Ejemplar de la Biblioteca Central |
Humildad, impulso acético, paisaje cotidiano, costumbrismo, cierta querencia por lo sublime y, en ocasiones, un vaivén entre un ligero hermetismo y una propensión a la claridad. Diría yo que estás son algunas de las características presentes en este próximo, por cercano, Sin ir más lejos. Diría incluso más: todas ellas se pueden detectar en el primer poema, auténtica poética de voluntad definitoria:
La poesía
es la conciencia.
Muchas veces la profané,
lo haré de nuevo. Es más,
ya la estoy traicionando.
La poesía no tiene
complacencia, trabaja
a favor del olvido
de uno mismo.
En ausencia de Dios ,
lo espera; si se esconde,
lo busca, porque sabe
de su insignificancia. Lo diré
por derecho: la poesía
ha de mostrarse. La bondad
se ve, no necesita
verborrea. Y a cada uno
según sus obras.
La poesía es la conciencia,
ese invento judío, según Hitler.
Es una enfermedad
que afecta los más débiles
de la especie.
A mí, de todas formas, me gustan más los poemas con cierto aire machadiano, en los que el pensamiento metafísico no se encuentra en su enunciación, sino en la presencia misma de la naturaleza soriana:
Este cielo de frío, limpio como
una patena. Ocho días de cierzo
han dejado un azul altísimo, todo
tersura, lucidez, acaso certidumbre.
Así que estoy aún. Un cielo inmaculado,
sin respuestas, es una afirmación.
Estoy. Aún estoy. No se queda la luz
en la materia, la hace suya. Un cielo
crudo, para que nadie se envicie
con otro abril. Debiera renunciar
también a tanto y tanto, sin preguntarme
cómo está tan arriba lo de dentro.
Ocho días de cierzo, con sus noches.
O este otro:
Nevado el Duero, maniatado desde hace días
por la helada, resplandece el sol de mediodía.
Restalla su cristal, casi no puedo
abrir los ojos. ciertamente deslumbra
la grandeza, nos hace enmudecer. Hasta
Hasta los álamos eternos de la ribera contemplan
su reflejo con un estupor de invierno
y muerte. Incluso el hielo parece triste
en los juncares. mientras el río nada
dice, le da las aguas, corriente abajo,
un arroyuelo mínimo que culebrea
con mucho esfuerzo sin apenas
notarse entre la broza.
Ha conseguido desatarlo el sol
y con qué intimidad, con cuánta sencillez
suena al oído, hablando muy bajito, su rumor
de cauce ingrato y de caudal exiguo.
Y cierra el poemario de manera simétrica, jugando a ser capicúa:
La extrañeza,
el encanto y la gracia.
Y la pérdida.
No hay
más. O sí,
lo que trasciende.
Y la ilusión, al menos,
de ser libres.
Mientras dura
el poema.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.