Es un tópico —pero no por mucho que se diga deja de ser cierto— que Dylan Thomas (1914-1953) encarna quizá mejor que nadie la idea del bardo celta, juglar y trovador al mismo tiempo. Y como buen galés estuvo extraordinariamente dotado para la creación de imágenes. En realidad, todo o casi todo en él era excesivo, de una intensidad emocional fuera de lo común, pero lo que aquí nos interesa es su forma de trabajar la escritura, porque Thomas componía de memoria, estaba convencido de que la poesía existía para ser recitada y, como buen bardo, quiere que su obra sea memorizable. Esto hace que sus textos originales sean un alarde de ritmos y de recursos formales para facilitar el recuerdo. Claro, con la traducción se suelen perder todos esos elementos.
Disponéis de la traducción de su poesía, llevada a cabo por Elizabeth Azcona Cranwell para la editorial argentina Corregidor en 1974 en este enlace. Los originales en inglés, en este otro.
Y un par de películas para quienes gustéis del cine: En el límite del amor y
Set Fire to the Stars (Dar fuego a las estrellas).
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