miércoles, 24 de febrero de 2021

AUTO DE FE, ELIAS CANETTI

Ejemplares y librerías
La primera vez que leí Auto de fe fue durante el otoño del año 1982. Supongo que lo compraría como consecuencia de la propaganda generada por la concesión del Nobel el año anterior. Mi ejemplar está muy deteriorado porque hice la lectura en los trenes de cercanía, mientras iba y volvía del trabajo. Al volverlo a coger, ha aparecido entre sus páginas un antiguo billete de tren, de aquellos que utilizábamos para marcar el lugar donde se había quedado la lectura. Pero vamos con la obra.

El título original es Die Blendung, que significa "el deslumbramiento" o "la obcecación". Hace referencia a un cuadro de Rembrandt que impresionó al joven Canetti cuando lo vio en Frankfurt por primera vez, Sansón cegado por los filisteos. Ahí tenemos una alusión a su protagonista. Peter Kien también está ciego. Ciego para todo lo que no sean sus libros. A las ocho en punto comenzaba su trabajo, su labor al servicio de la verdad. Ciencia y verdad eran para él conceptos idénticos. Uno se aproxima a la verdad cuando se aleja de los hombres. La vida cotidiana es un entramado superficial de mentiras. Cada transeúnte es un mentiroso. Por eso ni los miraba (p 15).

Sí, el más famoso de los personajes cervantinos asoma entre estas líneas. Kien es un experto mundial en sinología. Su biblioteca es su bien más preciado, su casa, su tesoro, su vida. El resto de los seres humanos le sobran, pero se casa. Nada menos que con su sirvienta, una mujer ignorante, opuesta a él, los libros solo le interesan como objetos vendibles de los que se puede obtener dinero. Y esta es una de las características del relato, el desfile de personajes singulares y abracadabrantes: un orientalista que no está en sus cabales, un portero matón, un enano jorobado y mafioso. En fin, personajes y situaciones muy singulares que dan al relato un fuerte tono humorístico y disparatado.

Disparatado y disperso. Desintegrado. Como el mundo. Primera parte: "Una cabeza sin mundo". Segunda parte: "Un mundo sin cabeza". Tercera parte: "Un mundo en la cabeza". Esas son las tres partes en que Canetti organiza la historia. Si cada elemento que la compone no ofrece ninguna dificultad de lectura, la complicación viene al intentar encajar cuanto se nos cuenta dentro de una estructura lógica. El conjunto es pura anarquía, disparate. Como los mismos años en los que el nazismo prende en las calles y en las mentes de la ciudadanía. Enajenación colectiva capaz de destruir una de las culturas más brillantes, como fue la que se produjo en Viena después de la Primera Guerra Mundial.

Pregunta: si la cultura no sirve para prevenir o frenar estos desastres ¿para qué sirve, entonces? Paralelamente —metafóricamente—: si nuestro sabio y culto personaje se niega a compartir lo que sabe, si se resiste a comunicarse con el resto de la sociedad, si rechaza poner en común su conocimiento con la humanidad, ¿no está contribuyendo al disparate general, a la acreción de la pesadilla? ¿No es tan responsable del disparate como cualquier otro miembro de la sociedad?

Pero la novela no es solo eso. No es solo una alegoría de la vida social y política de una época. No es solamente una crítica de la élite cultural que vive refugiada en su torre de marfil del conocimiento. Es más. Es una creación intelectual de primer orden. Es una obra maestra de la arquitectura literaria. Es un cosmos de personajes que desde su caos originario cobra sentido a medida que van sucediéndose las páginas de la novela. Es una de las grandes obras del siglo XX.

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Y si queréis tener una visión general del escritor búlgaro, esta conferencia de uno de sus más destacados traductores y estudiosos, Ignacio Echevarría, puede resultaros de gran utilidad:

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