miércoles, 25 de septiembre de 2019

TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS (EL UNIVERSO SHAKESPEARE, 9)


Love's Labour's Lost, ya sean trabajos ya sean penas las que se pierden en la traducción, es un auténtico festín de la palabra, una locura de recursos verbales tan disparatada, exacta y luminosa que en muchas ocasiones deja en muy baja altura a los maestros de los juegos del lenguaje Milton o Joyce

El argumento lo resume de manera brillantemente divertida la gente de la Royal Shakespeare Company en este vídeo de animación; pero bueno, siempre podéis acudir a la wiki, cuyos resúmenes son tan bien muy buenos, pero mucho menos graciosos.


Trabajos de amor perdidos parte de un juramente tan disparatado como repetido en la historia de las ingenuidades bienintencionadas de la humanidad: olvidarse del mundo durante tres años para dedicarse al placer del estudio y el goce del conocimiento. 

Un joven rey (el de Navarra, por cierto) y tres caballeros tan jóvenes como él van a verse asediados por la realidad desde el momento en que llegan a palacio la princesa de Francia y su séquito de damas acompañantes, todas ellas también jóvenes y nada proclives a la mojigatería.

El protagonista de la obra, Berowne, un genial narcisista y el más pletórico de los caballeros en su festival de parlamentos, tiene muchos versos que me encantan, pero tal vez este sea el que más:  La luz buscando luz le finge a la luz luz. (Act I, esc I). Puro conceptismo barroco. En coloquial: la luz (de la inteligencia), buscando la luz (del conocimiento) escamotea la luz del día a la visión. 

Otro verso que me parece clarividente en la obra es cuando Rosaline, una de las damas del séquito de la reina —seguimos con la vista—, advierte a sus compañeras sobre Berowne: Su ojo da ocasión para su ingenio (Act 2, esc I). y es que Shakespeare ya lo sabía antes de que la ciencia pudiera demostrarlo: los hombres se enamoran por el estímulo visual, mientras que las mujeres se dejan llevar por otros estímulos más sutiles.

Son simplemente dos ejemplos de esta alta comedia, quizás no tan representada como mereciera, que alcanza sus más altas piruetas lingüísticas —por algo era el preferido de Joyce— en el último acto, el quinto, cuando Armado, Maripos, Holofernes, sir Nathaniel, Dull y Costard nos ofrecen un Finnegans Wake en miniatura que puede quedar sintetizado en las palabras de Moth: ¡Han asistido a un gran festín de lenguas y han robado las sobras! A lo que Costard responde aseverando: ¡Oh! Desde hace mucho tiempo viven de la limosna de las palabras!

Ya sabéis, es Shakespeare, que hasta con una obra aparentemente menor nos hace disfrutar de las más altas cotas de la literatura.

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