viernes, 2 de julio de 2021

NOCHE FIEL Y VIRTUOSA

Ejemplar del KM
Retomo la lectura de los libros de poesía de Louise Glück. En esta ocasión, a través de los ejemplares de la biblioteca del KM.


En la época a la que me refiero,
mi hermano estaba leyendo un libro titulado, según él,
la noche fiel y virtuosa.

De ahí procede el título del libro y el del poema en que esos versos se encuentran (p 31). Y Andrés Catalán, el traductor, anota: La confusión infantil entre noche (night) y caballero (knight) —el hermano está leyendo sobre el rey Arturo— se pierde en la traducción.

Este tipo de juegos semánticos y confusiones es muy característico de la escritura de Glück. En este caso toma el del niño que aún no ha aprendido a deletrear y, por tanto, confunde una palabra con otra. El contenido del libro que lee se funde, en la memoria, con lo que le rodea. Son recuerdos de la lejana infancia recogidos desde la vejez. Las indeterminaciones y paradojas forman el aglutinante de este hermosísimo libro y nos indican cuál es la lógica por la que discurre. Las visiones oníricas de la noche no se resuelven durante el día y permanecen como símbolos.

La autora ha recordado en varias ocasiones la influencia del psicoanálisis en su trabajo. También el mundo de las leyendas y de la mitología tienen un peso importante en la construcción de su imaginario. Todo esto, más las numerosas veces señaladas influencias literarias de Rilke y Emily Dickinson, entre otras, dan sentido y coherencia al desarrollo de Noche fiel y virtuosa.

Yo diría que el tema central del libro es la vejez, el tiempo vivido y su circularidad, la vejez como segunda infancia. El tiempo que pasa y se observa desde la altura de la edad, donde los recuerdos más antiguos y los más nuevos se confunden, no por la imposibilidad de distinguirlos, sino porque participan de la misma esencia. En primer plano podemos encontrar hechos del pasado lejano, mientras que en plano posterior se encuentra lo ocurrido en un pasado próximo, más difuminado. Las distinciones entre pasado y presente, entre lo real y lo inventado, se nivelan, al igual que la distinción entre la experiencia de leer —o escribir—  y la de encontrarse con uno mismo dentro del libro que se escribe.

La poeta, para contar su propia historia, ha utilizado la historia de dos hermanos ingleses que crecieron bajo el cuidado de una tía después de la repentina muerte de sus padres. El hermano menor, que se convirtió en pintor y ahora es un anciano, es el hablante que registra las impresiones diurnas de su infancia mientras espera impaciente a que la noche regrese, fiel, virtuosa, / a que repare, brevemente, el cisma / entre tú y tus padres. En su cumpleaños, recuerda:

Mi tía dobló el papel de envolver colores,
hizo una bola perfecta con los lazos.
Mi hermano me hizo entrega de una chocolatina
envuelta en papel de plata.

Luego, de repente, me quedé a solas.

Quizás la ocupación de un niño muy pequeño
sea la de observar y escuchar:

en esa sentido, todo el mundo estaba ocupado:
escuchaba los sonidos de los pájaros a los que dábamos de comer,
las tribus de insectos que eclosionaban, los pequeños
que se arrastraban por el alféizar, y arriba
la máquina de coser de mi tía haciendo
agujeros en una montaña de vestidos...

Glück es capaz de pasear por la zona del misterio y la indeterminación con una elegancia y una eficacia poco comunes. Y mientras se desenvuelve por ese difícil territorio nos va aportando conocimiento. Tal vez esa sea la mejor cualidad de la mejor poesía. Leerla es siempre un acto gozoso... e instructivo.

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