Extraigo de él el segundo poema, el que da título al libro:
EL SEÑOR DE LAS MÁSCARAS
Seguro que anda entre nosotros sin ser reconocido:
algún barbero, empleado de tienda, repartidor,
farmacéutico, peluquero, culturista,
bailarín exótico, joyero, paseador de perros,
el mendigo ciego cantando, Oh, Señor, acuérdate de mí,
un decorador de escaparates enciende un falso fuego
en una chimenea falsa mientras la madre y el padre observan
desde el sofá con sus sonrisas congeladas
mientras la calle se queda vacía y llega la hora
de que el enterrador y el último camarero se vayan a casa.
Oh, viejo vagabundo, de pie en un portal
con tu cara medio cubierta,
yo no ignoraría el gato negro que cruza la calle,
ni a la bombilla moviéndose en un cable
en el túnel del metro cuando el tren se detiene.
Seguro que no es necesario aclarar quién es este señor de las máscaras. La letanía de ocupaciones ya nos recuerda que cualquiera que sea la nuestra, también será visitada por él/ella. No hay escapatoria.
Si las dos primeras estrofas resultan desasosegantes, qué podemos decir de la última, con esas imágenes traídas desde cualquier inquietante escena de cine negro y que pueden recordar la frase de Dickinson, morir es una noche salvaje, y un nuevo camino.
Simic se mueve con maestría entre lo más inescrutable de la vida cotidiana y nos deja esa sensación de no saber claramente dónde la inocencia y dónde lo siniestro.
Otro ejemplo más ¿próximo?:
EL GORRIÓN
Respecto a las guerras actuales,
escuché decir en la televisión
que durarán para siempre
ya que nuestros enemigos son muchos.
Habrá multitud de negocios
para aquellos que fabrican bombas,
uniformes y camas de hospital,
y, por supuesto, ataúdes.
Gorrión que revoloteas en el patio,
si nuestro presidente está en lo cierto,
puede que tú y yo llevemos muletas
la próxima vez que nos visites.
Otro ejemplo más ¿próximo?:
EL GORRIÓN
Respecto a las guerras actuales,
escuché decir en la televisión
que durarán para siempre
ya que nuestros enemigos son muchos.
Habrá multitud de negocios
para aquellos que fabrican bombas,
uniformes y camas de hospital,
y, por supuesto, ataúdes.
Gorrión que revoloteas en el patio,
si nuestro presidente está en lo cierto,
puede que tú y yo llevemos muletas
la próxima vez que nos visites.
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