La pregunta parece inútil, dado que efectivamente la Antártida es un continente sin colonizar, excepto esas expediciones temporales y ocasionales que tienen un objetivo científico o las bases militares que algunos gobiernos mantienen, pero donde el personal permanece durante cortas estancias.
Sin embargo, siendo como es una pregunta peculiar, no solo posee un encanto poético y sin duda científico, sino que ha ocasionado una hermosa respuesta que lamento no poder traer hasta aquí, pero que se puede escuchar en el espacio de la exposición.
La exposición, en realidad, es un pequeño conjunto de elementos —textos, fotografías, mapas, este hipotético instrumento musical que aparece junto a estas líneas y un ipod donde se encuentran recogidas tres breves piezas musicales— que tienen la misión de conducirnos hasta la respuesta. Todo ello increíblemente sencillo y eficaz.
La luminosa pregunta y la revelación de la respuesta tienen algo de nuestro ser más elemental y primigenio. Una grata sorpresa con la que cerrar y abrir el año.
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Sorpresa, más bien perplejidad, es la que me ha producido descubrir un par de libros con la misma portada. El de la izquierda acaba de salir y no lo he leído; el de la derecha tiene unos cuantos años y desde que lo leí no he dejado de recomendarlo, y no por sus bondades literarias, sino por su extraordinaria lección de humanidad y buen uso de la memoria.
Y una vez metido en materia memorística, no estaría de más recordar el artículo que Gregorio Marañón y Bertrán de Lis publicaba el jueves 28 en el diario El País, no sea que alguna de las dos Españas, o ambas al unísono, terminen de helarnos o rompernos el corazón.
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