#nietzschedescomplicado
Lecciones
de Aurora
6:
Espíritu libre llamaba
Nietzsche en Hdh 225 «a quien piensa de manera distinta a lo que se
esperaría atendiendo a sus orígenes, su entorno, su posición
social y su profesión, o a las opiniones dominantes de la época».
Lo que no significa que sea totalmente autónomo, independiente,
original — ¡eso no existe! Cuando utilizamos dichas expresiones
para referirnos a alguien, lo hacemos siempre de manera hiperbólica,
exagerando; con la buena intención de decir algo que es cierto, mas
no literalmente.
Todos somos monos de imitación,
bien que a veces parezcamos seres humanos, como Rotpeter, el mono de Kafka, que había encontrado una salida.
Probablemente la cuestión sea esa:
encontrar una salida. La salida, esa versión kafkiana de la
libertad, no es la supresión, la eliminación de los obstáculos, de
las barreras que nos separan de lo que queremos hacer o aun ser. Esa
libertad no existe, nunca ha existido; es uno de los sueños, de las
fantasías del idealismo, del romanticismo disneyano.
Y no, como suele decirse a menudo,
por el absoluto determinismo del mundo: si conociéramos todas las
causas que nos llevan a hacer algo, entenderíamos que no hay
libertad que valga. Realmente, dicho argumento no invalida lo que
llamamos «libertad». No conocemos ni podemos conocer todas las
causas anteriores que desembocan en una acción concreta o en una
forma de vida, luego no se contraponen ese determinismo,
imaginariamente razonable, con lo que llamamos libertad, y Rotpeter,
salida.
Con lo que el mono-ser humano se
encuentra es con el desconocimiento, con la incertidumbre relativos a
las circunstancias en que elegimos y al propio ser de quien elige
–uno mismo, o no tan mismo, bastante desconocido él, en cualquier
caso–, que no han sido elegidas ni elegido.
Por ello, en ese paisaje de bloques
sólidos de hormigón, de mamparas grises y sombreadas, e íntimos
mamparos, hallar una salida es todo lo que podemos; a eso se le suele
llamar libertad.
En Ecce homo, donde Nietzsche
levanta su leyenda apoyado en las obras de los últimos cuatro años,
nos quiere hacer creer –y el imaginario romántico le ampara– que
él fue de pleno autónomo, original. — Sí, fue original, mas no
de pleno. Las lecturas de Nietzsche, las influencias son
inmensas, bien que esos últimos años no le apetecía ya
consignarlas.
Bastaría comparar el último texto
de Aurora con el primero de la última parte de La gayaciencia, escrito en 1887, seis años después. En ambos equipara
la aventura del espíritu (libre) a un viaje, a un vuelo por sobre el
mar; en ambos, la inmensidad el mar, la infinitud sobrecogen y agotan
al aventurero. En el primero, sin embargo, el viajero no está solo,
forma parte de una línea, de una cadena de investigadores, de un
linaje de espíritus que se perpetúa en el futuro: «Todos los
grandes maestros y precursores nuestros han acabado por detenerse,
¡también a ti y a mí nos pasará lo mismo! Pero eso, a ti y a mí,
¡qué nos importa! ¡Otras aves habrá que vuelen más lejos!»
—Son los aeronautas del espíritu.
En el de 1887 todo lo que hay es un
formal «nosotros», impreciso y desfigurado, sin rostro. Lo que ahí
destaca es el mar abierto, «tan abierto como quizá no lo haya
estado nunca» (GC 343).
En los textos del espíritu libre
encontramos a un Nietzsche que no se encuentra solo frente a todo y
todos, tiene su familia espiritual, de aventureros e investigadores,
y, además, aunque sea crítico, en él no todo es sospecha, hay
también lugar para la amistad, el amor, la bondad. El siguiente
texto, de Humano, demasiado humano, no necesita comentario,
impugna la imagen atrabiliaria que de Nietzsche se suele tener, pero,
no obstante, es suyo:
Benevolencia. — Entre las
cosas pequeñas pero infinitamente frecuentes y por tanto muy
eficaces, a las que la ciencia tiene que prestar más atención que a
las cosas grandes, hay que contar la benevolencia: quiero decir, esas
manifestaciones de una actitud afable en los contactos humanos, esa
sonrisa de los ojos, esos apretones de manos, ese agradar del que
normalmente se reviste todo acto humano. Todo maestro y todo
funcionario añaden este ingrediente a sus obligaciones; es un
ejercicio constante de humanidad, algo así como las olas de su luz
bajo las que todo crece; sobre todo en los entornos más pequeños,
en el seno de la familia, la vida sólo prospera y florece gracias a
esa benevolencia. La indulgencia, el cariño y la amabilidad del
corazón son flujos inagotables del instinto altruista y han
edificado la cultura de manera mucho más efectiva que las
manifestaciones más famosas de él, que se llaman compasión,
caridad y sacrificio. Pero es costumbre menospreciarlas y, en verdad,
hay en ellas muy poco altruismo. No obstante, la suma de estas
pequeñas dosis es imponente, y su fuerza global está entre las más
fuertes. — Del mismo modo, en el mundo hay mucha más felicidad de
lo que ven unos ojos melancólicos: con que se haga un cálculo
correcto y no se olviden todos los momentos agradables que enriquecen
el día a día de cualquier vida humana, incluso la más atormentada (Hdh 49).
***
Si quieres la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.
Moshe Dayan
Mapa de los conflictos armados en curso (número de muertes violentas en el año actual o anterior): Guerras mayores (10 000 o más). Palestina, Ucrania, Sudán, Etiopía, Myanmar (Birmania). Guerras menores (1 000–9 999). Conflictos (100–999). Escaramuzas y enfrentamientos (1–99).