Playa de la Concha, 22-02-2012, 18:45 |
Esta tarde estaba dudando entre realizar una invitación a la lectura de Auto de fe o comenzar una selección de poesía japonesa, cuando el ambiente lluvioso y las ganas de mover las piernas me han echado a la calle. Ya veis que no me importa nada pasear con el paraguas abierto, siempre que el viento no azote. Hasta me puede parecer elegante y un estimulante ejercicio de distensión caminar despacio bajo la lluvia fina cantábrica.
La playa —ahí tenéis la imagen— se ha ofrecido, generosa y gentil, para el paseo. Entre los restos de humedad de la arena han ido asomando los reflejos de las incipientes luces urbanas, que se dejaban querer por los tímidos rosas de la puesta del sol y la silueta sombreada del pequeño y simpático Igeldo. La estampa bien merecía el paseo. Tiene algo de espíritu zen la Concha en un atardecer de llovizna y abandono.
A medida que avanzaban los minutos, el cielo ha ido adquiriendo tonos cada vez más oscuros. Al subir por la rampa que da al Alderdi Eder, he visto la fachada del ayuntamiento iluminada. Entre curioso y diletante, he ido poco a poco hacia él, con la vaga esperanza de averiguar el motivo. El rojo, mi color favorito, me ha ganado. He olvidado totalmente lo que quería averiguar y me he dedicado a recoger lo más fielmente posible el color del cielo, ya casi nocturno, y el rojo artificial de la piedra.
¡Que bien le sienta a este antiguo casino haberse convertido en el edificio público por antonomasia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.