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lunes, 24 de noviembre de 2025

TRINIDAD CON TETRAMORFOS... Y ALGO MÁS

Tanto en la página oficial de la catedral de Segovia como en la cartela que acompaña a la obra se puede leer esto:

TRINIDAD CON TETRAMORFOS


Maestro de los Claveles, finales s. XV

“En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta breve oración proclama cotidianamente el misterio cristiano de la Santísima Trinidad. Para representar este misterio, que como tal escapa a la razón, las artes plásticas han recurrido a varias fórmulas simbólicas. Esta es una de ellas: el Trono de Gracia. El Padre Eterno, sentado en un trono, sujeta la cruz en la que está clavado el Hijo; entre ambos se representa al Espíritu Santo en forma de paloma.

La presencia de los símbolos de los cuatro evangelistas alrededor del trono recuerda a las representaciones medievales de Cristo en Majestad. Lo mismo sucede con el rostro de Dios Padre, visto de frente con las orejas de perfil.

El autor de esta tabla —al que conocemos simplemente como Maestro de los Claveles— trabaja a finales del siglo XV. Desde su Castilla natal se esfuerza por absorber algunos aspectos del gusto hispano-flamenco que se va imponiendo, como los pesados pliegues geométricos. La representación del espacio le plantea dificultades, pero se redime en la realización de las figuras.

Un detalle curioso: dos de las filacterias donde aparecen los nombres de los evangelistas están intercambiadas.
[Tradicionalmente se representan así: el hombre es Mateo, el león es Marcos, el toro es Lucas y el águila es Juan. Las representaciones de Marcos y Mateo son las que están intercambiadas].


Un comentario informativo, objetivo y preciso. Se podría seguir ofreciendo más información sobre la técnica, el uso del color, la disposición de las figuras, la distribución del espacio..., pero a mí lo que verdaderamente me llamó la atención fue un pequeño detalle que aprecié cuando me acerqué más:


Efectivamente, los ojos de esa paloma-Espíritu Santo. Las patas también tienen su gracia, pero esos ojos bizcos de la paloma, si son obra voluntaria y consciente del maestro, sin caer en la irreverencia, me parecen un aporte humorístico y de fantasía en toda su espléndida magnitud. Es posible que no haya Espíritu Santo más turulato ni más estupefacto en toda la pintura religiosa occidental. ¿Será por lo de la confusión en las filacterias o será por cómo está el mundo? Desconozco la razón, pero a mí me parece muy simpático.

***
Si quieres la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.  

Moshe Dayan  



Fuente: Wikipedia
Mapa de los conflictos armados en curso (número de muertes violentas en el año actual o anterior):      Guerras mayores (10 000 o más). Palestina, Ucrania, Sudán, Etiopía, Myanmar (Birmania).      Guerras menores (1 000–9 999).      Conflictos (100–999).     Escaramuzas y enfrentamientos (1–99).

sábado, 21 de diciembre de 2024

JUEGOS COOPERATIVOS DE CANICAS


 No sé si quienes pasáis por aquí podéis estar interesados en una publicación como esta, que va dirigida a dinamizar grupos infantiles de actividad al aire libre, recreos en una escuela, chavalada aburrida en un cumpleaños..., en definitiva, a quienes quieran organizar actividades que no sean competitivas, donde se favorezca el ambiente colaborativo y no se necesiten tecnologías modernas ni pantallas para divertirse en grupo.

El autor, Jim Deacove, nos dice esto en la introducción: 

En estos días de muñecas parlantes, videojuegos y programas de televisión sin fin, ante los que sentarte, ¿serán los juegos de canicas solamente, algo del pasado? 
Tal vez. Pero si es así, es una locura, porque las canicas dan una experiencia activa del juego y no pasiva. Quienes juegan, encuentran los juegos de canicas absolutamente divertidos y desafiantes. 
Este folleto tendrá un encanto añadido para las personas mayores que de pequeñas jugaban a las canicas: el placer de la nostalgia. 
Para los niños y las niñas que estén aprendiendo a jugar a las canicas este folleto será una fuente de nuevos juegos. 
¡ATENCIÓN! Estos juegos de canicas son especiales. Todos son cooperativos, no competitivos. Normalmente los juegos de canicas se juegan para quedarse con las canicas de los demás. Ello conduce a un montón de canicas guerreando sobre el suelo. Estos juegos se juegan para divertirse, para ser cada vez más diestros/as y para gozar con el verdadero espíritu de la amistad. 
Digo esto porque tener amigas/os a quienes mostrarles tus tesoros es una suerte. Les puedes enseñar tus cromos, colecciones de cartas, llaveros, cintas de música, pegatinas, joyas o lo que sea. Tus amigos/as disfrutan viendo, tocando y hablando de tus tesoros. 
No tendría sentido que tus amigos/as estuvieran todo el tiempo intentando quitarte o romperte estos tesoros. Esto es lo que ocurre en los juegos competitivos. Una colección de canicas es un importante tesoro. Y en la mayoría de los juegos de canicas todo el mundo está pendiente de conseguir los tesoros de los demás. ¡Una auténtica locura! 
En los juegos cooperativos somos amigos/as, jugando juntos, no enemigos para despeluzarnos unos/as a otros/as. De este modo, para conseguir que un juego funcione, muchas veces un jugador/a deberá prestar todas sus canicas, dejando que los amigos/as elijan canicas de unos determinados colores o características. O puede que dos jugadores/as pongan en un montón todas sus canicas para jugar al juego. Luego, cuando el juego acabe, cada uno recupera sus «tesoros» y nos vamos en paz. 
Pasea tranquilamente por la tierra y lleva una gran bolsa de canicas.

Si queréis ver cuáles son los juegos, las normas y cómo se juega, en este enlace podéis ver todo el contenido. Yo lo usé en otro tiempo, ahora ya no. Ahora que estamos en período de regalos y cosas así, yo se lo regalo a quien le pueda interesar (para poneros en contacto conmigo, el correo figura en la columna de la derecha).

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martes, 5 de noviembre de 2024

SALIR DE LA NOCHE, Mario Calabresi

Editorial
Acudí el miércoles pasado al Museo San Telmo para asistir a la entrevista que habían preparado entre Mitxel Ezquiaga y Mario Calabresi con motivo del premio Euskadi de Plata 2024. De allí salí con unas enormes ganas de leer Salir de la noche. Ayer terminé de leerlo. 

Salir de la noche es un libro hermoso, que está muy bien escrito, pero por encima de todo es un libro necesario, un libro que nos enseña a afrontar la violencia, porque la violencia, cuando se desata, cuando se echa a la calle solamente tiene una consecuencia: nos hace personas peores. 

No voy a entretenerme comentando el excelente relato periodístico que consigue tejer Calabresi para mantenernos pegados a la lectura. Eso no es nada más que técnica de la buena, dominio de la escritura, que, como lector, se le agradece. 

Lo importante, lo verdaderamente importante es la sencilla y eficaz lección moral que nos ofrece. La resistencia ante el dolor y la desesperación para salir adelante de manera cabal y equilibrada. En este aspecto, no me cabe duda, ayuda mucho tener una madre con las ideas tan claras y una entereza fuera de lo común. Un pasaje será suficiente:

Mamá está hablando por teléfono, le estoy hablando de esas cajas grandes llenas de papeles que quiero tirar, de frases desagradables que he encontrado en los recortes de periódicos, de la gran cantidad de cosas que hemos tenido que digerir.

—¿Cómo lo has conseguido? —le pregunto.

—He apostado por la vida, ¿qué otra cosa podía hacer a los veinticinco años, con dos niños pequeños entre manos y un tercero en camino? He trabajado todos los días, el único antídoto contra la depresión, y he tratado de vacunaros contra la pereza, contra el odio, contra la maldición de convertirnos en víctimas rabiosas. Esto no significa ser sumisos o enterrar la cabeza en la arena. Significa luchar por alcanzar la verdad y la justicia y seguir viviendo, a la vez que se renueva la memoria cada día. Hacer lo contrario sería plegarse totalmente al gesto de los terroristas, dejarse ganar por su cultura de la muerte.


El Museo de San Telmo tiene un canal YouTube desde donde poder seguir en directo vía streaming las conferencias, charlas y otros actos que se producen en el salón cuando no es posible acudir. Después, pasados unos días, los vídeos suelen quedarse alojados en él. Estaré atento y cuando lo suban, lo colocaré aquí para que podáis disfrutar de las palabras de Mario Calabresi.

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domingo, 13 de octubre de 2024

OSKAR MERIKANTO, a los cien años de su fallecimiento

 

Hoy algo amable, intrascendente y, si os lo pide el cuerpo, bailable (o casi).

Aprovecho el centenario de la muerte de este compositor finlandés poco conocido por el sur de Europa, Oskar Merikanto (1868—1924), para recordar su obra a través de dos pequeñas y entrañables piezas musicales: Vals de una tarde de verano (la que interpreta la Orquesta Filarmónica de Helsinki) y el Vals lento (a cargo de la pianista Chenyin Li).


Que la música os sea favorable.

***


martes, 28 de mayo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 12

#nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).


Tras preguntarse qué significan los ideales ascéticos para el artista y para el filósofo, pasa Nietzsche en la que va a ser la parte más larga –y tal vez la más sobresaliente– del tercer tratado de su Genealogía de la moral, las secciones 11-22, a ocuparse del sacerdote, de los sacerdotes, que han sido los creadores y administradores del ideal ascético, ideal que han convertido en cultura. Así, por mucho que los sacerdotes en sentido estricto hayan pasado a desempeñar un papel secundario en nuestro mundo actual, pervive en él, sin embargo, en la cultura europea, cristiana, una cultura modelada a lo largo de siglos de preponderancia sacerdotal, el sentido que estos le dieron.

Hablo de los tiempos de Nietzsche, pero, como tendremos ocasión de ver, también de los nuestros. Fenómenos que pueden parecernos de pujante actualidad, nos los encontraremos retratados por Nietzsche casi al pie de la letra.


El sacerdote ascético es el verdadero representante de la seriedad, comienza Nietzsche. La seriedad tiene que ver con el valor que dan a esta vida, poniéndola «en relación con una existencia totalmente distinta, de la que resulta contraria y excluyente, a no ser que se vuelva contra sí misma, que se niegue a sí misma; en este caso, el de una vida ascética, se considerará la vida como un puente que lleva a esa otra existencia distinta».

Esta vida es devenir y transitoriedad; la otra, ser y estabilidad eterna. Y aunque la otra sea solo imaginada, tiene, sin embargo, un poder tan extraordinario sobre esta que hace que esta se devalúe y se niegue a sí misma, convirtiendo el ser imaginado en aquello que se debe alcanzar por medio de una actividad incesante orientada por el ideal ascético. Esta vida es un «valle de lágrimas», un error que debemos, no solo refutar, sino durante toda la vida enmendar.

Este modo atroz de valorar, añade Nietzsche, no es una excepción, «es una de las realidades más extendidas y duraderas que existen». La Tierra es el astro ascético por excelencia. El que se dé esa hostilidad tan generalizada contra la vida debe de ser, avanza Nietzsche, en interés de la propia vida; si no, no se entiende nada.


Las últimas líneas del ensayo (y del libro) explicitan la hipótesis nietzscheana: «ese odio a lo humano, más aún a lo animal, más aún a lo material, esa repugnancia a los sentidos, a la propia razón, ese miedo a la felicidad y a la belleza, ese ansia de apartarse de toda apariencia, cambio, devenir, muerte, deseo, y del ansia misma — ¡todo eso, intentemos comprenderlo, supone una voluntad de nada, una voluntad contraria a la vida, un rechazo de los presupuestos más fundamentales de la vida, pero no deja de ser una voluntad!…»

Tenemos ahí una pintura más completa de lo que es el ideal ascético: a) repugnancia a los sentidos y a la razón, por cuanto la razón debería hacerse cargo del carácter sensorial del ser humano, no oponerse a él; b) miedo a la felicidad y a la belleza, que siempre parecen engañosas y efímeras ya que lo que llevamos grabado en las entrañas como único valor es la permanencia, y nos resultan más de fiar las situaciones duras y dolorosas; c) ese empeño en buscar el ser, el verdadero ser bajo la apariencia, con el consiguiente desprecio de lo que se muestra y se nos da, ignorado por mor de lo que se cree debería ser, y no es; d) el rechazo del cambio y la transformación, e) en fin, del deseo y de la propia ansia, que redunda en que actúen de modo mucho más ciego e imprevisto que si no se rechazaran por principios morales y configuración sensible-intelectual.

Todo ello es «paradójico en grado sumo», y Nietzsche intenta desplegar la paradoja. Lo que en términos lógicos es una contradicción, «la vida contra la vida», en términos fisiológicos es «un sinsentido»: no puede ser más que aparente, aunque psicológicamente haga de la corporalidad «una ilusión». La corporalidad, sin embargo, es ara Nietzsche el punto de partida de cualquier reflexión; lo que estamos siempre pensando es nuestra naturaleza corporal. Somos un cuerpo que piensa, de donde se deduce que nuestro pensamiento viene determinado por su corporalidad.

En un fragmento de 1885 afirma Nietzsche: «Es esencial partir del cuerpo y utilizarlo como hilo conductor. Es el fenómeno más rico, que permite una observación más clara.» El punto de partida de todo pensamiento o juicio es la sensación… Que sí, que podrá ser engañosa, como se ha repetido una y otra vez, pero si el pensamiento, el juicio concreto no remite a sensaciones concretas que de algún modo –más o menos engañoso– revelan el mundo, entonces ese juicio es puro disparate.

Insisto: para Nietzsche el ser humano es, antes de nada, corpóreo. Y esta corporalidad, negada por la tradición de Occidente, es la que le lleva a rechazar la existencia de conceptos como «razón pura», «espiritualidad absoluta», «conocimiento en sí», etc. Estamos siempre situados; así: «No hay más ver que el perspectivista, ni más «conocer» que el perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a los que dejemos hablar acerca de una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos, con que sepamos mirar a una sola cosa, tanto más completo será el “concepto” que nos hagamos de esa cosa, nuestra “objetividad”.»


La solución, pues, a lo engañoso de las sensaciones no está en el rechazo y desprecio, sino en la reiteración y contraste de las experiencias sensoriales. Ahí está el comienzo de lo que se llama ciencia. Lo cierto es que hoy día está adquiriendo cada vez mayor repercusión la idea de una mente encarnada o, mejor, corporeizada.

Volvamos al sacerdote ascético. Aclaremos la paradoja: «el ideal ascético – propone Nietzsche– nace del instinto de protección y de curación de una vida que está degenerando, la cual procura por todos los medios conservarse, y lucha por su existencia», es una maniobra de conservación de la vida. Al fin al cabo, el sacerdote ascético es el deseo, hecho carne, de ser distinto, de estar en otro sitio. Así, el que parece negador de la vida es una de las potencias conservadoras y afirmativas.

Esa vida que está degenerando es la de los seres humanos débiles, enfermizos, «los ya fracasados, derrotados, hundidos», que están hartos de sí mismos, que se desprecian…: esos, como veíamos en algún capítulo anterior, odian al vencedor. Y si estas palabras resultan a los oídos de hoy día excesivas, odian la fuerza activa, porque no la tienen. Y de este odio han hecho virtud. Eso es el resentimiento, obra cumbre del sacerdote ascético en su rebaño.

Uno de los rasgos para Nietzsche fundamentales del ser humano es el afán de distinción, que se puede lograr de muchas maneras; una de ellas, operante hoy por doquier, es la superioridad moral: «Andan dando vueltas entre nosotros cual reproches vivientes, como advertencias a nosotros dirigidas, — como si la salud, el estar bien constituido, la fuerza, el orgullo, el sentimiento de poder fueran ya en sí cosas viciosas que uno algún día tendrá que expiar, y que expiar amargamente: ¡ay, qué dispuestos están en el fondo ellos mismos a hacer expiar, cómo anhelan ser verdugos!» Jueces, almas bellas…

El sacerdote está también enfermo, pero su instinto, su maestría, su arte –y su felicidad– está en dominar a quienes sufren. Está enfermo pero es más fuerte, es la primera forma de un animal más delicado, que, más que odiar, desprecia.

Él calma a los débiles, a los enfermos, a la vez que envenena la herida; y buscando un culpable sobre el que poder descargar los afectos, lo que hace es alterar la dirección del resentimiento. Por medio de emociones más intensas que desvíen la atención del dolor, lo anestesia. Y al que sufre le convence de ser él mismo el culpable del sufrimiento. «Es falso», replica Nietzsche, mas de ese modo se ha alterado la dirección del resentimiento.

Se vuelven así inofensivos los enfermos, al orientarse sus peores instintos a «lograr que se disciplinen, se vigilen y se superen a sí mismos». Con todo, el sacerdote ascético trata solo los síntomas: alivia el sufrimiento, consuela…, lo que Nietzsche reconoce que es una genialidad. No obstante, los medios empleados para luchar contra el sentimiento de displacer resultan inhibidores de las fuerzas vitales.

El primero consiste en reducir «la sensación de vitalidad a su nivel más bajo»: a ser posible, no más querer, no más desear; evitar todo lo que dé lugar a afectos; no amar, no odiar… Esto es, la negación de sí, la santificación. — Este recurso no tiene hoy en principio muchos seguidores, aunque cabría pensar si el bombardeo emocional en que sobrevivimos, justamente por el exceso, no es de la misma especie inhibitoria.

El segundo es la actividad maquinal, que ya sabemos que es una de las formas más elementales de mitigar el sufrimiento de la existencia: la actividad maquinal, «el cultivo de la “impersonalidad”, el olvido de sí…», el perderse o alienarse en las identidades prêt-à-porter.

Un tercer recurso, al igual que el anterior, muy de nuestros días, es el darse una pequeña alegría fácilmente asequible. Y Nietzsche no está pensando en comprarse algo o darse un pequeño lujo, que es lo primero que se nos viene a las mientes, sino que nos recuerda, como forma más frecuente de alegría justamente el causarla en los demás: dar alegría es quizá la forma más cristiana de darse alegría. Así, el amor al prójimo excita, bien que de manera prudente, la pulsión más afirmativa de la vida, que Nietzsche denomina la voluntad de poder.

«Formar un rebaño es un paso esencial en la lucha contra la depresión»: «todos los enfermos, los enfermizos tienden instintivamente a la organización gregaria», y en ese reunirse encuentran placer.

Los tres recursos vistos hasta ahora son los recursos inocentes en la lucha contra el displacer. Los recursos culpables tienen todos ellos un rasgo común: «un exceso cualquiera del sentir», a modo de anestésico frente a «lo sordo, paralizante y duradero del dolor». ¿Cómo? «En principio todos los grandes afectos tienen esa capacidad, eso sí, siempre que se descarguen de súbito: la cólera, el temor, la voluptuosidad, la venganza, la esperanza, el triunfo, la desesperación, la crueldad; y el sacerdote ascético ha tomado a su servicio, sin reparo alguno, a la jauría entera de perros salvajes que hay en el hombre […] Todo ese exceso del sentir, como se comprenderá, se cobra luego su precio — pone más enfermo al enfermo —: y por eso esa clase de remedios del dolor se consideran, según un criterio moderno, “culpables”.»

No obstante, reconoce Nietzsche, el sacerdote ascético lo empleó con buena conciencia, creyendo en su utilidad, es más, en que era imprescindible. Explotando, eso sí, la «mala conciencia» de sus feligreses, su sentimiento de culpa. El sufrimiento, en este paradójico tirabuzón psico-fisiológico, viene a ser en realidad un castigo por una culpa en que el sufriente ha incurrido en una parte de su pasado. Del enfermo se ha hecho el pecador, «y ya no nos libramos de la presencia de este nuevo enfermo durante milenios».

¿Para qué ha servido esto? ¿Ha mejorado al ser humano? Si por «mejorado» entendemos «domesticado, debilitado, desanimado, refinado, reablandecido, etc. (es decir, casi lo mismo que perjudicado», entonces sí.

«En resumen, el ideal ascético y su culto moral‑sublime, la sistematización más ingeniosa, carente de escrúpulos y peligrosa de todos los recursos de exceso del sentir bajo la protección de intenciones sagradas se ha inscrito de una manera terrible e inolvidable en la historia entera de la humanidad; y, por desgracia, no sólo en su historia… Difícilmente sabría aducir alguna otra cosa que haya afectado de manera tan destructiva a la salud y el vigor de la raza, principalmente de los europeos, como dicho ideal; sin ninguna exageración, se puede decir que ha sido la verdadera fatalidad de la historia de la salud del hombre europeo.»


***

miércoles, 21 de febrero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Sylvia Plath)

Editorial
#unlibrounpoema

El mundo editorial es muy raro. Incomprensible para mí. 

Hace aproximadamente un año dejaba en esta misma sección el poema en el Plath hablaba de su padre. El pasado 2 de febrero me encontré con la edición de la poesía completa editada por Navona. Es la misma edición que realizara Ted Hughes y con la misma traducción de Xoán Abeleira. Bueno, para ser exacto, en la traducción hay algún pequeño cambio y las notas han sido ampliadas. 

Líos comerciales o editoriales a un lado, aprovecho para dejar otro poema de esta extraordinaria poeta.



UN REGALO DE CUMPLEAÑOS



¿Qué es lo que oculta ese velo? ¿Algo feo, algo bonito?

Eso que brilla tanto, ¿tiene pechos?, ¿tiene filos?



Seguro que es algo único. Seguro que es justo lo que quiero.

Mientras cocino tranquilamente, noto su mirada, escucho lo que piensa:



"¿Es ésta la persona ante quien debo aparecerme?

¿Es ésta la elegida, la de las ojeras negras y la cicatriz en la cara?



¿La que ahora está pesando la harina, quitando lo que sobra,

ajustándose a las reglas, las reglas, las reglas?



¿Es ésta la destinataria de la anunciación?

Dios! ¡Qué risa me da!"



Sea lo que sea, no para de brillar, y hasta creo que me quiere.

No me importaría que fuesen huesos, o un broche de perlas.



Aunque, la verdad, no espero mucho del regalo de este año.

Después de todo, estoy viva de casualidad.



De buena gana me habría matado aquella vez, de una otra manera.

Y ahora está ese velo ahí, ondulando y refulgiendo como un telón,



como la cortina de satén translúcido de una ventana de enero,

reluciente como las sábanas de un niño, centelleando con su aliento letal. ¡Oh marfil!



Debe de haber un colmillo ahí detrás, una columna fantasma.

Aunque me da igual lo que sea, ¿no te das cuenta?



¿Por qué no me lo das de una vez?

No te avergüences: no me importa que sea pequeño.



No seas tacaño: a mí no me espanta la enormidad.

Sentémonos a admirar, uno a cada lado, su destello,



su relumbrante esmalte, su espejeante variedad.

Tomemos nuestra última cena en él, como en un plato de hospital.



Ya sé por qué no quieres dármelo:

tienes pánico



de que el mundo entero estalle en un grito, y tu cabeza de tirano

esculpida en relieve, fundida de bronce, como un escudo antiguo,



esa maravillosa herencia para tus biznietos, estalle con él.

No temas: eso no va a ocurrir.



Me limitaré a cogerlo y a apartarme en silencio.

Ni siquiera me oirás abrirlo: no sentirás crujir el papel,



caer el lazo, ni chillaré al final —suponiendo

que me tengas por una persona tan discreta, que no lo creo.



Si al menos comprendieras que este velo está matando mis días.

Para ti es sólo una transparencia, aire puro.



Pero, Dios, las nubes parecen de algodón:

hay un ejército de ellas. Son monóxido de carbono.



Suave, suavemente lo aspiro,

llenando mis venas con ese millón de invisibles



pero probables partículas que perturban los años de mi vida.

Te has vestido de gala para la ocasión. Ah, máquina calculadora,



¿jamás dejas que nada se te escape y siga su curso normal?

¿siempre tienes que estampar todo en púrpura,



matar todo cuanto puedes?

Hoy sólo quiero na cosa, y sólo tú puedes dármela.



Está ahí, junto a mi ventana, tan grande como el cielo.

Respirando desde mis folios, ese frío punto muerto



en que las vidas derramadas se congelan y atiesan para la historia.

Que no llegue por correo, por favor, pedazo a pedazo.



Que no pase de boca en boca, pues me darían los sesenta

cuando lograra juntarlo todo, y ya no estaría en condiciones de usarlo.



Basta con que retires el velo, el velo, el velo.

Si lo que oculta es la muerte,



aceptaría su profunda gravedad, sus ojos atemporales.

Y sabría que eres serio.



Habría cierta nobleza en esto, habría un día de cumpleaños.

Y el cuchillo, en vez de cortar, penetraría



puro y limpio como el chillido de un niño,

haciendo que el universo fluyese de mi costado.

***

viernes, 22 de septiembre de 2023

VERANO DEL 36

#elespesordelaherida

"Verano del 36" es el texto más duro de todos cuantos conforman el poemario, porque cuenta un hecho real que no es una excepción ni un caso aislado. Estos hechos se producen en todas las guerras, aunque nunca sean noticia en ninguna. Son la cara oculta de todas ellas y su aspecto más feroz e inhumano. En este caso, se trata del asesinato de un maestro y su mujer que no militaban en ningún bando, y que marcará toda la vida del hijo huérfano.

Pero El espesor de la herida es, fundamentalmente y por encima de todo, un poemario pacifista, un grito de dolor ante la guerra, todas las guerras, y una reivindicación apasionada de un mundo que sea capaz de resolver sus diferencias sin recurrir a la violencia.

El espesor de la herida ha sido redactado en el deseo, sin duda ingenuo, pero fervientemente sincero, de que algún poema de los que en este librito se recogen sirva para modificar alguna conciencia. Quisiera creer que cumple la intención e, incluso, puede llevar a alguien a territorios del pensamiento próximos a los que defendían Gandhi, Luther King o Mandela.



VERANO DEL 36


Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

MACHADO




José María y Valeriana,

naturales de Hervás y Aldeanueva del Camino

(Cáceres),

fallecieron algún día

del verano del 36,

poco antes de que las fuerzas sublevadas

llegaran a la ciudad.

Nadie sabe dónde están sus cadáveres.

Ni sus nombres. Nada.




No murieron

ni por Dios ni por España.

Alguien que no consta

ni en las listas de vencedores

ni vencidos

los sacó de casa

y los apeó de la vida

brutalmente

una noche de verano

del 36.

No sabemos

si llegó a salir la luna

o estuvo nublado todo el tiempo.

Tampoco sabemos

si cayeron de bruces

o lo hicieron de perfil.

Cayeron,

aunque no fuera

ni por Dios

ni por España.




Ni ellos ni sus asesinos

forman parte de la memoria.

Materia de olvido.

Ni vencidos ni vencedores,

solo un vacío en el registro de la historia,

en las listas de ausentes

y en las de las reivindicaciones.

Ni papeles. Ni cruces. Ni cementerios.

Silencio.

Ni por Dios

ni por España.




***




Días después

—ni por Dios ni por España—,

Luis, un muchacho

a punto de cumplir

los 15 años, recibe

la noticia

y el reloj de José María

rescatado de las ruinas.

Ni por Dios ni por España.

Solo rabia.

Y rencor.

Ciego de ira,

deja el internado

y se apunta a matar rojos.

Ni por Dios

ni por España,

por venganza.




***




No conocí a mis abuelos.

Unos pocos hombres malos

—ellos se creerían buenos—

una noche los mataron.


***


martes, 5 de septiembre de 2023

EL ESPESOR DE HERIDA

Editorial




CANTARES Y LAMENTOS 



Ni las verdades del odio 

ni las del corazón 

son verdades 

a fuerza de sufrimientos 

ni de repetición. 



*** 


Lo digo del derecho 

y lo digo del revés: 

en las guerras 

unos matan cuanto pueden, 

los demás 

sufren o mueren.

Así comienza este pequeño poemario, con dos sencillas estrofas a manera de las cancioncillas populares. 

Yo, que no utilizo el verso rimado, he recurrido a esta forma para aligerar todo el peso y presentar un par de afirmaciones que, en su rotundidad, pudieran resultar pretenciosas expresadas de otra manera. 

Son un primera llamada de atención sobre cuanto rodea a una guerra y la maquinaria propagandística que moviliza —lemas, mentiras arrogantes, publicidad descarada, enaltecimiento de la violencia, exacerbación del odio al enemigo, proclamas patrioteras...—, pero puestas de la manera más ligera e ingenua posible. 

Son pequeñas verdades a las que la rima y el verso corto quitan espesor a la herida. Incluso se puede poner música.

Son también un cariñoso y tímido abrazo al Machado de los Proverbios y cantares, otra gran víctima de la guerra.

***


sábado, 2 de septiembre de 2023

EL ESPESOR DE LA HERIDA

Editorial



Este poemario nace, desde el punto de vista temático, de la confluencia de un brutal hecho familiar y del estallido de la guerra en Ucrania. Podía haber surgido mucho antes, porque desde que yo tengo noticia del asesinato de mis abuelos paternos hasta que lo di por concluido hace relativamente poco tiempo, los conflictos armados en el mundo han sido muchos, demasiados, pero no fue así. El tema no me atraía entonces. 

Tampoco han sido mis fuertes convicciones pacifistas las que dieron el empujón inicial a cuanto en él expreso. Han sido anécdotas mucho más insignificantes las que al final me han determinado a escribirlo y publicarlo. La más cruel y estúpida de ellas la conforman pequeños comentarios de gente amiga y muy próxima recordándome que mis abuelos ya tenían su reconocimiento en esas cruces y placas que se colocaron al finalizar la guerra civil en pueblos y ciudades, con el lema: Caídos por Dios y por España, pero donde no figuraba nombre alguno. 

Este proceso llega a su nivel más despreciable cuando inicio una pequeña indagación para intentar averiguar en qué cuneta podrían estar sus ya irreconocibles esqueletos o en qué registro podrían constar sus nombres. Como ya se habrá entendido, a mis abuelos no los pasearon los insurgentes. Pero la memoria, ay, es caprichosa y parcial. Desde una de las asociaciones a las que acudo solicitando información se me dice: Pero es que tú eres de los vencedores. Me pareció soez. Di las gracias y colgué. 

Yo no gané nada. Tampoco mis abuelos. Tan solo mi padre ganó la pérdida de los suyos y con ellos, el norte. Ese hecho determinó de por vida su manera de entender el mundo. Manera que yo no compartía ni a los veinte ni a los treinta ni nunca. Pero que ahora, cuando él ya no está, puedo entender. Las personas somos mucho más que ideologías, aunque hay algunas a las que la ideología les ocupa todo el cerebro. 

Llegados a este punto, tal vez alguien piense que este poemario puede ser mi ajuste de cuentas personal con una parte de la historia de este país. Nada más lejos de la realidad. Basta con leer la contraportada que he redactado para darse cuenta de ello. Y quien lea el interior descubrirá inmediatamente que es una reflexión desde el dolor universal sobre el estado de guerra. Afortunadamente, ni soy yo quien la sufrió ni quien está sufriendo ninguna. Es una aproximación empática ante el horror de los más viles comportamientos que afloran en un estado de violencia total. La idea de matar a otra persona me parece abominable. Es todo ese horror y desconcierto el que he intentado plasmar en la sección Nieve negra, pero sin recurrir en ningún momento a escenas o episodios violentos.

También es un poemario que plantea preguntas sobre nuestra historia, no la de este país, sino la de la humanidad. Pretende despertar interrogantes con la sana intención, tal vez ingenua, de que nos los planteemos, aunque tan solo sea durante el breve instante que dura la lectura de un poema, con el propósito de que recordemos que son cuestiones que aún no hemos resuelto.

Y es una presentación de imágenes y elementos que tenemos muy asumidos en la historia de los pueblos y que diariamente vemos en unas ciudades y en otras, desde Lisboa hasta Tokio y desde Tokio a Nueva York. Las guerras y sus rituales de muerte dejan demasiados iconos esparcidos por doquier. Incluso contemplamos algunos como obras de arte.

El poema central, ahí donde el poemario alcanza el clímax emocional, es, claro está, donde se cuenta, ahora sí, la anécdota familiar del asesinato de mis abuelos, que empieza a manera de nota necrológica y va subiendo en intensidad emocional. 

Después, y por último, llega la expresión de un deseo que es el mismo deseo que se ha expresado tantas veces por personas más capaces e importantes que yo. Es la última sección. Lleva por título Yo también tengo un sueño. Con ese título no es necesario que aclare nada. 

Ojalá os guste y, si es así, me lo digáis. Pero mucho más me gustaría que tuviera la capacidad de remover alguna conciencia.

Y si no lo tenéis claro, aquí está el pdf del libro.

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viernes, 2 de junio de 2023

JUAN LUIS VIVES, PACIFISTA

Ejemplar del KM.
Estudio introductorio: Francisco Calero.
Traducción y notas: Francisco Calero, Mª José Echarte,
Mª Luisa Aribas y Mª Pilar Usábel
El título que le he dado a esta entrada es sin duda un anacronismo. El pacifismo como forma sistemática de resolver los conflictos y pensar la sociedad y las relaciones entre grupos y estados es una creación muy posterior; sin embargo, formas más o menos elaboradas de pensamiento pacifista podemos encontrar desde muy antiguo, tanto en la tradición oriental (sobre todo ahí) como en la occidental. Buena prueba de lo que digo es esta recopilación de trabajos del humanista valenciano que están recogidos en la colección Biblioteca de Autores Españoles.

Desde luego, no se puede extrapolar el pensamiento de un humanista del siglo XVI al siglo XXI, ni hay que olvidar en qué momento de la historia europea le tocó vivir, aun así, resulta profundamente interesante e incluso sorprendente la defensa que Juan Luis Vives hace de algunas ideas y formas de comportamiento entre seres humanos. Confío en que estas pocas citas puedan dar el calibre de su pensamiento o, al menos, despertar la curiosidad por su obra:

Así, pues, del mismo modo que es incierto a quién irá a parar el dinero que caprichosamente exponemos a la suerte y que inmediatamente pasa a poder de otro, así, una vez empezada la guerra, el príncipe y todo el reino se ven expuestos a la suerte del desenlace; por eso se dice también que la suerte de la guerra decide sobre el poder supremo. ¡Cuántos se han arrepentido de una guerra, incluso iniciada favorablemente, y ninguno de la paz conquistada con alguna desventaja o incluso injusticia! (Sobre el gobierno del reino, sobre la guerra y la paz. Trabajo dirigido a Enrique VIII de Inglaterra).

La concordia reunió al género humano, fundó las ciudades, las engrandeció y las mantiene; introdujo artes provechosas para la vida, los recursos, el cultivo de las inteligencias; hizo hombres de extraordinario ingenio, sabiduría, erudición, virtud; de la discordia salen hombres dispersos y errantes, llenos de terror y miedo, que no confían en ningún lugar y en ningún hombre, como el pie, herido hace poco por una espina, no asienta la planta con seguridad; desaparecidas las leyes y roto el vínculo de la concordia, las reuniones y asambles quedan deshechas, los edificios, las granjas y las ciudades quedan destruidos, lo que estaba fijo en el suelo es arrancado, sigue el hambre, la peste, escasez de todo, ignorancia, inactividad, pésimas costumbres, y de soldados licenciados salen ladrones muy expertos y audaces (Sobre la concordia y discordia del género humano. Trabajo dirigido a Carlos V).

Termino con esta cita sacada de Sobre la pacificación, que es la que a mí más me gusta: 

El maestro y el preceptor siendo el que forja las costumbres en la modestia, la moderación, la templanza y la humanidad, es decir, en una apacible tranquilidad de espíritu junto con la dulzura y la benevolencia para con los demás, ¿qué podría hacer más de acuerdo con su cargo y profesión que exhortar, impulsar cuanto pueda con su consejo, con su mandato, con su autoridad, con sus palabras y con su obra, a que sus discípulos se mantengan en concordia y amistad, no sólo entre ellos mismos sino frente a los demás, de manera que las instrucciones que recibieron del propio preceptor, no se conviertan en meras palabras y en una vana ostentación del arte del debateo la disertación, sino que las hagan cuerpo y sangre, para que al mismo tiempo todos entiendan cuán grande es la fuerza de aquellos preceptos, que no se desvaneces sólo en palabras y en leve soplo, sino que penetran de tal manera en los espíritus que se fransforman en realidades y en hechos?

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jueves, 25 de mayo de 2023

¡ABAJO LAS ARMAS!, Bertha von Suttner

Nunca hubiera imaginado que una moneda pudiera ser el origen de una lectura, pero a mí me ha ocurrido. 

El martes de la semana pasada, mientras estaba en Burgos, con la devolución de los cambios que me dieron en un restaurante, vino esta moneda. No la conocía y quise saber de qué país era y quién era la mujer que en ella aparecía. La respuesta fue rápida y sencilla e inmediatamente despertó mi interés por esta mujer de la que no tenía ninguna noticia: Bertha von Suttner.  Escritora, pacifista y premio nobel. Y yo sin enterarme. Una vez en casa, miré a ver qué biblioteca podía tener la novela con la que había conseguido un éxito notable en su época. Fui inmediatamente a por ella. Ayer mismo la acabé. Nunca una moneda me había llevado hasta una obra literaria ni me había ofrecido tan grata sorpresa.

Ejemplar del KM

No voy a contar nada sobre esta mujer extraordinaria, porque enlazado con su nombre tenéis la entrada que Wikipedia le dedica. Ahí se cuenta lo más destacado de su biografía. Sí me pareció curioso llegar a la última página del estudio introductorio que hace Olga García y encontrarme con la fotografía de la misma moneda que a mí me llevó hasta el libro. Casualidades. Y ahora vayamos con la novela.

Si entre los diferentes méritos de una novela situamos el entretenimiento y el interés por la trama, ¡Abajo las armas! los posee. Si además buscamos una historia comprometida con una idea y que la exponga de forma clara y directa, también. Si lo que más nos interesa es que tenga capacidad de emocionarnos, lo mismo. Todo eso lo tiene y en cantidades generosas. Desde luego no es una novela vanguardista —las vanguardias no habían aparecido en 1889— ni persigue experimentar con la escritura y el estilo, es una novela que se encuadra muy bien en su época, la del naturalismo, (para mi gusto, le sobra un poco de romanticismo, pero esos son mis gustos) y, por encima de todo, es absolutamente eficaz en su objetivo: denunciar con prístina valentía y eficiencia sobresaliente la irracional barbarie de la guerra en un tiempo y un lugar —segunda mitad del siglo XIX, Imperio austrohúngaro— impregnado hasta el tuétano de militarismo.

Igualmente eficaz y muy positivo me parece todo el punto de vista sobre el que se apoya el relato. Parte de lo más próximo e inmediato, es decir, de las personas a las que se quiere —¿existe alguien que no quiera a nadie, que no desee salvar la vida de alguien?— para evidenciar lo que el sinsentido de la guerra quita a cada ser humano, a cada familia, a la sociedad. Y para ir acrecentando de forma natural la conciencia pacifista de la protagonista. A partir de ahí se va construyendo el rechazo de la protagonista a la guerra... en medio de una sociedad y una familia austríaca muy tradicional y defensora de la idea del conflicto armado como resolución de las diferencias que atañen a los Estados —el padre es un general retirado, la tía una devota y todo su entorno pertenece a la rancia nobleza—.

Dos citas:

Este falaz conjunto de verdades eternas de la página 302 que atribuye al padre como representante ideal de la sociedad militarista, pero que, desgraciadamente, puede considerarse todavía hoy, 2023, en vigor entre una parte importante de la población mundial:

1) Las guerras las dispone Dios, Señor de los Ejércitos, véanse las Sagradas Escrituras

2) Siempre ha habido guerras, y, por consiguiente, siempre las habrá.

3) Sin este diezmo ocasional de la población, la humanidad crecería de forma desproporcionada.

4) Períodos continuos de paz producen relajamiento y debilitan, y como las aguas estancadas, acaban en corrupción y, especialmente, degeneran la moral.

5) Las guerras son el mejor medio para poner en práctica el autosacrificio, el heroísmo, en una palabra, para fortalecer el carácter.

6) Los hombres siempre se pelearán. La perfecta armonía de todas las pretensiones es imposible, dado que los diferentes intereses lo impiden; por tanto, una paz eterna es en sí una contradicción.

Y esta bella sentencia que la protagonista atribuye a un poeta que no nombra: 

A la manera que la bóveda celeste parece formada por un solo zafiro inmenso, así la grandeza moral del hombre reposa sobre una sola cualidad: la bondad (p 334).

Ha sido un auténtico placer el descubrimiento de esta novela escrita por una mujer valiente y abnegada como pocas. 

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¡Abajo las armas!