La novela puede entenderse como una escenificación de muchos temas: el mundo editorial y el mundillo literario, la jubilación, las relaciones personales, los fantasmas que nos acechan, la teoría literaria, pero a mí lo que más me gusta de ella es ese homenaje al Ulises de Joyce y, por extensión, a la literatura. De hecho, el propio autor, por boca de su protagonista, nos dice cuáles son los elementos de los que va a constar la novela: intertextualidad; conexiones con la alta poesía; conciencia de un pasaje moral en ruinas; ligera superioridad del estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza (p 15).
Dublinesca toma el título de un poema de Larkin que el protagonista leerá en Glasnevin, el cementerio de Dublín, a manera de réquiem por la galaxia Gutenberg, es decir, por la literatura en papel.
Down stucco sidestreets,
Where light is pewter And afternoon mist Brings lights on in shops Above race-guides and rosaries, A funeral passes. The hearse is ahead, But after there follows A troop of streetwalkers In wide flowered hats, Leg-of-mutton sleeves, And ankle-length dresses. There is an air of great friendliness, As if they were honouring One they were fond of; Some caper a few steps, Skirts held skilfully (Someone claps time), And of great sadness also. As they wend away A voice is heard singing Of Kitty, or Katy, As if the name meant once All love, all beauty. |
Por las callejuelas de
estuco
donde la luz es de peltre y en las tiendas la bruma obliga a encender las luces sobre rosarios y guías hípicas, está pasando un funeral.
La carroza va delante,
pero detrás la acompaña a pie una tropa de mujeres con anchos sombreros floreados vestidos hasta los tobillos y manguitos de carnero.
Hay un aire de amistad
como si rindieran honra a una que era muy querida; algunas se alzan las faldas diestramente y dan saltitos (dos palmas marcan el tiempo);
y también de gran
tristeza.
Mientras siguen su camino se oye una voz que canta para Kitty, o Katy, como si el nombre hubiese albergado todo el amor, toda la belleza. |
Independientemente del argumento, la novela se hace atractiva y envolvente por el ambiente que es capaz de recrear el autor —si entráis en el juego de las alusiones literarias, mucho más—. En ese ambiente nos atrapa, como atrapan los fantasmas que pululan por la historia al protagonista en su obsesión hacia el abismo, y que resultan tan divertidos como misteriosos para quien está leyendo. La anécdota —que no os cuento—, en realidad es bien escasa, pero como se dice en la página 102, el mundo es muy aburrido o, lo que es lo mismo, lo que sucede en él carece de interés si no lo cuenta un buen escritor, y Vila-Matas lo es.
Estéis en Dublín o donde estéis, feliz lectura.