Es típicamente tópico el debate sobre la bondad o perversidad de lo nuevo. Especialmente si aparecen en juego elementos técnicos, máquinas o artilugios de los que desconocemos casi todo. Recordemos las tremendas historias que corrían de boca en boca en el siglo XIX sobre ese monstruo maligno que era el tren. Hoy el ferrocarril nos parece un medio de transporte más bien tradicional.
En la actualidad, uno de los debates más extendidos entre legos y expertos del mundillo educativo gira sobre las ventajas o desventajas de tanta pantalla, del quererlo todo aquí y ahora, de la inmediatez de la información, de la dictadura del presente. Todo este despliegue tecnológico actual ¿mejora el desarrollo de la infancia? ¿lo obstaculiza? ¿lo modifica hacia situaciones peligrosas?...
En medio de esta discusión, que a veces suele consistir en opinar por opinar a partir de nuestras propias creencias y convencimientos, me ha sorprendido la propuesta de una profesora americana,
Jennifer L. Roberts, profesora de Hª del Arte y de la Arquitectura, que experimentando en sí misma primero, después ha pasado a proponer la actividad a sus alumnos y, según parece, con notable éxito.
Con la intención de mejorar la concentración e intentando comprobar si era posible o no aumentar el grado de la misma así como la percepción, hizo lo siguiente: se plantó delante de un cuadro durante tres horas. Tres horas, una detrás de otra. Ella misma se sorprendió con el resultado. No sólo se mejora la capacidad de concentración, sino que además es divertido y, por supuesto, mejora la comprensión de lo observado.
Sus alumnos suelen ser escépticos cuando les propone por primera vez la actividad. Sin embargo, se manifiestan favorables a la misma después de haber realizado un primer ejercicio y como el refuerzo de lo positivo realmente funciona, se animan entre ellos, de tal forma que no es necesaria la prédica de la profesora sobre las bondades de la actividad.
Lo que me sorprende de esta historia no son los resultados o que si mejora o no la percepción, si sirve o no para aumentar el grado de concentración. Lo que me sorprende es la capacidad pragmática y experimental de la profesora, que antes de enzarzarse en la discusión dando su opinión, practicó consigo misma, sacó sus conclusiones y, una vez verificados los resultados, hizo la propuesta. Eso es actuar con responsabilidad. Si lo preferís, con método científico.
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Podéis tener más detalles del asunto en
boston.com. La información está en inglés, pero si le pedís al navegador que utilicéis que os la traduzca, lo hará. La traducción es bastante chapucera —el sistema de traducción automático deja mucho que desear aún—, pero vale para enterarse de lo sustancial.