sábado, 24 de septiembre de 2016

ANTONIO BUERO VALLEJO

Resulta curioso y extraño comprobar cómo cambia la percepción de la realidad a medida que pasan el tiempo y las circunstancias. 

Tenía 14 años cuando tropecé por primera vez con el nombre de Buero Vallejo en el manual de Literatura. Yo era un estudiante de bachillerato y esa persona una especie de gran héroe, un ser extraordinario, por el simple hecho de aparecer en un manual. Era parte de la historia literaria de un país. A los 14, el hecho de que alguien apareciera en un libro de texto me parecía algo mágico, desde luego no de personas con las que uno pudiera cruzarse por la calle o compartir conversación en el metro.

No había cumplido los 20 cuando ya había leído buena parte de su obra, había asistido a varias representaciones e incluso pude saludarle, porque uno de mis profesores tenía cierta amistad con él y acudimos en grupo una noche a ver La Fundación. Me seguía pareciendo alguien grandioso. Él era un escritor y yo seguía viendo el mundo desde mis ojos de estudiante perplejo y pequeñito. Un escritor era un ser de una categoría superior.

Más tarde me alejé de Madrid, también de la literatura, aunque no del todo. Me fui convirtiendo en el adulto que soy —¿somos realmente la misma persona al cabo de los años?— a través de la familia, el trabajo, las amistades y las enemistades, los tropezones, las metiduras de pata, los aciertos, los sinsabores, los enfados y desenfados, e incluso a través de las lecturas que han ido conformando parte de mis opiniones y creencias.

Dentro de cinco días se cumple el centenario de su nacimiento. Yo he cumplido los 60, sé que Buero fue una persona extraordinaria por muchas razones, una de ellas —la mayoría de esas razones no tienen nada que ver con la literatura— por renovar y hacer más grande el teatro escrito en castellano durante el siglo XX. Los manuales me importan poco, salvo para encontrar una información que pueda necesitar, y ahora sé que las personas no son importantes porque aparezcan sus nombres en ellos, sino por la huella positiva que dejan en otras personas de su entorno.

Si aún viviera Antonio Buero Vallejo, un hombre bueno en el buen sentido de la palabra bueno, cumpliría 100 años el próximo jueves. Ojalá se siga leyendo su obra.
La entrevista que Joaquín Soler Serrano le hizo para el programa A fondo en 1976 todavía está disponible aquí.

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