Este año es pródigo en aniversarios importantes para la literatura —podéis comprobarlo pinchando sobre la etiqueta del mismo nombre—, y especialmente para la literatura latinoamericana.
Cien años se cumplen ahora del nacimiento de Bioy Casares, narrador envolvente y creador de espacios y situaciones imposibles que se hacen posibles gracias a su impecable destreza imaginando realidades irreales.
Cuando leí por primera vez La invención de Morel me gustó tanto que anduve recomendándola a todas las amistades de aquella época, hasta el punto de que un amigo decidió cambiarme el nombre y llamarme Morel.
Independientemente de los gustos y las valoraciones de cada uno, yo aprecio la escritura de Bioy Casares por su gran sentido del humor, por haber impregnado su trabajo con una visión del amor un tanto peculiar y, sobre todo, por demostrar incansablemente que no es necesario escribir cientos y cientos de páginas para lograr una buena novela.
Y para cerrar esta entrada, el toque de Esther Lorenzo y su Biblioteca básica:
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
"La invención de Morel" es una obra maestra y como decía Borges en el prólogo a la misma, el apelativo no es una hipérbole. A mí personalmente me fascinó la realidad inventada que nos muestra Casares en ella. Disfruté mucho de su lectura. Un saludo.
ResponderEliminarRecojo el saludo, te agradezco el comentario y compruebo con satisfacción que compartimos algunos gustos e intereses.
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