Baltasar Gracián (1601-1658) es, junto con Quevedo, lo mejor de la prosa barroca escrita en castellano. Es, además, uno de los autores españoles que más atención ha recibido en otras lenguas —ya en vida fue traducido al inglés y al francés—. Schopenhauer, gran admirador suyo, tradujo el Arte de la prudencia al alemán y fue quien lo introdujo en ese país. El Criticón es la gran novela alegórica y filosófica del XVII español. Narra las andanzas y aventuras de Andrenio (joven) y Critilo (en la edad madura) en busca de la felicidad. Comienza la historia con el naufragio de Critilo, símbolo del hombre juicioso y cultivado, en la isla de Santa Elena. Andrenio, símbolo del hombre natural, lo salva de la muerte.
La obra se divide en tres partes: En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud, Juiciosa cortesana filosofía (en el otoño de la varonil edad) y En el invierno de la vejez. Si toda historia, toda novela, todo discurso, es un viaje, El Criticón lo explicita claramente. Estamos ante el viaje que en sí mismo es la vida. El viaje en busca del conocimiento, el que va desde la cueva a la luz de la civilización.
A través del viaje de Andrenio y Critilo, que enseguida descubrirán que son padre e hijo, asistimos al gran viaje en busca de la verdad, en busca del conocimiento, en busca de cuanto nos va a dar la felicidad. Pero el camino está lleno de obstáculos, de dificultades, de elementos engañosos que nos ofrecen la inmediata gratificación de los sentidos, aunque una vez poseídos no son nada más que un lastre para alcanzar el objetivo final.
Contra los avatares de la fortuna y las tentaciones de lo vulgar e innecesario, Gracián defiende que somos dueños de nuestro destino y podemos y debemos tomar nuestras propias decisiones sin caer en el deslumbramiento del oropel. Ese es nuestro trabajo más difícil, y también provechoso. Frente a la vulgaridad, lo fácil y lo vano, siempre tendremos el arte, la cultura y los libros. A ellos debemos agarrarnos.
El camino es un proceso de aprendizaje si nos conducimos con arreglo a la prudencia. El universo es un libro y viajar es como leer, hay que ir descifrando los significados. El recorrido que se realiza en esta novela es el que hacemos desde la oscuridad de la cueva a la iluminación del conocimiento, ayudados por la fantástica herramienta que es el lenguaje, sobre el cual se asienta la misma dignidad del ser humano.
En cualquier caso, no es fácil la lectura de esta obra imprescindible del barroco. En primer lugar, porque, como la Divina Comedia introduce la historia de su tiempo en ella y está llena de personajes y alusiones hoy desconocidos. En segundo lugar, porque es absolutamente conceptista, prevalece la intensidad semántica y, por lo tanto, el significado se encuentra extraordinariamente apretado. Eso sí, solventar las dificultades produce un mayor placer en la lectura.
A la estela de El Criticón irán apareciendo por Europa títulos de lectura más sencilla pero de intenciones similares como Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y Cándido.
***
Para quienes deseen realizar una lectura ayudada por todo tipo de notas y aclaraciones existe desde hace pocos años la edición crítica definitiva realizada por Luis Sánchez Laílla, José Enrique Laplana y M.ª Pilar Cuartero. La de Santos Alonso para Ediciones Cátedra no es lo mismo, pero puede resultar suficiente.