lunes, 29 de octubre de 2018

NO VOLVERÉ A COMER CARNE

Los animales sienten. Los animales sufren.

Esta afirmación, hoy indiscutible para cualquier persona, no era evidente, ni mucho menos, en el siglo XIX. Más aún, hasta mediados de los años 50 del siglo pasado, los científicos experimentaban con perros, nuestros mejores amigos, haciéndoles todo tipo de perrerías. Hoy están prohibidas esas prácticas porque sabemos un poco más que ayer. 

Nuestro antropocentrismo, la idea de que nuestra especie es la especie superior, se hace cada vez más insostenible. Y, sin embargo, seguimos comiendo carne; es decir, utilizamos a las otras especies animales como instrumento para satisfacer nuestros deseos, las convertimos en máquinas de producción de proteínas. ¿Para qué sirve nuestra capacidad de pensar?

Los hombres —ahora sí, masculino plural— tardamos muchos años en reconocer a las mujeres como seres con las mismas capacidades. Tardamos mucho tiempo en reconocer que las personas de piel oscura eran también personas. Los avances del conocimiento nos han ido colocando en la naturaleza como una especie más. No somos la especie más fuerte ni la más débil, ni la más rápida ni la más lenta, ni la más grande ni la más pequeña. 

Somos la especie animal que, amparada en el desarrollo instrumental de la cultura y de un mito sobre el origen —el mito de la especie superior—, hemos desarrollado todo tipo de falacias para justificar la instrumentalización de la naturaleza. ¿Somos seres verdaderamente racionales?

No volveré a comer carne. Es una cuestión ética.

4 comentarios:

  1. Y supongo que tampoco volverás a ofender a ninguna persona de ninguna manera, ¿no? En mi escala de valores el daño a las personas es más grave que el daño a los animales...

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    1. Hola, Jose. En la mía también, pero la una no excluye la otra. Podemos y debemos ser respetuosos con los seres humanos al mismo tiempo que lo somos con los demás seres vivos, que es una forma de defender la humanidad.
      Un saludo.

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  2. Estimado Jesús unas especies se comen a otras así ha sido siempre y a nosotros nos comerán los gusanos si no nos incinerar.

    Y las plantas no sufren?

    Es muy rica la carne toda, difícilmente la dejaría.

    Un abrazo

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  3. ¡Hola, querido Sergio!

    Mi cambio con respecto a la carne animal no está en relación con la lucha por la subsistencia y el instinto de supervivencia, sino por el sufrimiento gratuito —crueldad— que añadimos a unos seres vivos que no tienen ninguna posibilidad de defenderse y a los que tratamos como meros instrumentos. Eso sin tener en cuenta el grado de deterioro ambiental —contaminación atmosférica y degradación del suelo— que suponen las explotaciones ganaderas intensivas.

    Como digo en el breve texto que introduce el documental, se trata de una postura ética. No quiero seguir colaborando en el maltrato que suponen las explotaciones ganaderas. Y claro que me gusta la carne, ahí está el problema, pero quiero ser consecuente.

    Un abrazo tan largo como el océano que nos separa.

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Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.