Editorial |
El dolor, la pena, la compasión por quienes sufren alcanza incluso hasta el soldado enemigo.
EXTRAÑO ENCUENTRO
Parecía como si yo escapara de la batalla
bajo algún túnel profundo y oscuro, excavado hace mucho
a través de los granitos que las guerras titánicas habían abovedado.
Incluso abrumados durmientes gimieron,
por ser incitados, demasiado rápido, a pensar en la muerte.
Entonces, como comprobé, uno se levantó y me miró fijamente
con lastimero reconocimiento en sus ojos fijos,
levantando las manos angustiosas, como para bendecir.
Y por su sonrisa supe que aquel pasillo era sombrío,
por su muerta sonrisa supe que estábamos en el Infierno.
El rostro de aquella visión estaba surcado por mil dolores,
y sin embargo ninguna sangre llegaba allí desde arriba,
ni golpeaban las armas ni gemían los cañones.
"Extraño amigo", dije, "aquí no hay razón para afligirse".
"Ninguna", dijo el otro, "salvo los años deshechos,
la desesperanza. Cualquiera que fuera tu esperanza,
era también mi vida; fui de caza salvaje
tras la belleza más salvaje del mundo,
que no yace en los ojos serenos, o en el pelo trenzado,
sino que se burla del paso firme del tiempo,
y si llora, llora con más abundancia que aquí.
Para mi regocijo muchos hombres podrían haberse reído,
y de mi llanto algo había sido dejado,
algo que ahora debe morir. Me refiero a la verdad no dicha,
la compasión de la guerra, la lastimosa guerra destilada.
Ahora los hombres irán satisfechos con lo que destrozamos,
o, insatisfechos, con la sangre hirviente, que será derramada.
Ellos serán rápidos con la rapidez de la tigresa.
Ninguno romperá filas, aunque las naciones caminen desde el progreso.
El coraje era mío, y yo tenía el misterio,
la sabiduría era mía, y yo tenía la maestría:
extrañar la marcha de este mundo que se retira
a las vanas ciudadelas que no están amuralladas.
Entonces, cuando tanta sangre hubiera obstruido las ruedas de su carro,
yo me elevaría y les lavaría en los pozos dulces,
incluso con verdades que son demasiado profundas como para corromperse.
Yo habría vertido mi espíritu sin límite
pero no por las heridas; no sobre la valoración de la guerra
Las frentes de los hombres han sangrado por donde no había heridas.
"Soy el enemigo que mataste, mi amigo.
Yo te conocí en esta oscuridad: porque así fruncías el ceño
ayer, a través de mí, cunado me golpeabas y matabas.
Yo te esquivé; pero mis manos eran reacias y estaban frías
Durmamos ahora...".
Traducción de Antonio Linares Laminar.
Wilfred Owen se incorporó a filas en septiembre de 1915. En junio de 1917 es enviado a un hospital de Edimburgo como consecuencia de las heridas recibidas y del estrés postraumático. En septiembre de 1918 se reincorpora al frente. Mure el 4 de noviembre de 1918, en una ofensiva en el Canal del Sambre. Siete días después terminaba la guerra.
En las guerras se han perdido muchas personas; hombres, mujeres, niños y ancianos, también grandes poetas.
ResponderEliminarUn abrazo
Otro abrazo para ti, Sergio, y gracias por seguir mostrando interés.
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