “He alcanzado la cumbre” (I have reached the mountain top).
Yo no.
Nosotros aún no.
Nos queda la poesía.

RESISTENCIA CREATIVA PARA UNA CUARENTENA ENTRETENIDA, 20. DKEtxean





No sé si cuando visitáis este blog soléis deteneros un momento a mirar las agendas que aparecen en la columna de la derecha, la de Donostia Kultura y la de Kulturklik. Si tenéis esa costumbre, esta nota os sobra. 

Para quienes no han advertido la existencia de las agendas culturales agregadas al blog debo decir que ayer aparecía la propuesta cultural Koadernoa, una propuesta que por medio de donostiakultura.eus nos ofrecerá textos breves e inéditos así como ilustraciones creadas ex profeso para esta situación de confinamiento que estamos viviendo. Irán apareciendo trabajos diariamente, de lunes a viernes, y se puede ver completa en DK Etxean: Koadernoa.

El primer texto es un hermoso poema —Elurraren zehatza— de Arkaitz Cano en torno a la nieve.