Quien haya pasado por los titulares de la filosofía sabrá que Th. Hobbes realizó una defensa del Estado con poder absoluto como garante de la convivencia para controlar esa indefectible tendencia del ser humano a comportarse de forma inequívocamente egoísta con nuestros congéneres. El título del libro procede de la comparación con el leviatán bíblico en tanto que símbolo de un enorme poder, de ese Dios Mortal, a quien debemos, bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y protección. Quien además de los titulares haya leído las noticias sabrá que Hobbes no solamente se ocupa de desarrollar su teoría del Estado, sino que antes de entrar en ella realiza una exposición sobre el ser humano en la que podemos encontrar temas tan variados como la imaginación, las sensaciones, el conocimiento, las pasiones o el lenguaje; es decir, aquellos que consideró necesarios para dar una idea lo más clara posible, según la época y su propio criterio, acerca de lo que suponía ser una persona.
En el capítulo IV, dedicado al lenguaje, podemos leer un párrafo sobre los abusos del mismo. Es este: A estos usos se oponen cuatro
vicios correlativos: Primero, cuando los hombres registran sus
pensamientos equivocadamente, por la inconstancia de significación
de sus palabras; con ellas registran concepciones que nunca han
concebido, y se engañan a sí mismos. En segundo lugar, cuando usan
las palabras metafóricamente, es decir, en otro sentido distinto de
aquel para el que fueron establecidas, con lo cual engañan a otros.
En tercer lugar, cuando por medio de palabras declaran cuál es su
voluntad, y no es cierto. En cuarto término, cuando usan el lenguaje
para agraviarse unos a otros: porque viendo cómo la Naturaleza ha
armado a las criaturas vivas, algunas con dientes, otras con cuernos,
y algunas con manos para atacar al enemigo, constituye un abuso del
lenguaje agraviarse con la lengua, a menos que nuestro interlocutor
sea uno a quien nosotros estamos obligados a dirigir; en tal caso
ello no implica agravio, sino correctivo y enmienda.
A cualquiera le puede sorprender en la actualidad el derrotero que adquiere la reflexión de Hobbes, ya que en lugar de situarse en la perspectiva técnica y ofrecernos una descripción detallada sobre los usos incorrectos del lenguaje — que entraría en el campo de la retórica—, se sitúa más bien en el lado del comportamiento con la intención de acentuar aquello que podríamos entender como característico o consustancial a nuestro ser. Nadie hoy en día relacionaría el insulto, la agresión y el engaño con un mal uso del lenguaje. El bueno de Hobbes anda preparándonos para lo que llegará más adelante. Que, como nos advertía Diderot, nadie avanza con más firmeza ni mayor consecuencia que él. Guardaos de concederle sus primeros principios si no queréis seguirle a dondequiera que le plazca conducirnos (Enciclopedia. Artículo "Hobbismo").
Los buenos filósofos, los buenos escritores, los buenos comunicadores —y con el calificativo bueno solamente me refiero a la habilidad técnica para manejar el discurso—, es lo que tienen, que en cuanto te descuides un momento puedes encontrarte defendiendo una idea que nunca habías compartido o que simplemente te parecía inverosímil poder tomarla en serio durante más de un minuto. Habilidad esta que los sofistas reivindicaban como propia y que Platón tanto vituperó. Tal vez deberíamos tomarnos más en serio la propuesta Erling Kagge y aprender a sumergirnos, no en las palabras, sino en el silencio. Yo, por mi parte, dejo de hacer ruido.
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
Oso ona Jesus! Eskerrik asko.
ResponderEliminarNeri behintzat asko gustatu zait.
Pello O.
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Pello O.
Eskerrik asko, Pello.
EliminarBesarkada birtual bat. Ea noiz elkartzen garen!