Ejemplar del KM |
Bajo este título se recogen los dos trabajos que escribió Sartre sobre el poeta francés. Ambos están redactados en la misma época, en torno a 1952, aunque el primero, mucho más amplio, iba para libro, quedó inacabado y se hizo público después de la muerte del filósofo, mientras que el segundo es un amplio artículo —16 páginas— que se publicó aquel mismo año.
Como muy bien recoge la idea en el brillante prólogo que redacta el traductor, Juan Manuel Aragüés, todo el texto está dominado por la cuestión de la muerte de dios y, en consecuencia, por la muerte del hombre. Y todo ello envuelto en la reflexión sobre la pertenencia a una clase social, la burguesía, de la que tanto Mallarmé como los poetas coetáneos reniegan, mas sin implicarse en el coherente corolario al que les debía haber llevado la conciencia social que nunca tuvieron.
Que nadie busque, por tanto, un ensayo sobre la obra poética mallarmeana o un comentario propiamente interpretativo de sus poemas. Se trata de una estudio de carácter general sobre las implicaciones existenciales del alejamiento de la verdad empírico-científica, del refugio que buscaron en las palabras para acceder a la Belleza a través de las palabras, tanto él como su generación; lo mismo parnasianos que simbolistas. Sartre lo dice más crudamente: Mallarmé convirtió su fracaso personal en imposibilidad de la Poesía; y luego, por una nueva inversión, transforma el Fracaso de la Poesía en Poesía del Fracaso.
En cualquier caso, los dos textos de Sartre resultan de gran interés para conocer cuál era la posición ideológica del filósofo en la época y cuál su posicionamiento ante la creación literaria. Yo me quedo con el largo párrafo con que acaba el segundo texto, el artículo que sí publicó en vida:
Héroe, profeta, mago y actor trágico, ese hombre bajito,femenino, discreto, poco mujeriego merece morir en el umbral de nuestro siglo: así lo anuncia. Más y mejor que Nietzsche, vivió la muerte de Dios; mucho antes que Camus, presintió que el suicidio es la cuestión original que el hombre debe plantearse; su lucha de cada día contra el azar, otros la retomarán sin superar su lucidez; pues él en suma se preguntaba: ¿es posible encontrar en el determinismo una salida? ¿es posible invertir la praxis y encontrar de nuevo una subjetividad reduciendo el Universo y uno mismo a lo objetivo? Sistemáticamente aplica al Arte lo que no era más que un principio filosófico e iba convertirse en una máxima de la política: "Hacer, y al hacer hacerse"; poco antes del desarrollo gigantesco de las técnicas, inventa una técnica de la Poesía; en el momento en que Taylor imaginaba movilizar a los hombres para dar a su trabajo plena eficacia, él moviliza el lenguaje para asegurar la plena productividad de las palabras. Pero lo que tendrá aun más impacto, me parece, es esta angustia metafísica que vivió plena y modestamente. No pasó un día sin pensar en matarse, y si vivió, fue por su hija. Pero esta muerte aplazada le otorgaba una especie de ironía encantadora y destructiva; su "iluminación nativa" fue, sobre todo, el arte de encontrar y establecer en su vida cotidiana y hasta en su percepción unas "asociaciones que corroen", en las que comprometía todos los objetos de este mundo. Fue enteramente poeta, enteramente comprometido en la destrucción crítica de la Poesía por sí misma; y al mismo tiempo, se quedaba fuera; silfo de fríos techos, se mira: si la materia produce el pensamiento; ¿quizá el pensamiento lúcido de la materia escapa al determinismo? Así entre paréntesis su propia poesía; le enviaron un día algunos dibujos que le gustaron; pero le gustó sobre todo un viejo mago sonriente y triste: "Porque, dice, bien sabe que su arte es una impostura. Pero también parece decir: Esto hubiera sido la verdad".
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