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¡Qué casualidad! Después de publicar la entrada de ayer sobre Gliese 436 b, el exoplaneta del hielo ardiente, me encontré con esta sorpresa a la que la imagen no hace justicia, porque el árbol es mucho más fascinante que lo que aquí aparece y el rojo es infinitamente más vivo, tal y como podéis ver en las fotografías de detalle. Pero voy con el relato del hallazgo.
Iba en bicicleta hacia San Marcos y de reojo vi a mi derecha un árbol teñido de rojo, como si ya estuviéramos en otoño, en un otoño canadiense o japonés. Mentalmente me dije a mí mismo que tenía que volver por el mismo sitio (no suelo hacerlo) para comprobar tan extraño fenómeno. A la vuelta paré e hice algunas fotos:
Todo un festín para la vista. El suelo en torno al tronco estaba repleto de diminutas flores acampanadas. Las que permanecían en el árbol, aún conservaban las gotitas de la lluvia nocturna. Fascinado con el hallazgo —el regalo del día—, solo quería llegar a casa para averiguar de qué árbol se trataba. Y aquí llega la conexión con el exoplaneta de ayer: árbol fuego o árbol llama —el nombre científico es brachychiton acerifolius—. El nombre popular es mucho más expresivo y apropiado.
Se trata de una especie originaria de Australia, y parece que se amolda bien a los climas templados. La Wikipedia en inglés dice que es muy popular como árbol ornametal, porque su floración es un evento espectacular. Corroboro.
Pero no se quedan ahí las anécdotas. Si habéis leído la entrada de la Wikipedia en castellano que he dejado enlazada con el nombre científico, hay otra divertida sorpresa más que tiene que ver con el idioma del lugar en el que vivo. En realidad, el nombre común que le dan en Australia es Illawarra flame tree. La primera palabra deriva de la palabra aborigen Tharawal "allowrie", y da nombre a una región de Nueva Gales del Sur. Supongo que es aquella zona donde predomina este árbol.
Lo curioso es que quien ha redactado la entrada en castellano ha recurrido a un viejo truco practicado por lexicógrafos, y hace derivar la palabra illawara del euskara [hil, morir- (su)garra, llama] lo que va muy bien con el aspecto del árbol y su florecimiento, pero nada tiene que ver con él.
Este tipo de gazapos, de errores voluntarios, eran utilizados para pillar a posibles copiones, porque así se podía demostrar rápidamente el copieteo, ya que en el error copiado permanecía la prueba del delito. En El diccionario del mentiroso aparece precisamente un personaje que se dedica a meter mountweazels en la enciclopedia que está redactando.
Y por terminar de rizar el rizo de las conexiones, este árbol de connotaciones tan poéticas y sugerentes se encuentra en el paseo que lleva el nombre de uno de los más insignes poetas del siglo XX en castellano: Federico García Lorca. No me digáis que no es encantador.
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