jueves, 25 de octubre de 2018

UNA NANA QUE VALE UNA PELÍCULA


Habitualmente las películas bélicas suelen enmarcarse dentro del género de aventuras y no pretenden ir más allá de la presentación de una historia de sufrimientos y hechos más o menos heroicos que mantengan la atención hasta el desenlace final que, como es natural, suele ser favorable al bando protagonista. Habitualmente, pero no siempre. Hay otras películas que desean aportar otro punto de vista y exponer algún dilema o fomentar la reflexión.

La pasada y extremadamente cruenta guerra de los Balcanes, o guerras de la antigua Yugoslavia, ha dado lugar a una serie de películas, las más interesantes de ellas realizadas por directores de la zona, que buscan contar lo que ocurrió con el fin de poder entenderlo y superarlo. Todo trauma necesita ser contado para poder seguir viviendo. En este ámbito se encuadran películas como Antes de la lluvia, En tierra de nadie o Savior, la más acorde a la forma de contar de Hollywood y también la más dura.

Todas buscan contar unos hechos difícilmente comprensibles, pero que ocurren. Y ocurren una y otra vez en distintas partes del mundo, aunque nos conmocionan más cuando suceden cerca de nosotros. Ojos que no ven, corazón que no siente, dice el refrán. Pero una vez que hemos visto, es difícil salir del trauma. 

En el caso de Savior —"salvador", no me gusta nada el título—, lo que más me gusta de la propuesta de Predrag Antonijevic, su director, es el símbolo del nacimiento como forma de redención, el empuje de la nueva vida como forma de superación del torbellino violento en el que se encuentra sumido el protagonista, la vida nueva que impulsa nuevos sentimientos y que regenera todo cuanto toca.

La escena de la madre, Natasa Ninkovic, cantando la nana mientras niega con la cabeza cualquier intento del soldado por disparar, Dennis Quaid, es lo mejor de la película y una de las escenas cinematográficas más conmovedoras que recuerdo haber visto. Todo un canto a la vida desde la inminencia de la muerte.

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