La Mandrágora es el nombre del disco que en 1981 Javier Krahe, Alberto Pérez y Joaquín Sabina daban a conocer al mundo. El tono cómico impregnaba todo el album, pero alcanzaba su máximo nivel satírico con el tema de La hoguera. La ironía (decir lo contrario de lo que se piensa) funcionó perfectamente y Javier Krahe logró así llegar a multitud de personas y denunciar la existencia de la pena de muerte, al mismo tiempo que recurría a la sonrisa cómplice de quien le escuchaba.
Es un asunto muy
delicado
el de la pena capital
porque además del condenado
juega el gusto de cada cual.
Empalamiento, lapidamiento,
inmersión, crucifixión,
desuello, descuartizamiento,
todas son dignas de admiración.
Pero dejadme, ¡ay!, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene, qué se yo,
que sólo lo tiene la hoguera.
Se que han probado su eficacia
los carchutos del pelotón,
la guinda del tiro de gracia
es exclusiva del paredón.
La guillotina, por supuesto,
posee el chic de lo francés
la cabeza que cae en el cesto
ojos y lengua de través.
Pero dejadme, ¡ay!, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene, qué se yo,
que sólo lo tiene la hoguera.
No tengo elogios suficientes
para la cámara
de gas,
que para grandes contingentes
ha demostrado ser el as.
Y no negaré que el balanceo
de la horca un hallazgo es,
ni lo que se estira el reo
cuando lo lastran por los pies.
Pero dejadme, ¡ay!, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene, qué se yo,
que sólo lo tiene la hoguera.
Sacudir con corriente alterna
reconozco que no está mal.
La silla eléctrica es moderna,
americana, funcional.
Y se que iba de maravilla
nuestro castizo garrote vil
para ajustarle la golilla
al pescuezo más incivil.
Pero dejadme, ¡ay!, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene, qué se yo,
que sólo lo tiene la hoguera.