jueves, 22 de agosto de 2024

REGALOS DEL DÍA (Diario de un epicúreo agradecido), 15

Es sorprendente la gigantesca diversidad de la belleza que nos sale al paso un día cualquiera en cualquier lugar. No es necesario que salga un día con una luz espléndida ni que estemos en un paraje extraordinario ni que el momento sea el más adecuado para apreciarla, aunque esas circunstancias, claro, pueden ayudar a que seamos más receptivos o conscientes. 

Las flores, por supuesto, ayudan, pues ellas mismas son objetos bellos en sí mismas y disponen de numerosas cualidades para atraernos: forma, color, aroma. Raro es encontrar una persona a la que no le guste ninguna flor. Pero el regalo del día no viene dado por ninguna de las cualidades intrínsecas de, en este caso, esas blanquísimas correhuelas, sino por la manchita que descubrí en la primera de ellas cuando la vi en la pantalla del ordenador.

La correhuela, según dicen, es una mala hierba que aparece de manera silvestre en los sitios más insospechados. En este caso debajo de la monumental estructura de cemento de la autopista. En un no-lugar donde crecen otras plantas silvestres que se van cediendo el protagonismo a medida que pasa el tiempo y vamos cambiando de estación.

Me gusta que en sitios como esos, abandonados a su propia suerte y aparentemente muy inhóspitos, esté presente la vida y, además, se prodigue en formas muy diversas. Entendámonos, no es la selva tropical ni existe una biodiversidad que pueda constituirse en reserva biológica del planeta. 

Por supuesto que no, pero me resulta conmovedor y fascinante que entre montañas de hormigón y asfalto se levanten unas hermosas flores blancas con todas sus funciones biológicas a pleno rendimiento y que, además, sirvan de casa, de territorio a explorar, o de lo que sea, a esa diminuta araña roja, que es la que pude ver cuando pasé la imagen a la pantalla grande del ordenador.

 Y es que la vida, y ese es el regalo, se abre paso por encima y a pesar de todas las condiciones adversas. Aceptarlo, apreciarlo y disfrutarlo es ya cosa nuestra.

Más regalos sin palabras:







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