Los perezosos rayos del sol del último día del otoño acarician la superficie de la tierra. |
Hoy, un minuto antes de las cinco de la tarde, comienza el invierno, se pone en marcha un nuevo ciclo vital en la naturaleza, empiezan a alargarse casi imperceptiblemente los momentos de luz y la sociedad se dispone a celebrar un nuevo período de festejos.
Paso por ese jardín casi mío que tengo al lado de casa y el euonymus me regala ya sus frutillos. Bueno, a mí no, puesto que son bayas —gracias, Nerea— tan atractivas como venenosas para el ser humano, el regalo es para los pajarillos de la zona.
De este arbusto me gustan muchos sus nombres. El científico, euonymus, es estupendo: eu = bueno, y onoma = nombre; de ahí uno de los nombres populares con que se le conococe, evónimo. Pero quizá el que más me gusta sea el muy extendido bonetero, es decir, el portador de bonetes, por los frutillos, que recuerdan a los gorros de cuatro picos que usaban antiguamente los eclesiásticos. En euskera se le llama zapatari-egur (madera de zapatero), supongo que será porque su madera dura se utilizaba para hacer agujas de calceta y husos. Puedo pensar que por aquí alguna de las herramientas que utilizaban los zapateros se harían con su madera, pero no lo sé.
Prímulas de Crisitina Enea. 17 de diciembre. |
Y para sorpresa, la de este grupito de prímulas que ya señalan la primavera desde la semana pasada. Eso sí que es querer ser las primeras, que no habiendo terminado aún el otoño ya comienzan a engalanar las laderas del parque con sus vestidos blancos y amarillos.
Lo dicho
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