jueves, 24 de julio de 2025

RETRATOS DE AMANTES ( Margaret Lindsay), 19

La esposa del pintor, Margaret Lindsay. Fuente: National Gallery of Scotland.


Allan Ramsay (1713-1784) fue, por encima de todo, un excepcional retratista, de gran reconocimiento. Suyos son algunos de los retratos más conocidos de Jorge III, David Hume o Rousseau; pero una cosa es la consideración que hoy tiene Ramsay en la historia de la pintura y otra muy distinta la que entonces se tenía a una persona que se dedicara a ella. Vayamos poco a poco.

Ramsay, ciertamente, era un retratista popular por su dominio técnico y por los refinados modales que demostraba con las personas a las que pintaba, básicamente la nobleza británica, que era la única que se podía permitir tener un retrato. Cuando tenía treinta años, murió su primera mujer, Anne. Por entonces, Margaret Lindsay era alumna suya. Se enamoraron y decidieron casarse. 

Estamos en el siglo XVIII y llevar adelante un matrimonio entre dos personas no dependía solamente de la pareja en cuestión. El padre de ella, sir Alexander Lindsay, no dio su consentimiento. Un pintor no tenía la categoría social ni económica como para casarse con una hija de la aristocracia. El novio alegó que el trabajo le iba bien y que podía asegurar a la novia unos ingresos de, como mínimo, 100 libras anuales. El padre no cedió.

La pareja tomó la única decisión que estaba a su alcance: la huida. Se casaron el 1 de marzo de 1752. El largo y, según parece, feliz matrimonio, que llegó a proporcionar tres nietos al aristócrata contrariado, no fue suficiente. Nunca llegó a perdonarlos. 

Afortunadamente, el enfado del padre de Margaret no influyó en la capacidad de trabajo del novio, quien nos presenta aquí un retrato de Margaret muy al estilo de la época, donde lo que se subraya es el encanto y la delicadeza de la persona retratada, con una atención especial a la mantilla de encaje que le envuelve hombros y brazos. La luz incide suavemente sobre los elementos que el artista quiere destacar: el rostro de la amada, la mantilla y el jarrón con las flores. Delicadeza y elegancia.

Samuel Johnson dijo acerca de Ramsay: No encontraréis a un hombre en cuya conversación haya más instrucción, más información y elegancia. Con el tiempo, Allan Ramsay llegó a poder asegurar más de 100 libras anuales a Margaret Lindsay porque se convirtió en el pintor oficial de la corte de Jorge III. Supongo que además del talento y del dominio de la técnica del retrato, algo tuvieron que ver sus exquisitos modales.
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miércoles, 23 de julio de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Manuel Machado)

Editorial
#unlibrounpoema
 

Manuel Machado (1874-1947) fue un poeta de gran aceptación y reconocimiento antes de la desgraciada guerra civil, tuvo otro momento importante en los años 80 del pasado y hoy vuelve al olvido, aunque el esfuerzo conjunto de José Luis García Martín y la editorial Renacimiento hagan esfuerzos por resucitarlo. Cada vez que las dos Españas sacan a relucir sus diferencias el mayor de los Machado se resiente. Una de esas dos mitades le niega el pan y la sal por los poemas que escribió —obligado o no por las circunstancias— ensalzando la figura del dictador. Pero la calidad poética y la capacidad para abordar y expresar en pocos versos los grandes temas existenciales que afectan a todos los seres humanos están presentes en la mayor parte de su obra. Es curioso que se descalifique a Manuel por un puñado de poemas y, sin embargo, se guarde silencio sobre los poemas panfletarios de Antonio. 


ADELFOS

Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos…;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos!. Gloria…, ¡la que me deben!.
¡Que todo como un aura se venga para mí!.
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!.

¡Ambición!. No la tengo. ¡Amor!. No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve… Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón…
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mi…
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!…

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!.




MELANCOLÍA

Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.




LOS FUSILAMIENTOS DE LA MONCLOA

Él lo vio... Noche negra, luz de infierno...
Hedor de sangre y pólvora, gemidos...
Unos brazos abiertos, extendidos
en ese gesto de dolor eterno.

Una farola en tierra casi alumbra,
con un halo amarillo que horripila,
de los fusiles la uniforme fila
monótona y brutal en la penumbra.

Maldiciones, quejidos... Un instante,
primero que la voz de mando suene,
un fraile muestra el implacable cielo.

Y en convulso montón agonizante,
a medio rematar, por tandas viene
la eterna carne de cañón al suelo.



RETRATO


Esta es mi cara y ésta es mi alma. Leed:
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás... Nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido:
ni gozo lo ganado ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... —sin ser un Tenorio, ¡eso no!—,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.


Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo chic y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién —dice el vulgo—,
con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.

Es tarde... Voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.


Si os interesa, RTVE Play tiene un interesante documental archivado en el apartado de Imprescindibles. Solo es necesario darse de alta para poder verlo.

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martes, 22 de julio de 2025

LA MAURESQUE, LA CASA DE SOMERSET MAUGHAM


La Mauresque


Hasta hace relativamente poco tiempo esta vista de la fachada de la villa La Mauresque era imposible, excepto si se tenía una embarcación para poder verla desde el agua. En la actualidad, gracias a la pasarela que lleva desde el parque y la zona deportiva hasta el pequeño puerto de Caneta, la fachada puede casi tocarse con la mano.

En su origen, fue una villa en estilo más o menos árabe (eran los gustos exóticos de la época) para el capellán de Leopoldo II, Felix Charmettant. Posteriormente, en 1927, la remodeló el arquitecto americano Barry Dierks para servir como residencia habitual del novelista británico Somerset Maugham, y así fue hasta el fallecimiento del escritor en 1965.

Durante esa época, por ella pasaron grandes personajes como Churchill, los duques de Windsor, T. S. Eliot, H. G. Wells, Rudyard Kipling, Ian Fleming, Noel Coward o Virginia Woolf.

En 1967, la compra por parte de la estadounidense Lynn Wyatt hizo que sufriera nuevos cambios y se que se modificara tanto la fachada como el interior. Hoy es una residencia privada, eso sí, catalogada como un elemento del patrimonio cultural francés desde 2008.

A su lado se encuentra la que fue casa del escritor Pierre Loti, otro aficionado a la Bahía de Chingudi. Pero esa es otra historia.



Fachada de acceso a la villa desde Rue des Pêcheurs

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lunes, 21 de julio de 2025

CHAMBORD

 #descubriendoFrancia

Chambord es, según dicen guías y folletos varios, el castillo más grande y más visitado del Loira. Algunas cifras: 426 dormitorios, 282 chimeneas, 77 escaleras, entre ellas la famosa escalera de caracol cuyo diseño, se dice, fue obra de Leonardo, aunque este ya había muerto cuando se comenzó la obra. Y si os da por contar las salamandras distribuidas por paredes, techos y mobiliario, deberíais pasar de las trescientas; en muchas ocasiones, acompañada de la F de Francisco, para que no quede duda. La salamandra es el símbolo que escogió Francisco I.

Más cifras: el castillo de Chambord está enclavado en un parque-bosque de dimensiones descomunales, tiene 32 kilómetros de perímetro (incluye una reserva nacional de fauna y caza). Dicen, y desde luego no voy a comprobarlo, que es el mayor parque de Europa. Buena parte de él, no todo, se puede recorrer. Incluso en el estanque rectangular que se encuentra en la trasera del castillo se pueden alquilar barquitas para pasear. También se pueden alquilar uno de esos carritos que se utilizan en los campos de golf.

A Chambord, por tanto, se puede ir para visitar la arquitectura renacentista, para ver la exposición temporal que se suele colocar en una de las alas del piso superior, para recorrer los inmensos jardines, para hacer pícnic y pasar el día completo, para ver algún evento festivo (cuando yo estuve había algunas zonas cerradas al público porque se estaban instalando gradas y escenarios para la celebración del 14 de julio), o se puede ir para todo ello.






Un par de fotos de la exposición del monje coreano Kim En Joong, artista y hombre de religión, que vivió buena parte de su vida en Francia. Curiosamente, la mayor parte de las obras expuestas en Chambord habían estado expuestas en Chartres cuando pasé por allí hace dos años. No me importó en absoluto, porque es una obra que me gusta mucho.





Los jardines, por supuesto, muy civilizados y muy simétricos, es decir, tan franceses como la misma bandera.










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domingo, 20 de julio de 2025

E LUCEVAN LE STELLE, Puccini


Situémonos: el protagonista, un pintor de nombre Mario Cavaradossi, está enamorado de la cantante Tosca. A su alrededor se ha urdido una complicada intriga de ambición y traición, que ha dado con él en la cárcel. Ahora está esperando el momento de ser ajusticiado y le  acaban de decir que le queda una hora de vida. Es el momento en que canta:

Desapareció para siempre mi sueño de amor.
Pasó el tiempo ¡y muero desesperado!,
Nunca he amado tanto la vida, ¡tanto la vida!

Pura emoción. 

En su tiempo,  Puccini si hubiera habido listas de éxitos habría sido el número uno. No había ópera que escribiera que no tuviera uno o más temas que se repitieran por todo el mundo. Este fue uno de ellos.

Interpretan: Plácido Domingo y la New Philharmonia Orchestra, dirigida por Bruno Bartoletti.

Que la música os sea favorable. 

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sábado, 19 de julio de 2025

AUGUSTE COMTE

Ubicación


 El siglo XIX en Francia, como prácticamente en toda Europa, es un siglo convulso: fin del imperio napoleónico, procesos revolucionarios de 1830, 1848 y 1871; puesta en marcha de la revolución industrial (primera y segunda); profundos cambios sociales que van a alterar las costumbres de la población; agitada vida intelectual y artística, que ahondará la división entre quienes se inclinan por una concepción espiritualista y metafísica y quienes lo hacen a favor de una interpretación más racional y positiva. En este contexto surgen las ideologías revolucionarias (anarquismos, socialismos utópicos y socialismo científico). 

En el terreno del pensamiento filosófico aparece el positivismo, opuesto al idealismo, si bien buena parte de los fundamentos de su pensamiento ya se habían hecho presentes desde la antigüedad. Y va a ser Auguste Comte (1798-1857) quien dé nombre y sistema a lo que hoy conocemos como filosofía positivista. 

El positivismo rechaza la metafísica y se asienta sobre el conocimiento de los fenómenos; confina, pues, la filosofía al ámbito de los hechos, a cuanto nos es dado conocer de forma positiva, para intentar ordenarlos según leyes, a partir de las cuales podamos prever futuros fenómenos (Savoir pour prévoir - saber para prever). Para el positivismo (como para la ciencia en general) no tiene sentido preguntarse por la esencia de un hecho ni por su causa. No le interesan los porqués sino los cómos.

Tal vez la mayor aportación de Comte al pensamiento filosófico, histórico y sociológico (y, por eso mismo, la idea más citada de su obra) sea la ley de los tres estadios, el metafísico, el teológico y el positivo, que me permito citar aquí. Está recogida en el Curso de filosofía positiva, comenzado a redactar en 1830:

Estudiando el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas esferas de actividad, desde su primer vuelo más simple hasta nuestros días, creo haber descubierto una gran ley fundamental, a la cual se ha sujetado por una necesidad invariable y que me parece poder estar sólidamente establecida, bien sea por las pruebas racionales que suministra el conocimiento de nuestra organización, bien sea por las verificaciones históricas resultante de un examen atento del pasado. Esta ley consiste en que cada una de nuestras principales concepciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico, o ficticio; el estado metafísico, o abstracto; el estado científico, o positivo (...). 

En el estado teológico, el espíritu humano, que dirige esencialmente sus investigaciones hacia la naturaleza íntima de los seres, hacia las causas primeras y finales de todos los efectos que le impresionan, en una palabra, hacia los conocimientos absolutos, se representa a los fenómenos como resultados de la acción directa y continua de agentes sobrenaturales más o menos numerosos cuya intervención arbitraria explica todas las aparentes anomalías del universo.

En el estado metafísico, que en el fondo no es más que una simple modificación general del primero, los agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verdaderas entidades (abstracciones personificadas) inherentes a los diversos seres del mundo, y concebidas como capaces de engendrar por ellas mismas todos los fenómenos observados, cuya explicación consiste entonces en asignar para cada uno de ellos la entidad correspondiente.

Finalmente, en el estado positivo, el espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de obtener nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer las causas íntimas de los fenómenos, para aplicarse únicamente a descubrir, por el uso bien combinado del razonamiento y la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de sucesión y de similitud. La explicación de los hechos, reducida ahora a sus términos reales, no es ya más que la relación establecida entre los diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales cuyo número tiende a reducir día a día el progreso de la ciencia.

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viernes, 18 de julio de 2025

WALLACE COLLECTION

Margaret, condesa de Blessington, Th. Lawrence
Escribió Conversations of Lord Byron.

Página oficial de la Colección Wallace. Todas las obras que aparecen aquí podéis verlas con mejor calidad en la página oficial del museo.




La guía de Londres de la National Geographic de 2015 dice: La casa fue construida para el duque de Manchester en 1777, pero fueron cuatro generaciones de entusiastas del arte de la familia Hertford quienes crearon la colección. El primer marqués compró los Canaletto y el segundo los Gainsborough. El tercero añadió la porcelana de Sèvres y los lienzos holandeses, y el cuarto compró obras de Fragonard, Watteau y Boucher, el mobiliario y también ordenó construir la escalera parisina. Su hijo ilegítimo y heredero, Richard Wallace, renovó la casa y añadió mayólica italiana, armaduras renacentistas, bronces y oro. Su viuda donó al Estado tanto el edificio como la colección. Hertford House es una delicia para los amantes del arte. La colección distribuida en las 28 salas que la componen, muchas de las cuales han sido renovadas con elaborados murales dorados y de seda, cuenta con pinturas, muebles y porcelana francesa del siglo XVIII (muchos de Madame de Pompadour y de la reina María Antonieta) y pinturas de Tiziano, Canaletto, Guardi, RembrandtGainsborough, Hals (El caballero sonriente, 1624) y Fragonard (El columpio, 1767). Además, alberga la extraordinaria colección de armaduras y maravillosos tesoros del Renacimiento, así como porcelana de Limoges y vidrio veneciano. En la planta superior, a la que se accede por una ostentosa escalera doble, se pueden admirar las pinturas de Boucher.

Es decir, la Colección Wallace es una estupenda colección de la que podemos disfrutar gratuitamente y que no conoce demasiada gente, porque los grandes museos londineses y otros atractivos de la ciudad tapan con su fama lo que esta casa esconde en su seno. Es cierto que al no ser un gran museo y no disponer de grandes espacios, los óleos se amontonan en un pequeño espacio, pero todo es sentarse en alguno de los asientos de las salas y abstraerse del entorno para disfrutar tranquilamente de la belleza convenientemente individualizada. Aquí tenéis algunas, juzgad si merece una visita (y sin agobio de gente): 

Perseo y Andrómeda, Tiziano.

Venecia: Vista del la Bahía de San Marcos desde el Canal de la Giudecca. Canaletto.

Venecia: Bahía de San Marcos desde San Jorge el Mayor. Canaletto.

La infanta Margarita, Velázquez.

El rapto de Europa, Tiziano.

Mujer pelando manzanas, Pieter de Hooch.

El ama de casa escuchando (la fisgona), Nicolas Maes.

El centurión Cornelio, atribuida a Rembrandt.

Escena de juego en una posada, Teniers.

Los encantos de la vida, Watteau.

El columpio, Fragonard. 
(Los puntos blancos son reflejos de la lámpara de la sala)

La niña de las fresas, J. Reynolds.

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