sábado, 7 de noviembre de 2015

POESÍA CHINA

Enlace editorial
Cátedra publicó hace un par de años esta colección de poesía china que venía a mejorar sensiblemente la anterior edición, pues la primera solamente se ocupaba de la poesía clásica china, mentras que en esta otra se recorre toda la larga y productiva vida de la poesía de aquel país.

Como la anterior, también ésta corre a cargo de Guojian Chen, quien se encarga de hacer una introducción realmente aclaratoria y pertinente para quienes no conocemos nada de aquella poesía. Además de aclararnos épocas, estilos y avatares diversos de la misma, se ocupa también de las características técnicas —ritmo, rima, vocales y sonidos—.

Una libro indispensable para dar los primeros pasos en el inmenso océano de la poesía china.

Os dejo un par de poemas, uno clásico y de tema sobradamente conocido gracias al cine de animación, y otro poema de Xu Zhimo (1891-1931):

BALADA DE MULAN
(Anónimo siglo VI)

Ruidos de la lanzadera que corre.
Está tejiendo Mulan
junto a la puerta.
De pronto cesa el telar,
y se oye un suspiro.
¿Qué estás pensando, hija?
¿Qué es lo que te preocupa?
Nada, padre, casi nada…
Es que ayer vi un edicto del Gran Khan
sobre el inicio del reclutamiento.
La lista viene en doce libros,
y en todos encuentro su nombre.
Usted no tiene hijo varón,
ni yo ningún hermano mayor.
Así que quería montar a caballo
y reemplazarle para ir a la guerra.

Compra Mulan un caballo fuerte
en el mercado del este,
una montura en el del oeste,
un freno en el del sur,
y un látigo en el del norte.
A la mañana siguiente,
se despide del padre y la madre.
Por la noche, se detiene
a la orilla del río Amarillo.
Ya no oye la afectuosa voz de sus padres,
sino furiosos rugidos de las olas.
De madrugada, otra vez parte
para pernoctar en el Monte Negro.
Tampoco oye a sus cariñosos padres,
sino sólo los agudos relinchos
de los caballos del Monte Tártaro.
Presurosa marcha al campo de batalla,
y deja atrás varias fortalezas.
El gélido aire trae el duro son
de los gongs de los veladores.
Las corazas, bajo un sol lánguido,
despiden un frígido brillo.

Tras cien combates muere el general,
y al cabo de diez años regresa la guerrera.
La recibe el monarca
en la sala de Audiencia.
La asciende al grado más alto
y le concede miles de onzas de oro.
Le pregunta qué piensa hacer.
Mulan le dice que no quiere ser
ni mandarín ni funcionario.
Sólo pide un camello
para volver a casa.

Recibida la noticia,
sus padres, ya muy ancianos,
apoyados uno en el otro,
van a la entrada del pueblo a su encuentro.
Recibida la noticia,
su hermana se adorna ante la ventana.
Recibida la noticia,
su hermanito afila la cuchilla
para matar cordero y cerdo.
Mulan abre la puerta del pabellón este.
Sentada en el lecho del pabellón oeste,
se quita su ropa de combate
y se pone la de doncella.
Junto a la ventana, ante el tocador,
se peina y se maquilla.
Sale a ver a sus compañeros,
que se quedan con la boca abierta.
«Luchando doce años codo a codo,
nunca supimos que era muchacha.»

Al descansar las liebres en un sitio,
al macho le gusta mover las patas,
y a la hembra cerrar a medias los ojos.
Pero al correr juntos por el campo
¿quién podrá distinguiría entre el uno y la otra?


***


ABANDONANDO DE NUEVO EL PUENTE DE CAMBRIDGE

Ligero, voy a marcharme, 
como ligero he venido.
Agito la mano levemente
para despedirme de las nubes del oeste.

Doradas ramas de sauces ribereños
son novias del sol crepuscular.
Sus bellas imágenes en el centelleante agua
flotan en lo hondo de mi corazón.

Algas verdes crecidas en tierra blanda,
resbaladizas, se mueven en el fondo del río.
Me gustaría ser una hierbecilla
en la ternura de estas ondas.

No es manantial, es un arco iris del cielo
lo que está a la sombra de los olmos.
Triturado entre las lentejas d eagua,
se sedimenta un sueño de arco iris.

A buscar sueño. Pujando con una pértiga,
conduzco a lo más verde de las plantas mi barca,
cargada de brillantes estrellas.
Voy a cantar a voz en cuello en su resplandor.

Pero no puedo cantar:
El silencio es la mejor flauta de la despedida.
Los insectos de verano también callan conmigo.
Silencio, esta noche, en el puente de Cambridge.

Ligero, voy a marcharme, 
como ligero he venido.
Agito la mano levemente
para despedirme de las nubes del oeste.

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