domingo, 6 de junio de 2021

EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS

 Los hermanos González-Cremona recogían esta cita de Borges en su Diccionario general de frases y dichos célebres: La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.

La afirmación del escritor argentino da para un largo y profundo comentario sobre estética, y tiene bastante más interés que algunos títulos sobre el tema que conozco, pero no voy a entrar en eso. A mí me sirve en esta ocasión para volver a poner de manifiesto mi admiración por el autor y recordar la existencia de un libro singular y fascinante que redactó con la colaboración de Margarita Guerrero: El libro de los seres imaginarios.

Este ejemplar, que ya lleva más de cuatro décadas conmigo, me ha sido útil en numerosas ocasiones, tanto para salir al paso de situaciones comprometidas con gente menuda, y disfrutar de una sesión de cuentos fantásticos a varias voces, como para estimular la creación en sesiones de escritura con gente menos menuda. Pero, sobre todo, me ha servido a mí para mantener viva la presencia del hecho estético, que solo se llega a intuir, porque se mantiene envuelto por la tramoya mitológico-fantástica.

Como Borges y Guerrero dicen en el prólogo ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo, pero algo hay en su imagen que concuerda con la imaginación de los hombres, y así, digo yo, convergen en ocasiones (o se intuyen o se aproximan) nuestros asuntos con el paisaje imaginario de nuestra mejor literatura. O acaso sea porque la realidad, carente de sentido, encuentra una forma de manifestarse más inteligible en las palabras del texto creativo. 

Y ya que han salido los dragones a relucir, os dejo el texto, producto de rigurosa investigación, que nos aclara sus virtudes, que son muchas y sus variadas características:


EL DRAGÓN 

El Dragón posee la capacidad de asumir muchas formas, pero éstas son inescrutables. En general lo imaginan con cabeza de caballo, cola de serpiente, grandes alas laterales y cuatro garras cada una provista de cuatro uñas. Se habla asimismo de sus nueve semblanzas; sus cuernos se asemejan a los de un ciervo, su cabeza a la del camello, sus ojos a los de un demonio, su cuello al de la serpiente, su vientre al de un molusco, sus escamas a las de un pez, sus garras a las del águila, las plantas de sus pies a las del tigre y sus orejas a las del buey. Hay ejemplares a quienes les faltan orejas y que oyen por los cuernos. Es habitual representarlo con una perla, que pende de su cuello y es emblema del sol. En esa perla está su poder. Es inofensivo si se la quitan. 

La historia le atribuye la paternidad de los primeros emperadores. Sus huesos, dientes y saliva gozan de virtudes medicinales. Puede, según su voluntad, ser visible a los hombres o invisible. En la primavera sube a los cielos; en el otoño se sumerge en la profundidad de las aguas. Algunos carecen de alas y vuelan con ímpetu propio. La ciencia distingue diversos géneros. El Dragón Celestial lleva en el lomo los palacios de las divinidades e impide que éstos caigan sobre la tierra; el Dragón Divino produce los vientos y las lluvias, para bien de la humanidad; el Dragón Terrestre determina el curso de los arroyos y de los ríos; el Dragón Subterráneo cuida los tesoros vedados a los hombres. Los budistas afirman que los Dragones no abundan menos que los peces de sus muchos mares concéntricos; en alguna parte del universo existe una cifra sagrada para expresar su número exacto. El pueblo chino cree en los Dragones más que en otras deidades, porque los ve con tanta frecuencia en las cambiantes nubes. Paralelamente, Shakespeare había observado que hay nubes con forma de Dragón (sometimes we see a cloud that’s dragonish).

El dragón rige las montañas, se vincula a la geomancia, mora cerca de los sepulcros, está asociado al culto de Confucio, es el Neptuno de los mares y aparece en tierra firme. Los reyes de los Dragones del Mar habitan resplandecientes palacios bajo las aguas y se alimentan de ópalos y de perlas. Hay cinco de esos reyes: el principal está en el centro, los otros cuatro corresponden a los puntos cardinales. Tienen una legua de largo; al cambiar de postura hacen chocar a las montañas. Están revestidos de una armadura de escamas amarillas. Bajo el hocico tienen una barba; las piernas y la cola son velludas. La frente se proyecta sobre los ojos llameantes, las orejas son pequeñas y gruesas, la boca siempre abierta, la lengua larga y los dientes afilados. El aliento hierve a los peces, las exhalaciones del cuerpo los asa. Cuando suben a la superficie de los océanos producen remolinos y tifones; cuando vuelan por los aires causan tormentas que destechan las casas de las ciudades y que inundan los campos. Son inmortales y pueden comunicarse entre sí a pesar de las distancias que los separan y sin necesidad de palabras. En el tercer mes hacen su informe anual a los cielos superiores.

Que la duda y el goce estético os acompañen cuanto podáis desear.

2 comentarios:

  1. si un gran libro, recuerdo haberlo leido en su tiempo cuando salió en Bruguera, era una imitación a los libros bestiarios de la edad media.
    saludos

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