Publicada hace poco más de un mes, esta antología de poemas de Mahmud Darwish recoge una muestra amplia y suficiente de su quehacer como poeta. Tiene, además, el mérito de incluir algunos poemas que nunca habían sido traducidos al castellano. Una forma estupenda de acercar la poesía de Darwish a la masa lectora en castellano, en una edición de bolsillo pero muy bien cuidada.
ENAMORADO DE PALESTINA
me duele… pero la adoro,
la guardo del viento,
me la clavo más allá de la noche y los dolores, me la clavo
y la herida enciende la luz de las lámparas,
su mañana se vuelve mi presente.
La quiero más que a mi alma,
y en cuanto ojo y ojo se encuentran, olvido
que un día, del lado de fuera de la puerta, ¡fuimos dos!
Tus palabras… eran un himno:
yo intentaba cantar
pero la pena cercaba el labio en primavera.
Tus palabras, como las golondrinas, alzaban el vuelo:
en otoño emigraban contigo de las puertas y umbrales
de nuestras casas a donde quisiera el deseo…
Nuestros espejos se rompieron,
la tristeza se multiplicó por mil
y recogimos las astillas de una voz…
que entonaba ¡la elegía del país!
La sembraremos juntos en el cuerpo de una guitarra
que tocaremos
en las azoteas de nuestra catástrofe
para piedras y lunas deformes.
Porque la había olvidado… olvidado, oh voz desconocida:
al marcharte se oxidó la guitarra… ¿O ha sido por mi silencio?
Ayer te vi en el puerto,
viajera sin parientes… sin provisiones.
Corrí hacia ti como un huérfano
que pregunta a la sabiduría de sus abuelos:
¿Cómo es que han empujado a los huertos verdes
a prisión, al exilio, a una dársena
y ahí siguen, a pesar de la travesía,
a pesar de los vientos salobres y los deseos,
ahí siguen siempre verdes?
Escribo en mi diario:
Amo las naranjas. Odio el puerto.
Y sigo escribiendo:
En el puerto
me detuve. El mundo tenía ojos de invierno
y nosotros, mondas de naranjas. Detrás de mí, el desierto.
Te he visto en los cardos de los montes,
pastora sin ovejas
perseguida, entre las ruinas…
Tú eras mi jardín y yo el forastero
que llamaba a tu puerta, oh corazón.
En mi corazón…
la puerta, la ventana, los cimientos, las piedras fraguan.
Te he visto en las cántaras de agua y de trigo
hechas añicos. Te he visto camarera en clubes nocturnos.
Te he visto en las ranuras de las lágrimas y las heridas.
Tú eres en mi pecho otro pulmón…
Tú, tú, la voz de mis labios…
Tú el agua, tú el fuego.
Te he visto a la entrada de la cueva…
tendiendo en la cuerda la ropa de tus huérfanos.
Te he visto a la lumbre y en las calles… en los corrales… en la sangre del sol.
Te he visto en los cantos de orfandad y desposesión.
Te he visto rebosante de sal y de arena.
Eras preciosa como la tierra… como los niños… como el jazmín.
Y juro:
Que con las pestañas de mis ojos tejeré un pañuelo
y bordaré un poema a tus ojos
con un nombre que dicho derrite el corazón…
para alimento de las ninfas del bosque.
Escribiré una frase más hermosa que las promesas y los besos:
«Era palestina. ¡Y lo sigue siendo!».
En una noche de tormenta abrí la puerta y la ventana
a la luna anquilosada de nuestras noches,
y dije: ¡Es mi turno!
Más allá de la noche y de los muros…
he hecho una promesa a las palabras y a la luz.
Tú eres mi jardín virginal…
–y nuestras canciones,
espadas que blandimos.
Eres leal como el trigo…
–y nuestras canciones,
simiente que sembramos.
Eres como una palmera en la imaginación,
que no la troncha tormenta ni machete,
que no deja que le arranquen las crenchas
las fieras del desierto o del bosque…
Pero a mí, exiliado tras los muros y la puerta,
ponme a salvo en tus ojos
ponme donde estés
ponme como sea:
recobraré el color de cara y cuerpo,
la luz del corazón y la mirada,
la sal del pan y de las melodías
y el sabor de la tierra y el país.
Ponme a salvo en tus ojos,
haz de mí tabla de olivo en la choza de la miseria,
haz de mí aleya del libro santo de mi infortunio,
haz de mí juguete… piedra de la casa
para que otra generación recuerde
el sendero a casa.
Palestina en ojos y tatuaje
palestina en el nombre
palestina en los sueños y las penas
palestina en el pañuelo, los pies y el cuerpo
palestina en las palabras y el silencio
palestina en la voz
palestina en el nacimiento y en la muerte.
Te llevaba en mis viejos cuadernos,
fuego para mis versos.
Te llevaba de provisión en mis viajes.
En tu nombre grité en los valles:
¡La caballería cruzada… bien la conozco,
aunque sea otra la batalla!
Tened cuidado… Cuidado
con el relámpago que mi canto saca del pedernal.
Yo soy la flor de la juventud, la gala de los caballeros.
El destructor de los ídolos.
Los confines del Levante los siembro
de poemas ¡que los buitres perdonan!
En tu nombre he gritado al enemigo:
Comeos mi carne si me quedo dormido, gusanos.
De los huevos de las hormigas no nacen águilas…
Pero un huevo viperino…
¡esconde una serpiente!
¡La caballería cruzada… bien la conozco,
mas por encima de ella sé que
yo soy la flor de la juventud, la gala de los caballeros!
Traducción: Luz Gómez.
Otras ediciones en castellano:
- Entre Rita y mis ojos, un fusil
- ¿Por qué has dejado solo al caballo? - Estado de sitio
- El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía
- La huella de la mariposa. Diario (verano 2006-verano 2007)
- En presencia de la ausencia
- Como la flor del almendro o allende
- Poesía escogida (1966-2005)
- 21 poemas (edición especial de la Residencia de Estudiantes)
- El lecho de una extraña
- Mural
- Menos rosas
- El fénix mortal
- Once astros
- Memoria para el olvido
- Desde Palestina
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.