martes, 29 de abril de 2025

EL PRISMA DEL LENGUAJE, Guy Deutscher

Editorial
Traducción: Manuel Talens.
Este libro me acompañó en 2011 durante mis viajes en tren al trabajo y lo hizo de la manera más agradable e interesante que lo puede hacer un libro: abstrayéndome absolutamente de lo que me rodeaba. Y esto gracias a su exuberancia, su riqueza de anécdotas, casos y rarezas de todo tipo sobre las curiosas interacciones entre el lenguaje y la percepción. Además de estar muy bien escrito.

Podría decirse que el libro quiere responder a esa pregunta acerca de si el lenguaje es un artefacto de la cultura, o, por el contrario, viene determinado por la biología. La cuestión no es intrascendente, porque se ha discutido en el mundo académico durante un par de siglos sin una solución clara a la vista. En este sentido, el autor examina algunos aspectos particulares de diferentes idiomas que, en su opinión, arrojan más dudas que certezas sobre las teorías del lenguaje con base biológica.

Cuando aborda la relación entre lenguaje y pensamiento e intenta responder a la cuestión de si los hablantes de todos los idiomas piensan de manera similar, o los diferentes idiomas les dan a sus hablantes imágenes del mundo bastante diferentes, Deutscher, como otros muchos estudios actuales, rechaza la relatividad lingüística en su forma fuerte, la que defendía el lingüista de principios del siglo XX Benjamin Whorf.

Al explicar por qué rechaza las explicaciones biológicas del lenguaje, Deutscher afirma que si las reglas de la gramática están destinadas a estar codificadas en los genes, entonces uno podría esperar que la gramática de todos los idiomas sea la misma, y ​​entonces es difícil explicar por qué. Las gramáticas deberían variar en cualquier aspecto fundamental.

En realidad, es bastante fácil. Supongamos simplemente que la biología no proporciona una gramática completa, sino más bien los componentes básicos a partir de los cuales se puede construir dicha gramática. Eso es, de hecho, lo que se puede esperar que haga toda la biología. Con los órganos físicos, la biología puede exigir: dos piernas en lugar de cuatro, cinco dedos en lugar de seis. Pero cuando se trata de comportamiento, la biología no puede ordenar. Sólo puede facilitar, ofreciendo una gama de posibilidades entre las que la cultura (o más probablemente, el puro azar) puede elegir.

A pesar de eso, Deutscher señala tres áreas en las que podría sostenerse una versión más débil de la relatividad lingüística: términos de color, relaciones espaciales y género gramatical. 

Sea como fuere y determinen lo que determinen en un futuro las investigaciones psicolingüísticas, el libro es un viaje intelectual estimulante y lleno de sorpresas a través de la extraña interacción entre el lenguaje y el mundo que el lenguaje intenta describir. Un placer leerlo.

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