lunes, 14 de junio de 2021

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Guslar era el término por el que se conocía a los bardos de la antigua Yugoslavia. Estos trovadores, continuando con la tradición oral común a muchos pueblos, utilizaban canciones para narrar maravillosas historias que fascinaban a sus oyentes. 
Goran Petrović utiliza la palabra escrita, pero hay en su escritura una cadencia, un ritmo, una musicalidad, que hace que te vayas sumergiendo poco a poco en la narración que te va envolviendo suavemente hasta que te atrapa. Con un tono tragicómico que recuerda a escritores como Ota Pavel o Bohumil HrabalPetrović es autor de una obra tan personal como inconfundible. Sus libros se estructuran como matrioskas, en las que una historia lleva a otra y esta a su vez nos remite a una tercera... mientras nos vamos enredando en la hermosa madeja que teje el autor.

En este libro en concreto nos encontraremos con una estrafalaria galería de personajes: astutos comerciantes que compran partidas de botas militares desparejadas, acomodadores cuyas únicas posesiones son un loro llamado Democracia y una escalera, borrachines que llevan consigo un mapa para marcar todos los escondrijos donde guardan un alijo de alcohol y junto a ellos, antiguos partisanos, fieles seguidores de Tito, chivatos, abogados, matones y putas. Todos danzando como polillas alrededor del vetusto cine Uranija. Tanto la obra que nos incumbe como La mano de la buena fortuna o El cerco de la iglesia de la Santa Salvación nos enseñan a un autor capaz de hacernos redescubrir el viejo placer de maravillarnos con una buena historia.

Aritz Juaristi


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