Editorial |
Nos cabanes
Creo que esta frase de Italo Calvino en Las ciudades invisibles refleja muy bien la impresión que este libro me ha dejado: “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es el infierno, y hacer que dure, hacerle sitio”. Ella nos habla de jardiner, un verbo que no sabría cómo traducir al castellano pero, evidentemente, quiere decir hacer jardín, con lo que ello implica de paciencia, de cuidado, de mimo para crear y favorecer la vida. Y de hacerlo ahí donde estemos, aunque sea una escombrera.
Es un libro que tiene la virtud de animar a pasar al acto, eso que hoy en día tanto nos aterroriza pero que tanto necesitamos: no solo hay que atreverse a imaginar un mundo mejor, sino también a hacerlo real.
Hay cientos de frases propias de la autora y de otras y otros autores que ella recoge en este libro que me gustaría citar aquí, pero dejaré solo tres que creo que reflejan muy bien el espíritu de este texto. La primera es una frase de Marx y que la escribe en una carta a Jean-Christophe Bailly y dice así: “el mundo alberga en su seno el sueño de una cosa, el sueño de algo que, para poseerlo realmente, solo necesita ser consciente de ello”. La segunda forma parte también de esta correspondencia y de la respuesta que Bailly envía a Marx: “(...) nada, sin lugar a dudas, nos obliga a vivir ‘así’”.
Creo que no está mal terminar esta reseña con una última frase, esta del colectivo de artistas Catastrophe y que podría ser un lema para las nuevas generaciones: “No tengáis miedo, ya no hay nada que perder”.
Beatriz Moral