No tengo solvencia ni capacidad suficiente para valorar hasta qué punto sigue estando vigente la Teoría crítica, ni si realmente debemos volver a leer con atención las obras de quienes formaron la llamada Escuela de Francfort. Ni tan siquiera este es un espacio donde debatir con mediana formalidad sobre un tema que necesita otros esfuerzos y muchas más páginas.
Simplemente quiero llamar la atención sobre un párrafo que parece escrito para una situación como la que vivimos actualmente, aunque hayan transcurrido treinta y cuatro años desde que la editorial Península lo publicó en España, luego recogido por Planeta-Agostini.
Merece la pena leer despacio y con atención lo que Horkheimer decía en aquella conferencia. Si queréis leer la conferencia completa, lo podéis hacer en este enlace. (Las negritas son mías).
Hay dos doctrinas de la religión que son decisivas para la actual teoría crítica, aunque en una forma modificada. La primera es la doctrina de la que un gran filósofo, un filósofo increíble, dijo que era la mayor intuición de todos los tiempos: la doctrina acerca del pecado original. Cuando podemos ser felices, cada minuto es comprado con el sufrimiento de un sinfín de otros seres, animales y humanos. La civilización actual es el resultado de un pasado horroroso. Piensen ustedes solamente en la historia de nuestro continente, en el horror de las cruzadas, de las guerras de religión, de las revoluciones. La Revolución francesa realizó ciertamente grandes progresos. Pero si ustedes se fijan detenidamente en todo lo que les sucedió a personas inocentes, dirán que ese proceso se compró a muy alto precio. Todos nosotros debemos unir la tristeza a nuestra alegría y a nuestra dicha; debemos saber que tenemos parte en una culpa. Esta es una de las cosas de la que quería decirles que es característica de nuestro modo de pensar. La otra es una frase del Antiguo Testamento: «No debes hacer para ti ninguna imagen de Dios.» Por ello entendemos: «No puedes decir lo que es el absoluto Bien, no puedes representarlo.» Con esto vuelvo a lo que ya dije anteriormente: podemos señalar el mal, pero no lo absolutamente correcto. Las personas que viven con la consciencia de esto, tienen afinidad con respecto a la teoría crítica.
El «líder», se llame Stalin o Hitler, designa su nación como lo supremo, afirma saber lo que es lo bueno absoluto, y los demás son lo malo absoluto. Contra esto debe volverse la Crítica, ya que nosotros no sabemos lo que es lo Bueno absoluto, pero seguramente no es la propia nación ni ninguna otra.
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