jueves, 22 de septiembre de 2022

INCENDIO MINERAL, María Ángeles Pérez López

Editorial
I

MI CUERPO CHOCA CONTRA LOS PRONOMBRES

Mi cuerpo choca contra los pronombres. No sé a cuál de sus exigencias obedezco.
    No es cierto que sean cáscaras vacías: son vísceras y plasma en la transfusión que cede cada uno de nosotros. 
    Cuando va a amanecer y salimos desnudos a la habitación más fría del idioma, entregamos materia y ADN.
    La luz parece tan solo una escaramuza y los hospitales todavía no apaciguan el pavor, pero nosotros ya avanzamos por corredores simétricos y grises con un hilo de sangre de la mano, como si Ariadna hubiese decidido no llamarse Ariadna sino Penélope y tejer toda la noche su condena. Como si ellas dos se hubieran abrazado en la temperatura del temor y hubieran recordado que la sangre es un hilo que cose cada parte de su cuerpo: un riñón sobre el otro en la diálisis; las dos clavículas como dos mariposas atrapadas que el esternón clavó contra su tórax; un ovario que llama al otro en las veintiocho ocasiones en que la luna gira alrededor; o el agua en los pulmones del ahogado. Como si las dos fueran una: solo un hilo. 
    De la sangre que gotea por él, muy deprisa, caen los pronombres y manchan el suelo. Se enfadan quienes limpiaban las salas del hospital. Podríamos haber soltado piedritas para tropezar en el agotado itinerario de la vuelta. De todas formas se habrían enfadado, o ¿es que acaso se incluyen en la palabra nosotros? Lo desconozco.
    ¿Y ahora? ¿Quién crees que eres yo?
    Solo soy una herida en el lenguaje.


Este es el primero de los 15 poemas en prosa que conforman esta bellísima reflexión sobre el lenguaje, sobre lo que somos, sobre nuestra relación con las palabras y sobre el permanente juego de ser en las palabras y en los otros. 

Hay un eco lejano de aquel vivir en los pronombres de Salinas. Es cierto, somos seres transitivos, esto es, cuanto hacemos y decimos tiene repercusión en los otros. Además, bien lo sabemos, somos palabra; en ella nos reconocemos y con ella fundamos cuanto somos, conocemos y queremos. Ya nos lo dijo el alemán: El lenguaje es la casa del Ser. En su hogar habita el hombre. Los que piensan y los que crean con las palabras son los guardianes de este hogar.

María Ángeles Pérez López es una de esas excelentes guardianas. En este hermoso poemario nos da buenas muestras de permanente indagación, y lo hace acompañada de otros poetas que también han transitado esa misma inquietud en sutil y delicado diálogo. 

También aquí está presente ese hilo larguísimo y ubérrimo que mencionaba ayer y que conviene cuidar. Una forma de hacerlo es leer este hermoso Incendio mineral.



XV

¿Y SI ERES NADIE?

¿Y si eres nadie?
    Miras dentro de ti y solo hay un inmenso páramo en el que nada se oye. Ni
siquiera la respiración agitada en el incendio de aquello que fuiste. ¿Adónde irás
cargando tu vacío?
    Nada pesa lo que no tienes, pero no hay ligereza posible para ti porque el vacío
te arrastra hacia sus pies. Ha arrasado con toda la flora, los días sin viento, las
reservas de agua y de pardales. Quedan muchos más pájaros atrapados contra las vallas: vencejos, cormoranes, petirrojos. Un viejísimo albatros sacude su cabeza como si se hubiera atragantado con un mal verso. Entre ellos se disputan las raspas del sol y todos los poemas sobre ruiseñores o palomas que han sido capaces de digerir. Disputan también con quienes han quedado crucificados contra esas vallas, atrapados en la larga migración del hambre, de la guerra.
    Y mientras, tú sobre tu páramo vacío.
    Te asomas con miedo al brocal de la boca y solo se ve un espejo negro que
parece saludarte desde el fondo. También alguna mano de gente difusa tras tantas pantallas entreabiertas. Nada se oye sino la frugalidad de la desgana.
    A lo lejos, tal vez el agua pida que abras la puerta de tu cuerpo. 
    ¿O vas a conformarte con ser páramo? ¿Eriazo que no habilitan las hormigas? ¿Pedregal que golpea con su sed?
    ¿Y si nadie somos todos? Pájaro perro, pájaro persona, población y polluelo
enardecido. ¿Qué harás en el tránsito de las taxonomías?
    En ti están los cien mil caracteres hereditarios que te atan dulcemente a los demás, los tres mil millones de letras del genoma humano que has aprendido sin esfuerzo y silbas con felicidad al levantarte, veinticuatro de los noventa elementos químicos, todas las maletas que quedan extraviadas frente a las aduanas y las noches de Ítaca y Caronte.
    En ti, partículas lejanísimas de estrellas y otros parientes, piedras, peces,
patronímicos, banderas deslucidas y otros trapos del dolor. Incluso meteoros en el
festejo de la luz.
    Todos ellos te bendicen y completan.
    Bendicen cada una de las capas freáticas que alimentas con tu desesperación y tu amor radical a esta extrañeza que llamaron vivir, estar viviendo.
    Porque tú no eres suficiente para ti.
    Desconoces quién eres y no importa.
    De pronto apremian la vida y los tendones. De pronto estallan granos rojísimos de luz sobre la superficie torpe de tu lengua. Algunos estorninos los disputan y te besan con su canción de alambre.
    ¿Cómo dejar entonces que el día colisione? ¿Que haya personas aparcadas como muebles mientras viajan las mesas en primera?
    Alguna vez recibiste en herencia un baúl y una silla de esparto pero hoy todo ha sido arrasado por el fuego, hasta el flequillo que desordenó los días y la expiación y nota a lápiz del convenio laboral, mientras hay personas aparcadas como muebles y están dentro de ti, son tu apellido. Con el agua que mana de sus letras humedeces tu frente y te levantas.



***

Путин, немедленно останови войну!

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