Ejemplar de la biblioteca del KM. |
Cuando Hades decidió que amaba a aquella chica
le construyó una réplica de la tierra;
todo era igual, incluso el prado,
pero con una cama.
Todo igual, hasta la luz del sol,
pues para una joven sería difícil
pasar tan deprisa de la luz a la total oscuridad.
Pensó en introducir la noche poco a poco,
primero como sombras de hojas que se agitan.
Después luna y estrellas. Y más tarde sin luna y sin estrellas.
Que Perséfone se vaya acostumbrando, pensó él,
al final lo encontrará reconfortante.
Un duplicado de la tierra
sólo que en él había amor.
¿No es amor lo que todos quieren?
Esperó largos años,
construyendo un mundo, observando
a Perséfone en el prado.
Perséfone, la que olfateaba, la que degustaba.
Si te apetece una cosa
te apetecen todas, pensó él.
¿No quiere todo el mundo sentir por la noche
el cuerpo amado, brújula, estrella polar,
oír la respiración tranquila que dice
estoy vivo y que significa también:
estás vivo porque me oyes,
estás aquí, a mi lado; y que cuando uno se gire,
se gire el otro?
Eso es lo que sintió el señor de las tinieblas
al mirar el mundo que había
construido para Perséfone. No se le ocurrió siquiera
que allí no se podría olfatear.
Ni comer, eso es seguro.
¿Culpa? ¿Terror? ¿Miedo de amar?
Él no podía imaginarse tales cosas,
ningún enamorado se las imagina.
Él sueña, se pregunta cómo llamar a ese sitio.
Piensa: El Nuevo Infierno. Después: El Jardín.
Al final decide que se llame
La infancia de Perséfone.
Una tenue luz despunta sobre la bien trazada pradera,
detrás de la cama. Él la coge en brazos. Quiere
decirle: Te quiero, nada puede dañarte
pero cree
que es mentira, y al final le dice
estás muerta, nada puede dañarte,
lo cual se le antoja
un inicio más prometedor, más verdadero.
Eso es, Glück utiliza el terrible mito de Perséfone para indagar sobre el amor, las relaciones interpersonales, las materno-filiales e incluso sobre la verdad y la apariencia de verdad. Otro capítulo más de la creación como elemento de reflexión para intentar encontrar respuestas como si fuera el deber / del artista crear / esperanza, pero ¿a partir de qué? ¿de qué? Pero, claro, a veces las palabras fallan y, siendo como es el único instrumento de la poesía, tendremos que recurrir a la Belleza: / la sanadora, la maestra... La belleza no del arte, que es humano, como el amor, y también falla, sino la de la naturaleza.
Glück aprovecha el mito, colectivo y personal, para nutrir su imaginación y reflexionar sobre lo que somos y lo que hacemos, para enfrentarse con algunos de nuestros miedos más antiguos: la soledad, el olvido, la pérdida del amor, el fracaso de la memoria, la ruptura del cuerpo y la destrucción del espíritu. No es una poeta, voy a decirlo claramente, de las que tengan reparos a adentrarse en los recovecos del sufrimiento, ni tampoco de las que se conformen con respuestas simplistas y tranquilizadoras.
***
En cuanto a la traducción, espero que pronto podamos disfrutar de otra. La de este ejemplar tiene despistes tan engorrosos como este:
This is the moment when you see again
the red berries of the mountain ash
Este es el momento en que de nuevo ves
las bayas rojas de la ceniza del monte
Ciertamente "ash" es ceniza, pero también es fresno, y no es una palabra rara ni un significado extraño. Y para colmo de la mala suerte, son los dos primeros versos del libro.
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