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viernes, 6 de septiembre de 2024

RUTA CLAUDIO RODRÍGUEZ

Instituto donde estudió el poeta.

A pesar de su extraordinaria brevedad –tan sólo cinco libros-, la trayectoria poética de Claudio Rodríguez es una de las mejores y más acabadas muestras de poesía concebida y realizada como modo de conocimiento, no sólo porque en cada uno de sus libros asistamos a un proceso –con sus dudas, tanteos, contradicciones, misterios y claridades- de conocimiento por vía de la escritura, sino también porque el conjunto de los mismos forma un proceso general más amplio en el que se van desenvolviendo y modulando diferentes aspectos del conocimiento poético. El resultado final será un universo poético unitario, trabado y dialéctico en cuya creación cabe distinguir varias fases, una por cada libro publicado. Por lo demás, este proceso lleva aparejado una serie de transformaciones paralelas y progresivas en los distintos planos de la expresión: lenguaje poético y sistema imaginario, tono general, métrica, ritmo, lo cual hace que desde el punto de vista evolutivo, su trayectoria sea también una de las más atractivas, sólidas y coherentes de todas las promociones poéticas españolas de posguerra. 

Luis García Jambrina. Hacia el canto de Claudio Rodríguez.

Fue a mediados de los 90 cuando tuve conocimiento de la poesía de Claudio Rodríguez gracias a esa excelente antología que preparó su paisano con motivo del Premio Reina Sofía. Luego llegó el recital que preparamos con su Don de la ebriedad el año de su muerte. Después vino la tertulia que le dedicamos en 2004. Si pasaba por Zamora para dejarme llevar por sus encantos, era inevitable llevar sus poemas y recrear sus pasos. 

No he tenido que realizar ningún esfuerzo de investigación ni documentación gracias a que la ciudad —no siempre es así— lo aprecia y lo recuerda. Existe una ruta literaria que te ofrecerán con todo cariño si preguntas por ella en cualquiera de las oficinas de información turística. Es la misma —ahora mismo lo he descubierto— que la que la página dedicada al poeta elaboró en su momento. La única diferencia es que en esta última encontrarás los audios que acompañan a los textos y a las fotografías, junto con lectura de fragmentos más amplios que los que aparecen escritos. 

Todo es nuevo quizá para nosotros.

El sol claro-luciente, el sol de puesta,

muere; el que sale es más brillante y alto

cada vez, es distinto, es otra nueva

forma de luz, de creación sentida.

Así cada mañana es la primera.

Para que la vivamos tú y yo solos,

nada es igual ni se repite. Aquella

curva, de almendros florecidos suave,

¿tenía flor ayer? El ave aquella,

¿no vuela acaso en más abiertos círculos?

Después de haber nevado el cielo encuentra

resplandores que antes eran nubes.

Todo es nuevo quizá. Si no lo fuera,

Si en medio de esta hora las imágenes

cobraran vida en otras, y con ellas

los recuerdos de un día ya pasado

volvieran ocultando el de hoy, volvieran

aclarándolo, sí, pero ocultando

su claridad naciente, ¿qué sorpresa

le daría a mi ser, qué devaneo,

qué nueva luz o qué labores nuevas?

Agua de río, agua de mar; estrella

fija o errante, estrella en el reposo

nocturno. Qué verdad, qué limpia escena

la del amor, que nunca ve en las cosas

la triste realidad de su apariencia.

Toda la ciudad y su entorno se presta a leer los poemas de Claudio Rodríguez en voz alta, a dejarse llevar por el fluir de las aguas del Duero, que tienen el mismo ritmo que los versos del poeta, a quedarse enamorado de su luz, del color de sus piedras y del aire limpio y transparente en que palpita. Pero había un lugar y un óleo por los que sentía especial curiosidad: el bar La Golondrina y el lienzo de Antonio Pedrero.


El folleto de la ruta ofrece esa imagen y este texto: Antonio Pedrero, hijo de Virgilio Pedrero y Carmen Yéboles, inmortaliza en esta obra a los personajes singulares que frecuentaban el bar de sus padres, La Golondrina, entre los que se encuentra Claudio Rodríguez con sus amigos. Un enjambre humano muy singular de Zamora, que se reunían en la barra del bar de sus padres, donde el artista trabaja y observa. Finaliza el cuadro el último día de diciembre de 1960 y se cuelga en una pared del Bar, acudiendo muchos zamoranos en peregrinación desde los primeros días.

La obra fue adquirida por Caja España e instalada en la sucursal de la calle San Torcuato.

Las consultas sobre el cuadro de Antonio Pedrero nos habían llevado a averiguar que el cuadro no se encontraba ya en ninguna sucursal bancaria, sino en este estupendo Teatro Ramos Carrión, que estaba cerrado. 

La suerte quiso que al pasar por allí la tarde del martes, hubiera luz en la taquilla y que dentro de ella estuviera una persona especialmente amable. Pregunté si era posible que nos abriera la puerta para acceder al vestíbulo y ver el cuadro. Sandra, que así se llama la encantadora mujer, dejó el trabajo que estaba realizando y nos franqueó la entrada, pero advirtió un poco compungida que no podía dar la luz y la que había dentro, dada la hora y la falta de ventanales era muy escasa. Yo no llevaba trípode y el resultado es este: 

Sin embargo, su atención no se paró ahí. Nos indicó que el bar original ya no existía y nos dijo dónde podíamos ver una reproducción en la que, además, aparecían los nombres de todas las personas que en él están recogidas. Hacia allí nos dirigimos encantados con la atención y con la información que Sandra nos ofrecía. Y en la Taberna La Z nos encontramos con la imagen. Está hecha con el móvil, pero se puede ampliar.

La ruta, para alguien que tenga como afición la poesía y, en especial, la de Claudio Rodríguez, merece la pena.

Y mil gracias, Sandra, por tu inestimable ayuda. 

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sábado, 31 de agosto de 2024

BOURDELLE SALE A MI PASO


 No, no estoy haciendo publicidad del centro médico, simplemente aporto la prueba de mi sorpresa ante la imagen que ha elegido el centro como icono ¿de marca? Ignoro cuál es el motivo para haber elegido la obra más conocida de Bourdelle, aunque puedo suponer que como la cosa va del cuidado de la vista y Hércules tendría una puntería a prueba de todo tipo de dioses e infortunios —donde pongo el ojo pongo la bala, en este caso la flecha—, pueda ser esa la razón. No lo sé, pero sin duda me parece curioso que en medio año me encuentre con la misma imagen en tres ocasiones, la primera en el Museo Bourdelle de París:

Heracles arquero. Bourdelle.

La segunda en el Museo Ingres Bourdelle de Montauban:

Heracles arquero. Bourdelle.

Y la tercera en el Paseo Árbol de Gernika de la ciudad en la que vivo, por donde había pasado decenas de veces, pero nunca me había fijado en el detalle:

Si creyera en el significado oculto de las casualidades, tendría un bonito tema para meditar. Pero el azar es simplemente eso, pura coincidencia. Aunque creo que la explicación es mucho más sencilla: ocurre que cuando una imagen, un hecho, una situación o cualquier otra cosa pasa a ser significativa para nosotros, en el momento en que se hace relevante, somo conscientes y la percibimos allá por donde pasemos. Un ejemplo muy corriente: cuando de críos tuvimos la primera escayola, pasamos a ver escayolas por todas partes; parecía que una multitud se había dedicado a romperse huesos.

No hay mejor manera de dar visibilidad a algo que hacerlo significativo. La gente de la enseñanza, de la publicidad o de la política lo saben bien. Tal vez Bourdelle atraiga la curiosidad de alguien que pase por aquí, o por el centro oftalmológico, y se pregunte por sus obras y por su trabajo, aunque no pueda ir ni a París ni a Montauban. Por si acaso, dejo aquí algunas de ellas. Las dos últimas imágenes son del museo de Montauban, todas las demás del de París, que es donde pasó más tiempo:













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jueves, 22 de agosto de 2024

REGALOS DEL DÍA (Diario de un epicúreo agradecido), 15

Es sorprendente la gigantesca diversidad de la belleza que nos sale al paso un día cualquiera en cualquier lugar. No es necesario que salga un día con una luz espléndida ni que estemos en un paraje extraordinario ni que el momento sea el más adecuado para apreciarla, aunque esas circunstancias, claro, pueden ayudar a que seamos más receptivos o conscientes. 

Las flores, por supuesto, ayudan, pues ellas mismas son objetos bellos en sí mismas y disponen de numerosas cualidades para atraernos: forma, color, aroma. Raro es encontrar una persona a la que no le guste ninguna flor. Pero el regalo del día no viene dado por ninguna de las cualidades intrínsecas de, en este caso, esas blanquísimas correhuelas, sino por la manchita que descubrí en la primera de ellas cuando la vi en la pantalla del ordenador.

La correhuela, según dicen, es una mala hierba que aparece de manera silvestre en los sitios más insospechados. En este caso debajo de la monumental estructura de cemento de la autopista. En un no-lugar donde crecen otras plantas silvestres que se van cediendo el protagonismo a medida que pasa el tiempo y vamos cambiando de estación.

Me gusta que en sitios como esos, abandonados a su propia suerte y aparentemente muy inhóspitos, esté presente la vida y, además, se prodigue en formas muy diversas. Entendámonos, no es la selva tropical ni existe una biodiversidad que pueda constituirse en reserva biológica del planeta. 

Por supuesto que no, pero me resulta conmovedor y fascinante que entre montañas de hormigón y asfalto se levanten unas hermosas flores blancas con todas sus funciones biológicas a pleno rendimiento y que, además, sirvan de casa, de territorio a explorar, o de lo que sea, a esa diminuta araña roja, que es la que pude ver cuando pasé la imagen a la pantalla grande del ordenador.

 Y es que la vida, y ese es el regalo, se abre paso por encima y a pesar de todas las condiciones adversas. Aceptarlo, apreciarlo y disfrutarlo es ya cosa nuestra.

Más regalos sin palabras:







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martes, 13 de agosto de 2024

MANDELBROT, MENCHERO VERDUGO Y LA BELLEZA

Caos y orden, Antonio Escohotado

Supe de la existencia de los fractales por el libro de Antonio Escohotado. Corría el año 1999 y me fascinaron la portada del libro, las pocas fotografías de su interior, el título y, por supuesto, el autor, de quien ya conocía la enorme capacidad para moverse con brillantez por disciplinas tan alejadas como el derecho, la sociología, la filosofía o las matemáticas. 

A finales del mes de julio me encontré en el programa de Mercedes Menchero, Atriles entre los árboles, con la feliz coincidencia de que dedicara un programa al matemático Mandelbrot, el responsable de esta sutil belleza que se desliza entre la naturaleza como si fuera un hermosísimo verso surgido de la colaboración matemática entre el caos y el orden.

A la fascinación de la matemática y la belleza del azar, Mercedes Menchero agrega su saber sobre música y su estupenda lectura. El resultado es un subyugante programa que invita a que nos abandonemos a la sutileza de las palabras, la sugestión de las notas musicales y la profunda atracción del pensamiento matemático de Mandelbrot. Delicioso.

 
El vídeo al que alude en el programa:


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sábado, 27 de julio de 2024

RODEZ, ARTAUD Y LAS CASUALIDADES


Mi paso por Rodez se vio gratamente sorprendido por este edificio. Lo tenía en frente del apartamento en el que me alojé. Es una capilla construida en el XIX, concretamente en 1842, durante aquella época en que se puso de moda imitar estilos ya pasados. Salvando las distancias casi infinitas, recuerda vagamente al templo de Sta. Mª de la Consolación, uno de los manifiestos arquitectónico del renacimiento, atribuída durante algún tiempo al maestro BramanteMe agradó mucho esta vista desde el balcón de la cocina que daba a poniente, menos agradecida que la de oriente, que era espectacular, con la catedral al fondo (la otra torre de la derecha es la de Saint-Amans):



La segunda noche, una hermosa tormenta de verano, me permitió grabar estos segundos de resplandor entre las tinieblas.


La sorpresa vino a la mañana siguiente cuando, movido por la curiosidad, me acerque a ver la entrada para ver si podía averiguar algo sobre esta capilla de aire historicista. Y sorpresa fue, porque aunque estaba cerrada y acceso no está permitido, en el cartel se leía: Chapelle de Paraire, Espace Antonin Artaud.


Sí, aquí estuvo recogido en sus últimos años el creador del teatro de la crueldad, exactamente desde 1943 hasta 1946. En aquella época lo que hoy es un espacio dedicado a la memoria del escritor y a impulsar la creación era un hospital para enfermos mentales.

Pero quedaban más sorpresas. Hace pocos días, al ponerme a leer la antología de Mª Mercedes Carranza de la que dejé una muestra, al abrir el libro al azar, se abrió por la página 31, página en la que se recoge este poema en el que la poeta habla de Artaud y su paso por esta capilla que fue sanatorio mental:

ARTAUD ENTRE PALABRAS

Haré con la concha sin la 
madre un alma oscura, total, 
obtusa y absoluta


Antonin Artaud está sentado
frente a su peor enemigo: Antonin Artaud
a quien observa como un espectáculo inútil.
Tiene los nervios drogados con opio
y trata de escribir un poema
que ha de ser la vida misma. Por ello
sólo escribe sollozos, blasfemias, gritos.
Pero nadie oye a Antonin Artaud:
todos están muertos, se sabe,
y él trata de herirlos,
para que despierten,
con su desafiante solidaridad.
Lucha a dentelladas contra los invisibles
demonios que envenenan el aire.
En el asilo para locos de Rodez,
cabizbajo, desdentado y baboso
Antonin Artaud ha perdido.
Como un niño de cuatro años, dócil,
aprende de nuevo las primeras palabras.
El feroz resplandor del naufragio
lo ilumina repentinamente y ahora
es Artaud el Resucitado. Ahora
vuelve a la vida, pero parido por él mismo:
«soy mi hijo, mi padre, mi madre y yo».
Un último gesto solitario lo cura por fin
—hospital de Ivry, un 4 de marzo de 1948—
de la desdicha de estar en el mundo.
Antonin Artaud olvida para siempre a Antonin Artaud.

La sensación fue un tanto curiosa. No sé si era como cerrar el ciclo Rodez o, por el contrario, una invitación a volver y averiguar más sobre la vida y la obra del que fuera en algún momento director de de la oficina de investigaciones surrealista. 

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viernes, 26 de julio de 2024

LA ROBLEDA DE LOS SUEÑOS, un bosquete encantador y soloidario

La Robleda de los Sueños en Google Maps

 25 robles, 25 artistas, 25 ONGs, 25 sueños. La Robleda de los Sueños es un pequeño robledal lleno de encanto gracias al impulso y la iniciativa de Ángel San Mamed y de 25 artistas que desinteresadamente pusieron su trabajo al servicio de la fantasía, la ilusión y la solidaridad con distintas organizaciones no gubernamentales. En este cartel que se encuentra a la entrada del mágico bosquecillo se pueden leer los nombres de artistas, obras y ONGs a las que se vincula cada una de ellos:

Y esta es una muestra de cuanto allí puede disfrutarse en el paseo:



















El paseo entre los robles pintados puede realizarse con audioguía (necesitáis un teléfono con lector de códigos QR) o leyendo los carteles que acompañan a cada una de las obras. La entrada son 5€ y 2€ la audioguía. Disponéis de más información en la página web. El paseo puede durar una hora aproximadamente.

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