Estoy convencido, pero nunca se lo oído decir a nadie ni lo he leído en ninguna parte, de que existe una literatura de iniciación y creo que ésta corresponde ser leída a la edad en que estamos descubriendo el mundo y sus complejidades. No me refiero con esa etiqueta —no se me ha ocurrido otra más acertada— a esas lecturas de ámbito infantil o juvenil, que suelen servir para iniciarnos en la lectura autónoma y en el placer de sumergirnos en una historia bien contada. Clásicos juveniles, más o menos. No, me refiero a esas otras novelas de aparato técnico difícil, intransigentes con las normas de escritura clásica, novedosas y complejas en su construcción, vanguardistas.
Creo que todas ellas funcionan muy bien en ese momento de la vida en que estamos empezando a ocupar una plaza en el mundo como seres pensantes y buscando placeres literarios que nos alejen de lo convencional, de lo manido, de lo estereotipado. Me refiero a las personas que han sentido la llamada de la revolución no sólo en el terreno socio-político, sino también, en otros ámbitos. Desde luego, no todo el mundo pasa por esta experiencia, ni siente la necesidad de buscar sabores fuertes en el campo de la expresión artística.
Es en este terreno donde sitúo esas obras que de alguna manera quiebran el hacer tradicional de la escritura. Paradigmática es, en este sentido, el Ulises, pero hay muchas más. Estas obras no toman, en general, como centro de interés de la escritura la historia que cuentan, si no la escritura misma. Eso las convierte difíciles, ásperas, lejanas o aburridas. Sin un ejercicio voluntario de atención y de atracción, se nos caen de las manos... a no ser que estemos motivados por ese impulso revolucionario de buscar cosas nuevas y transgresoras.
El ruido y la furia es una de esas novelas experimentales en las que Faulkner juega con algunas de las armas que Joyce puso en circulación. Especialmente cansina puede resultar la lectura de los dos primeros capítulos, de los cuatro de que se compone la novela, y en los que tiempos y personajes se van mezclando de manera sabia, pero inmisericorde para la lectura. Esta es una de esas obras que da de comer a muchos especialistas, que son los otros lectores de este tipo de literatura.
Mi consejo es que si no estáis en ese momento en que el deseo se impone a la razón, ni tampoco sois especialistas que tengáis que leer por trabajo, vayáis primero al artículo de Wikipedia que se ocupa de esta obra —es un artículo breve, pero muy esclarecedor—, y después os sumerjáis en ella. Y si os encontráis, por edad o por carácter, en ese momento del impulso transgresor, saltaos todas las presentaciones, porque no hay mayor placer en el descubrimiento que el hacerlo por uno mismo.
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