Fuente: elcolumnero.com |
Y es que en el mundo
traidor
nada es verdad
ni mentira:
"todo es según el
color
del cristal con
que se mira".
Final del poema "Las dos linternas", del libro Doloras y Humoradas. Ramón de Campoamor.
Seguramente, definir la verdad es tan difícil como definir el tiempo. No hay persona que no tenga experiencia de la una y del otro, pero resulta francamente complicado ponerse de acuerdo a la hora de definirla, y más complejo es todavía convenir en el grado de verdad de un hecho determinado o de una afirmación cualquiera cuando los puntos de vista son diferentes o incluso opuestos.
Para Aristóteles la verdad era la conformidad del pensamiento y lo que decimos con el modo o manera en que las cosas son. El primer problema con el que nos enfrentamos aquí es definir en qué consiste esa conformidad. Pero aunque eso no fuera un gran obstáculo, tampoco nos ayuda mucho a reconocer la verdad cuando la tengamos delante. Y si empezamos a ponernos quisquillosos, también sería necesario saber qué pueda ser eso a lo que atribuimos la verdad o la falsedad. ¿Son los enunciados, las proposiciones, las creencias?
Sin entrar en el largo, rico y técnico debate filosófico que la historia del pensamiento nos ofrece, y sin caer en el escepticismo irresoluble que los versos del poeta nos indican, quiero subrayar, en primer lugar, que la verdad importa, es decir, es un valor que apreciamos y al que aspira cualquier investigación y nuestro propio pensamiento; después, que la verdad puede ser un elemento cambiante. ¿Es necesario recordar, por ejemplo, que hasta el siglo XVI reconocíamos como verdad indubitable que el Sol giraba en torno a la Tierra?
¿Cómo podemos, entonces, reconocer la verdad o estimar que estamos en lo cierto? Creo que un buen criterio puede ser diferenciar claramente de qué afirmación se trata. No es lo mismo una aseveración de tipo científico, que una de tipo social, ideológico, poético, o referida a un hecho que ha acontecido, lo hayamos visto o no. Los criterios para valorarlas son diferentes, aunque la veracidad o falsedad que contengan sean objetivables.
Ante una proposición de carácter matemático o científico, solamente cabe la demostración o recurrir a la comunidad especializada, a la que utilizamos como criterio de verdad, sabiendo, cómo no, que lo que hoy es cierto, mañana puede que no lo sea. Los hechos acontecidos deberíamos remitirlos a las pruebas y evidencias de los mismos. Sobre las verdades poético-artísticas me atrevería a decir que conviene dejarlas a la capacidad imaginativa y a la sensibilidad estética de quien se encuentra con ellas.
Los obstáculos aparecen cuando nos enfrentamos con propuestas y afirmaciones de carácter social, político e ideológico. Estas son las verdaderamente complicadas, pero de las que depende nuestra relación con las demás personas y, por consiguiente, buena parte de la satisfacción con que podamos vivir. Sería bueno que las afrontáramos entre todos, de manera conjunta y buscando un punto de encuentro colectivo que resulte ser lo más beneficioso posible para todos. La verdad, en este caso, se construye dialogando, y el diálogo la transformará en la medida en que cambien nuestras necesidades.