miércoles, 18 de septiembre de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Antonio Lucas)

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Tengo en gran estima esta antología que en 2003 recogía 25 poetas, jóvenes en aquella época hoy ya gente consolidada en el panorama literario. El mayor (1972), Pablo García Casado; la más joven (1985), Elena Medel

Para cualquier persona que siga más o menos de cerca la creación poética en este país la nómina que ahí aparece es bien conocida. Para quien de cuando en cuando se acerque a ella posiblemente el nombre de Antonio Lucas, gran poeta, no le diga nada, aunque puede que lo conozca como periodista, como redactor de opinión y cultural. La poesía tiene eso (ya lo señalaba JRJ con su dedicatoria: A la inmensa minoría; Dámaso Alonso lo recogía con una metáfora: la pequeñita de las hermanas). 

Hoy Antonio Lucas tiene publicados ya nueve poemarios (que yo sepa) y adjudicados 4 premios de poesía importantes, pero sin duda es su labor en los medios de comunicación la que le da de comer y le ocupa la mayor parte del tiempo que dedica a la escritura. 

Sea como sea esta historia de presencias, oficios y reconocimientos, hoy quiero traer hasta aquí un poema suyo que pertenece al título Antes del mundo (el primero que publicó) y que a mí me gustó mucho la primera vez que lo leí:


                                                                                       ¡Y el horizonte huye, y a lo lejos se muere!

                                                                                  RIMBAUD 


Septiembre, sí

vendrá la muerte y tendrá tus ojos1,

el vino azul de la pupilas;

mis manos con sus tórtolas ardiendo,

con su métrica absoluta,

mis manos de licor y de garganta

de muros, de inicial, de niebla antigua.


Septiembre es este gallo que arranca partituras,

el trágico silencio

del vino y de la piedra.

Septiembre es una gota, una tierra de astros hacia dentro,

la estatua que me abraza

rozando lo que suena,

la música que pierde su boca distraída

y busca bajo el aire

un techo de agua helada.


Pareces esta noche un pomo de murallas,

un corazón marino

que ha olvidado el tiempo.


Pareces el cabello de aquel niño que muere

y cae sobre los ojos

con lenta voz de río.

Pareces un desorden de sombras masticadas,

aquella infancia hermosa de selvas sin origen.

Pareces el cadáver de un número inventado

que huye de las manos de los últimos ciegos2.

Pareces un secreto

de arcos que se trenzan

o un oscuro mar que ruge lentamente.


Recuerdo aquella tarde que eras casi cuerpo,

arena casi, sólo claustro de ceniza,

tristísimo amarillo —digo ahora.

Recuerdo aquel silencio que nadie ha conocido

lo mismo que un latido

o una rosa fría

y un arpa de metal que suene hasta perderse.


Allí, en esa tarde,

huyendo del poema,

por más que caigan aves o años en el pecho,

bóvedas de humo o párpados cerrados,

será la luz un nombre,

un sable que me espera,

será una pluma inédita gritando antes del mundo.


1Verso de Cesare Pavese.

2Verso de Vicente Huidobro.

***


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