Lo que más gusta de esta obra, y sin duda el aspecto más reseñable de esta comedia, es el enfrentamiento dialéctico entre Beatriz y Benedicto, dos personajes que sin ser propiamente los protagonistas acaparan toda la atención con sus diálogos tan brillantes como mordaces. Ellos son la representación de los escépticos del amor, pero que, sin embargo, acabarán cayendo en sus redes.
Otro aspecto que suele resultar muy atractivo de esta comedia romántica es la defensa del hedonismo. Todo invita a disfrutar de la vida: el tiempo, la naturaleza, la juventud de la mayor parte de los personajes, el marco en que se desarrolla, la fiesta de disfraces... Todo la ambientación está preparada para invitarnos a disfrutar del amor y sus placeres.
Eso sí, para llegar hasta el final hay que atravesar unas cuantas dificultades. Y yo diría que no son las menores algunos excesos argumentativos que no llegan a estar nunca explicados, lo que provoca un cierto quebranto de la verosimilitud, tan importante ella misma para que todo fluya con ligereza.
Pero no sufráis,
niñas.
No sufráis.
Que el hombre es un farsante.
Un pie en la tierra,
otro en el mar.
Jamás será constante.
¿Por qué sufrir?
¡Dejadles ir!
Y disfrutad
la vida.
Vuestros suspiros convertid
en cantos de alegría.
No cantéis,
niñas.
No cantéis lamentos
de infortunio.
El hombre falso siempre fue
desde que el mundo es mundo.
¿Por qué sufrir?
¡Dejadles ir!
Y disfrutad la vida.
Vuestros suspiros
deberéis convertir
en cantos de alegría.
***
Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.
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