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Eratóstenes es uno de mis sabios favoritos de la antigüedad. La fascinación que siento por él viene desde la primera vez que leí en un libro de historia cómo había realizado el cálculo de la circunferencia de la Tierra. Mucho más tarde vino mi interés por el cielo nocturno y esa pasión a caballo entre la estética del mito y el conocimiento de lo infinitamente lejano. Así que cuando cayeron en mis manos los catasterismos atribuidos al admirado director de la Biblioteca de Alejandría, no puede evitar una inmensa alegría.
Debo reconocer que desde el punto de vista literario este librito tiene muy poco peso. No es uno de esos magníficos clásicos de la mitología como pueda ser Las metamorfosis. Su encanto no reside en la capacidad para crear mundos ficticios, sino en haber recogido de forma ordenada las historias que la gente común y corriente de la época atribuía a las caprichosas formas que distinguía en el cielo nocturno. Historias llenas de fascinación e ingenuidad que aún en la actualidad seguimos repitiendo más o menos transformadas. Así, entre los 44 objetos celestes de los que se ocupó podemos leer:
5. La Corona
Se dice que es la corona de Ariadna; fue el dios Dioniso quien la instaló en el cielo. Cuando los dioses festejaban la boda de Dioniso y Ariadna en la isla de Día, la novia se coronó con ella tras haberla recibido como regalo de las Horas y de Afrodita.
El autor de las Créticas cuenta que era obra de Hefesto, labrada en oro fundido y empedrada de pedrería de la India. También narra que gracias al brillo con que refulgía consiguió Teseo escapar del laberinto.
Se dice también que su trenza es lo que vemos sobre la cola del león.
La Corona posee nueve estrellas dispuestas en forma de círculo; de ellas son muy brillantes las tres que están frente a la cabeza de la serpiente que se encuentra entre las dos Osas.
Fuente: Astronomía para tontos. |
Eratóstenes no solo recoge la leyenda que va unida a la constelación, sino que además indica cuántas son las estrellas que la componen y qué brillo tienen, basándose en una observación ciertamente minuciosa pero realizada sin ningún instrumento óptico, a simple vista. El telescopio no aparecerá hasta el siglo XVII.
En los primeros cinco segundos de este timelapse podéis ver la constelación en el tercio de la izquierda de la pantalla.