viernes, 24 de junio de 2016

NOCHE DE VERANO EN LA AZOTEA, Joaquín Turina

Para las amigas y los amigos amantes del verano.
Para la cuadrilla de Madrid, que estará sufriendo los rigores del mismo.


Supongo, es un suponer, que Turina escribió esta música pensando en las tórridas noches del verano andaluz y que se imaginaba a sí mismo sentado en alguna silla de anea en busca de la brisa apaciguadora de la madrugada para que le hiciera olvidar el fuego de las abrumadoras horas de la tarde. 

Yo, en cambio, escribo estas líneas a las 7 de la mañana en algún lugar al borde del Cantábrico. La temperatura es más que agradable y no necesito, de momento, ninguna ayuda de brisas ni de abanicos. 

Si estáis entre el grupo de quienes sufren los excesos térmicos, dadle al play y dejaos llevar por la refrescante caricia del piano de Antonio Soria.





VERANO

Dejadme  que os hable de la fuerza,
de la pasión que no conoce límites,
de esta plenitud sin sombra
que es el corazón latiendo vida:
es el verano,
y son los veinte años
que se abren paso construyendo el mundo
con una historia nueva cada día,
derribando noches a fuerza de palabras entre amigos,
           quizás al borde del mar
           o en una plaza antigua,
           o en una casa que no es la nuestra.
Es el verano
y es la luz
que impregna cada cosa con una vida nueva,
como si fuera imposible la muerte,
como si no existiera distancia entre la realidad
y el deseo,
como si cada cosa fuera el centro del mundo
y el porvenir fuera el presente.
Es el verano
y es la vida
que se manifiesta a cada paso
y en cada objeto,
voluminosa, redonda, sin fisuras,
llenándolo todo,
orgullosa de sí misma
e inconsciente.
Es el verano
y es el ritmo,
la forma de fluir el tiempo en cada gesto,
el modo en que desplazamos la mirada por los cuerpos,
la manera en que una y otra vez la piel
nos dice que está viva
y nos manifiesta esa propensión al hedonismo.

El ritmo, la luz, la vida,
los veinte años:

la plenitud sin sombra.

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