sábado, 22 de agosto de 2020

HIPARCO DE NICEA

Atlas Farnesio. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
 

Aprovecho esta fotografía, que he recuperado hace poco de cuando estuve en Nápoles, para hacer con ella un recuerdo emocionado del gran Hiparco (190-120 a.n.e.), el astrónomo más importante de la Antigüedad y quien realizó el primer catálogo de estrellas que conocemos. 

Lo interesante de esta obra —que es una copia romana de una escultura helenística perdida— es que el titán sostiene la esfera celeste en la que aparecen las constelaciones que Hiparco catalogó y que Ptolomeo recogió en su Almagesto. En la fotografía se distinguen perfectamente Hydra, Corvus, Crater, Argos y Centaurus.

Pero Hiparco no solo realizó una observación metódica del cielo nocturno para poder confeccionar el mejor y más completo catálogo de estrellas que se había realizado hasta la época. También calculó la distancia que nos separaba de la Luna valiéndose de mediciones del diámetro angular de la sombra que proyecta nuestro planeta sobre ella —su cálculo arrojó una distancia de unas 67 veces el radio de la Tierra, hoy sabemos que son 60 radios—. Es decir, fue el inventor de la trigonometría.

Observó, asimismo, una "estrella nueva" en la constelación de Scorpio. Estrella que no existía y que alcanzó un brillo extraordinario. Él, lógicamente, no podía saber qué era aquello que vio y que hoy conocemos como el estallido de una nova. Pero sí le valió para sacar la conclusión de que el cielo no era algo inmutable y para siempre, tal y como se creía entonces que era y se siguió creyendo durante más de 1.500 años después de él.

Él fue, igualmente, el primero en clasificar las estrellas por su brillo. Las agrupó por magnitudes, desde la primera a la sexta magnitud. Esa escala, aunque muy perfeccionada, ya que hoy tenemos instrumentos ópticos que nos permiten la medida del brillo con toda exactitud, es la que seguimos utilizando. Y ese trabajo lo hizo sin ningún instrumento, tan solo con una observación paciente y reiterada.

En fin, Hiparco fue a quien debemos la división del día en veinticuatro horas. Él tomó el sistema sexagesimal de los babilonios (división de la circunferencia en 360 grados y cada grado en 60 minutos) para realizar su división geométrica de la Tierra en meridianos. Aunque la división en horas de igual duración no se generalizó hasta la invención del reloj mecánico en el siglo XIV, esto también se lo debemos al genio de Nicea.

Fue una lástima que con la llegada del mundo romano se abandonaran estos conocimientos y que fuera tomando cada vez más importancia esa deformación de la astronomía que es la astrología. La comodidad de las creencias fue ganando terreno al esfuerzo del estudio.

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