Voy a decirlo claramente: Cecilia Bartoli es una mezzosoprano reconocidísima en todo el mundo musical; María Felicia García Sitches (1808-1836) era una auténtica diva, más admirada en su tiempo de lo que hoy es la Bartoli. Rossini, Bellini, Donizetti, Listz y Mendelssohn se contaban entre sus admiradores.
María nació en París. Era hija del exitoso tenor y compositor Manuel del Pópulo Vicente García y de Joaquina Briones. Tomó el apellido Malibrán porque se casó con un banquero francés que tenía mucho dinero, pero del que no sabríamos nada si no fuera por ella.
De las relaciones con su padre sabemos que no eran muy buenas, hasta el punto de que existe una anécdota, que gusta mucho contar en los medios musicales, pero de la que ignoramos su certeza. Es esta: andaban padre e hija interpretando el Otelo de Rossini en Nueva York. Otelo era el padre; ella, Desdémona. En el momento en que Otelo-padre sacó la daga, ella se dio cuenta de que era una daga de verdad, no de utilería teatral. Otelo amenaza a Desdémona-hija con ella. Ella, aterrada ante la situación, exclama en castellano: Papá, papá, ¡Por el amor de Dios, no me mates! El público, entusiasmado ante el verismo de la interpretación, estalló en aplausos.
María Malibrán, la diva del romanticismo, además de ser una cantante excepcional y saberlo, era compositora. Esta canción, intrascendente desde el punto de vista de su contenido, la escribió para lucimiento propio y encandilar a la audiencia con sus dotes técnicas.
Rataplan, tambour habile,
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