miércoles, 2 de junio de 2021

QUEVEDO Y EL PLACER DE LA LECTURA

Editorial
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadoras,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

Me gusta mucho este soneto de Quevedo que en alguna ocasión he utilizado en eventos relacionados con la promoción de la lectura y que hoy quiero dedicar desde aquí a las amigas y a los amigos de las tertulias irunesas, gente amable que disfruta con la lectura.

El soneto está escrito, según indicó su amigo y editor, González de Salas, en la Torre de Juan Abad, donde tenía casa el poeta —visitable en la actualidad— y a la que se retiraba cuando quería huir del bullicio y la presión de la corte. En alguna ediciones lleva, a manera de título, este encabezamiento redactado por el editor: Algunos años antes de su prisión última, me envió este excelente soneto, desde la Torre. (El encarcelamiento a que se refiere es el del 7 de diciembre de 1639, cuando fue llevado a la prisión de San Marcos, León).

Quiero resaltar el magnífico e intensísimo cuarto verso del primer cuarteto, con el que podemos imaginar al autor devorando la lectura. Y quizás convenga también señalar que lo del cálculo del penúltimo no se refiere a la aritmética, como es fácil suponer, sino que es una alusión a aquello que nos recordaban Persio y Marcial sobre lo conveniente de señalar los días afortunados con las mejores piedrecillas, para mantener en el recuerdo los días buenos. Consejo, por cierto, válido en toda época y momento.

Ya sabéis, la buena lectura es uno de los mejores entrenamientos para mantener viva la inteligencia y la capacidad de disfrutar. De hecho, en el Antiguo Egipto consideraban las bibliotecas como lugares donde el alma sanaba, o eso nos decía Diodoro Sículo en su Biblioteca históricaA continuación se encuentra la biblioteca sagrada, que lleva la inscripción «lugar de curación del alma», y al lado de este edificio pueden apreciarse estatuas de todos los dioses de Egipto. Yo lo recuerdo por si alguna biblioteca quiere ponerlo en el dintel de entrada.

Feliz lectura.

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