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| Todos los recursos literarios del mundo / al ver tu cuerpo / en voz baja se avergüenzan / suavemente, deshaciéndose de uno en uno... |
Seguramente, el impulso a la expresión pública sea universal y haya existido en cualquier cultura y en cualquier época. Todas las manifestaciones artísticas del género que sean no son otra cosa que la plasmación de esa necesidad. Lo que ocurre es que la inmensa mayoría de las veces ese impulso se manifiesta de una manera muy simple, bastante torpe e incluso soez. Por lo general, no va más allá de marcar territorio, de indicar que por allí pasó alguien que firma con un nombre que nada tiene que ver con el suyo.
En otra categoría —si se me permite hacer tal distinción— se encuentra la de la persona joven, posiblemente enamorada, que va dejando versos por los rincones más insospechados de la ciudad en la que vive. Esa también es una muestra muy extendida. En ella se aúnan la necesidad de expresión y la de hacer saber a la persona amada que estamos dispuestos a manifestar nuestros sentimientos en cualquier sitio y ante cualquiera. Suele tener mucho que ver con la autoafirmación.
Desde hace un par de semanas, más o menos, llevo viendo los versos que abren esta entrada cada vez que subo las escaleras que dan acceso a la pasarela que cruza las vías de la estación. Ayer me decidí a recogerlos. No es que sea partidario de que nos dediquemos a escribir nuestros pensamientos en paredes ajenas, pero me llamaron la atención por su nivel de elaboración. Están muy por encima de esas expresiones simples, directas, a veces brutales, que suelen leerse por ahí. No cabe duda de que tienen una intención literaria, además de emplear los recursos a los que alude. Ahí quedan.
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