Ejemplar del KM |
En esos sutiles o groseros agregados a la vida, en los que el novelista materializa sus secretas obsesiones, reside la originalidad de una ficción. Ella es más profunda cuanto más ampliamente exprese una necesidad general y cuantos más numerosos sean, a lo largo del espacio y del tiempo, los lectores que identifiquen, en esos contrabando filtrados a la vida, los demonios que los desasosiegan (p 17).
La recomposición del pasado que opera la literatura es casi siempre falaz. La verdad literaria es una y otra la verdad histórica. Pero, aunque esté repleta de mentiras —o, más bien, por ello mismo— la literatura cuenta la historia que la historia que escriben los historiadores no sabe ni puede contar. Porque los fraudes, embaucos y exageraciones de la literatura narrativa sirven para expresar verdades profundas e inquietantes que solo de esta manera sesgada ven la luz (p 24).
Una ficción lograda encarna la subjetividad de una época y por eso las novelas, aunque, cotejadas con la historia, mientan, nos comunican unas verdades huidizas y evanescentes que escapan siempre a los descriptores científicos de la realidad. Solo la literatura dispone de técnicas y poderes para destilar ese delicado elixir de la vida: la verdad escondida en el corazón de las mentiras humanas (p 25).
Termino con las citas:
La imaginación ha concebido un astuto y sutil paliativo para ese divorcio inevitable entre nuestra realidad limitada y nuestros apetitos desmedidos: la ficción. Gracias a ella somos más y somos otros sin dejar de ser los mismos. En ella nos disolvemos y multiplicamos, viviendo muchas vidas de la que tenemos y de las que podríamos vivir si permaneciéramos confinados en lo verídico, sin salir de la cárcel de la historia (p 29).
Después vienen 35 brillantísimos comentarios sobre algunas de las mejores novelas del siglo XX, ordenados temporalmente. Comienza con El corazón de la tinieblas y La muerte en Venecia, y termina con Opiniones de un payaso, Herzog y Sostiene Pereira. Ya he dicho muchas veces que me gustan mucho los libros que hablan de libros. Es una debilidad. Y este es divulgación literaria de la mejor calidad, porque produce lo que debe originar una buena divulgación: ganas de conocer lo que se está divulgando. Os lo dice alguien que ha leído todos los títulos que Vargas Llosa comenta. Algunos, pocos, no me gustaron demasiado en su momento; sin embargo, mientras leía el comentario, me entraban unas tremendas ganas de volver a leerlos.
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