martes, 8 de enero de 2019

IGLESIA DEL CONVENTO DE LOS JACOBINOS, LUGAR DE REPOSO DE TOMÁS DE AQUINO

Panorámica de la iglesia del convento de los Jacobinos.
El convento de los Jacobinos de Toulouse es uno de los lugares de visita obligada y uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de Languedoc. Como la mayoría de las edificaciones tolosanas, está construido en ladrillo rojo de la zona, de ahí que se conozca a la ciudad como la ciudad rosa. Albi es la roja.

Dentro de la iglesia hay varias sorpresas. Tal vez la más popular sea el conjunto de esbeltas columnas que han permitido disfrutar de una luz mágica dentro de la misma y de un grandioso espacio resuelto en una sola nave. La que se sitúa en el ábside tiene nombre propio, la palmera, y fue merecedora de estas palabras de Paul Claudel: Un pilar único del cual sale por todos lados un torrente de nervaduras, una cabellera de direcciones, una ascensión de palmas. Una columna de 22 metros y las nervaduras separan la bóveda del suelo a una distancia de 28 metros.



Más escondido, pero bien anunciado, se encuentra el relicario donde reposan los restos del que seguramente ha sido el más grande pensador de la Edad Media. Poco me interesa la filosofía escolástica, pero a cada cual su mérito. Y aquel hombre humilde que era capaz de dictar cuatro cartas a la vez, que afirmaba que el oficio del sabio es ordenar y que entendió a Aristóteles mejor que nadie en su época, merece todo mi reconocimiento. Estoy hablando de Tomás de Aquino. Y aunque no participe de sus creencias nada me impide honrarle con esta cita:

El hombre es libre; sin ello, consejos, exhortaciones, preceptos, prohibiciones, recompensas y castigos serían vanos. Para poner en evidencia esta libertad, es preciso observar que ciertos seres actúan sin juicio, como, por ejemplo, la piedra que cae; y lo mismo ocurre con todos los seres privados del poder de conocer. Otros actúan según una apreciación, mas esta no es libre, como ocurre con los animales: cuando ve un lobo, la oveja sabe por discernimiento natural, mas no libre, que tiene que huir; en efecto, este discernimiento es la expresión de un instinto natural y no de una operación sintética. Y lo mismo vale para todo discernimiento en los animales. Pero el hombre actúa por juicio, pues es por la potencia de conocer como él estima que debe rehuir o perseguir una cosa. Y puesto que un tal juicio no es el efecto de un instinto natural, sino un acto de síntesis que precede de la razón, el hombre actúa según un juicio libre que lo hace capaz de diversificar su acción. En efecto, respecto a lo que es contingente', la razón puede hacer cosas opuestas, como lo prueban los argumentos de los dialecticos y los razonamientos de los retóricos. Pero las acciones particulares son en un sentido contingentes; así, el juicio racional puede apreciarlas de manera diversa y no estar determinado por un punto de vista único. En consecuencia, es necesario que el hombre esté dotado de libre albedrío desde el momento mismo en que está dotado de razón (Summa teológica, I, cuestión 83, art 1).


Relicario bajo el altar.

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